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sábado, 31 de octubre de 2015

Alma de Babel




Amo y libero la mujer que soy.

Las mujeres deben aliviar su dolor, pesar y sufrimientos desde la conexión con su ser divino, su Diosa interior. Aquella que se funde con los ciclos de la naturaleza, la que crea desde su luz más sincera, desde la esencia divina presente en todo.
Sois creadoras, creáis vida, armonizáis los lugares, se crea la conciencia a vuestro alrededor, como mujeres que acogen la vida tal y como es, como la Madre que recibe al hijo, sin juicios, sin miedos.

Mujeres que sonríen, libres, de ser quienes son… limpias y puras… consagradas a los divino, a lo expresivo en Amor.
Cuando irradiáis vuestra luz a través de vuestra mirada y sonrisa, desplegáis armonía y naturaleza. Ser conscientes de que vuestra presencia en esencia es admirada por los siglos de los siglos.
Hoy de nuevo, en estos tiempos, se da paso a conocer este gran potencial femenino, que no destruye, no separa, no juzga… si no que es la energía femenina de unidad, de contemplación, de creación.
Ser conscientes de la esencia divina que existe en vosotras para hacer resurgir la gran mujer que hay en ti.
María Magdalena os acompaña.
(Canalizado por Anabel González el 05/06/15)

LA GRAN MADRE UNIVERSAL, CELESTIAL, CÓSMICA…

Cada uno de vosotros, aquí en la tierra, es amamantado por la Gran Madre Universal, Celestial, Cósmica. Ella os acoge y os invita a que abráis vuestros corazones con la esperanza de irradiar toda vuestra luz y Amor allá donde estáis en presencia, en plenitud, en constante conexión con quienes sois y a lo que habéis venido a hacer a este mundo.
No malgastéis vuestro tiempo en perezosos momentos y no enfrentaros a los quehaceres necesarios para llevar a cabo vuestra misión. Es fundamental que despertéis a vuestra mayor energía y seáis conscientes de toda la vida, abundancia que sois capaces de recibir y acoger en vuestro entorno, en vuestro interior.
Permanecer unidos a la contemplación de la gran energía, a la que llamáis fuente, para así hacer resurgir en vosotros el Maestro, la sabiduría que subyace detrás de toda máscara, personaje… y que existe y ha existido siempre en lo más profundo de cada uno.
Hoy se está haciendo posible el despertar de códigos antiguos, códigos consagrados en lo divino, que permanecía inmutable en vuestro ADN. Hoy la energía cósmica que recibís en pequeñas partículas está reactivando más que nunca vuestros campos energéticos para reactivar esos códigos.
Sois los dueños de vuestros sueños, sucesos, acciones… programar que vuestros actos sean dados desde la mayor conciencia, para vuestro bien, el bien de toda la humanidad, en resonancia con la perfección de las leyes espirituales, para así atraer a vuestras vida, todo lo que vuestra alma ansía encontrar para cumplir su plan divino.
La unión de muchas civilizaciones, terrestres y no terrestres, es el gran acontecimiento esperado, todos con el mismo fin… la armonía, la paz, la infinita reestructuración del equilibrio de la luz.
Sois prioritarios en este resurgir de la galaxia, sois faros de luz, enviando grandes láseres de conciencia a la gran red magnética de Gaia, sois los elegidos para unificar los corazones, desde la alegría, la dicha, la bondad.
Sois grandes, sois enormes fuentes de luz y conciencia, sois fuertes, sois hijos del todo y el todo permanece siempre, no es destruido, no desaparece, se funde en lo más elevado. Así vuestro final nunca se mostrará, pues no existe como tal, es una continuación de elevadas consciencias.
Asumir el poder que se os otorga y descubrir en cada uno de vosotros todo el potencial al servicio de la gran humanidad. Sois Dios, sois luz, sois siempre….
YO SOY.
(Canalizado por Anabel González el 02/05/2015)

Amados, habéis compartido todas las dichas, también las desavenencias, es hora de fusionaros. Encuentros con vuestro amado nin@, en vuestro interior crece. Hacer que su crecimiento sea fuerte, amado y reconciliado con el hombre/mujer que ahora eres.
Aparcar y dejar a un lado los miedos que os impiden veros en profundidad, los ojos de esos niños que hoy miráis, son en verdad los ojos de la sabiduría, de la certeza de que Dios existe, porque se ha creado en vosotros. El niñ@ de la mirada limpia, inocente… necesitado del reconocimiento vuestro, del sentir la entrada limpia de toda la energía amorosa para calmar su alma.
Hacerles recordar quienes son en verdad y a qué han venido a este mundo. Os mienten cuando os dicen que todo es igual, sin perdón, sin tregua… ¡¡hay perdón en vuestros corazones!! ¡¡hay limpieza, sin juicio, sin crítica!! VOLVER AL NIÑO, al que desea ser abrazado, valorado, amado, visto, protegido.
Vierte sobre él toda la energía de Dios, el Universo le protege. Te ama y se vierte sobre ti toda su bendición. Agradece la vida en él.
El universo en mi útero, la vida gira entorno a lo femenino, a la creatividad, al nacimiento, al recogimiento en el regazo de la madre. Nuestros cuerpos se abren para dar vida y acoger la magia de la creación de un nuevo ser en nuestros úteros. Reconocer nuestros cuerpos como nuestros templos, honrarlo y amarlo, cuidarlo y sanarlo.
Todos somos seres divinos, solo que se nos olvidó, estamos desconectados de esa Divinidad. Toda mujer lleva una Diosa dentro, dando vida a su naturaleza femenina, porque lo femenino no está reñido con lo masculino, son dos energías en equilibrio perfecto en el Universo, así se plasma en la nueva energía de conciencia.
Somos las dueñas de nuestras vidas, recogiendo todos los regalos que el Universo nos brinda y habitando nuestro lado femenino, enraizadas en la Tierra.
Preparamos nuestros cuerpos en conexión con lo divino para recibir en nuestros úteros, regazos, manos… a los hijos de la nueva conciencia, a los que han de venir, para que puedan ser recibidos desde esta limpieza misma de nuestros seres, en conexión divina con quienes somos en verdad.
Abro mi corazón a la manifestación de la Diosa que habita en mí, aquí y ahora. Me muestro tal como soy, con mis redondeces,  ternura, dulzura, creatividad, intuición, sabiduría, soberanía, creadora de vida, mujer gozosa, alegre, conectada, enraizada… Amo y libero la mujer que soy.

MOMENTO DE FORTALEZA INTERIOR (Mensaje de nuestros Seres de Luz)

3º chakraHermanos, las visiones son amplias ahora, los límites que sentís son productos de la mente, nada tiene que ver con la nueva energía. Es momento de renovación, de fortalecer vuestro poder interior y creer en vosotros, como fuente de luz.
Cada uno de vosotros estáis situados en el lugar apropiado, solo que ahora cambia vuestra visión y entendéis de distinta manera las circunstancias que os pesan.
Nada en la inmensidad del Universo permanece fuera de la perfección, sois inmutables y grandes. Alejaros de sospechas mentales que no resuelven vuestra verdad, ser exquisitos con vuestros quehaceres y florecer como la madre Tierra, así se adentra la dicha en la Tierra.
Os acompañamos en todo momento, infinitamente en todos los procesos de evolución y conciencia, os amamos.
(Canalización de Anabel González, nuestros guías y Seres de luz que nos acompañan)

MENSAJE DEL MAESTRO HILARION

hilarion 2
Amados,
Estos son tiempos difíciles, a medida que continúan dejando de lado todo lo que en algún momento más querían. Muchos de sus expectativas de lo que debería haber sido sus vidas ahora están dispersas a los vientos de cambio. Por todas partes que miran, hay una opción que asumir – el amor o el miedo. Elegir el amor abre sus corazones al dolor de dejar ir sus sueños más queridos y profundos y expandirse hacia lo desconocido. Esta es una nueva frontera de la conciencia y ustedes son los portadores del nuevo sueño. Sin embargo, se aferran a los que aman y no pueden permitir la disolución de los lazos que los han retenido. Y esto es lo que estaba destinado a ser, porque ¿qué es el amor sin compromiso, sin lealtad, honestidad y honor? Su fuerte integridad no puede permitir que dejen a esos que están detrás y hacen esfuerzos repetidos para despertarlos. Esto lo hacen desde las dimensiones superiores donde la mayor conciencia de todo prevalece. Nosotros le decimos, sigan siempre su corazón y témplenlo con la sabiduría interior del sabio en ustedes.
Los lazos de amor no tienen que ser roto con el fin de cumplir con su misión, porque son los lazos de amor los que hacen valioso todo lo que han sufrido. Dejen que sus corazones se llenen con el poder curativo de esta fuerza poderosa, no teman al amor. Vean la belleza dentro de cada persona que está dentro de sus esferas de influencia y envíenles sus bendiciones y oraciones. Dejen que el poder del amor dé forma a su nueva identidad mientras caminan ligeros, pero majestuosamente sobre su mundo. Llenen el espacio que ocupan con más de su verdadera esencia divina y dejen que se convierta en un bálsamo curativo para los que lo necesitan. Ustedes pueden enfrentar sus resistencias y desafíos con paz, aceptación y calma, fluidamente adaptados a las necesidades del momento. No tomen nada personalmente y traten de ver la perspectiva más elevada. Todo el mundo está luchando con algo en estos tiempos y debe encontrar la fuerza y claridad en su interior con el fin de avanzar en su camino. Mantengan el espacio para el resultado más elevado y el mayor bien para todos.
Cada pensamiento, palabra y acción que realicen desde este punto en adelante crea una nueva realidad y le corresponde a cada individuo purgar los últimos restos del viejo equipaje del pasado y reemplazarlo con la esperanza, la fe y la confianza en el resultado más elevado para todos. Para aquellos, tales como ustedes, saben que cada persona tiene que hacer que la felicidad suceda, porque este es un estado individual del ser, de la mente y está igualmente disponible para todos. Todo depende de los pensamientos que mantengan y este es el poder que sostienen en estos tiempos. La disciplina de la mente es de suma importancia, porque la mente es la constructora, la mente es la creadora de una nueva forma de expresión en su planeta. Alinéense con su cuerpo mental superior al inicio de cada nuevo día declarando la intención de hacerlo y sean firmes en su determinación. Dejen que su amor por los demás prevalezca y rápidamente descarten cualquier pensamiento que llegue a la superficie que sea menos que amor.
Siguiendo el camino del medio van a llegar a su destino y es uno que incluye la diversidad y el respeto hacia todos. La perfección no es esperada ni exigida, sólo que cada individuo trate de lo mejor de su capacidad para trascender sus limitaciones anteriores para abrirse a su potencial ilimitado. No hay un solo camino hacia el Creador, existe un potencial infinito de ellos y cada uno es adecuado para la persona que está en él. Mantengan sus sentimientos y convicciones de que esto ayudará a crear la realidad que sostiene y mantiene este enfoque, y allanen el camino para los que siguen.
Sean impecables en todas las cosas y en todas las situaciones, no cedan su poder personal para que en cambio otros se sientan poderosos. Muchas veces no es una tarea fácil mantenerse fiel a sí mismos, pero en última instancia es hacer lo bueno y correcto. Forjen el camino ante ustedes con su luz refulgente y bondad y dejen que su elección sea por amor.
Canalización de Marlene Swetlishoff y traducción de Esther Abreu.
Anabel González

viernes, 30 de octubre de 2015

Mari, la Diosa Madre de los Pirineos





El carácter abrupto del territorio vasco, situado a ambos lados de la cadena montañosa de los Pirineos en la Península Hispánica, lo volvió casi inaccesible por siglos. Ese aislamiento es uno de los factores fundamentales que explican la pervivencia de una cultura y una cosmogonía cuyos orígenes son tan misteriosos como los de su pueblo.

 La Gran Diosa Mari es el numen principal de la mitología vasca precristiana. (además de ser relacionada y a veces confundida con Amalur). Ama-lur en euskera significa “Madre Tierra” o “Tierra Madre”. Mari también es conocida como Maddi, Amari o Maya (que significa Dama o Señora), sabemos que no corresponde a un nombre riguroso con respecto a esta entidad.
Según la tradición, Mari representa tanto a los fenómenos naturales (tormenta, viento,…) como a los animales (cuyas variadas formas adopta). Esta vinculada a espacios sagrados (manantiales, cuevas, montañas,…) y rige la conducta de los seres humanos.
Mari vive bajo tierra. Todos los demás seres y genios están supeditados a ella. Como reina de las divinidades ctónicas y genios subterraneos, siempre aparece como figura de mujer bella, elegantemente vestida (en algunas leyendas de rojo). Mari suele peinar sus dorados cabellos al sol, sentada junto a la puerta de su cueva; o bien junto al fuego de la cocina. En su ritual de peinar y atusar su cabellera con peine de oro, Mari construye y desconstruye el mundo, habitando su oquedad, su vacío y “el lado del espejo”.
Mari es la Maga euskara. Sus propios nombres y funciones la hacen Maga, Hechicera, Encantadora y Bruja. Posee las llaves del sol, el viento, las aguas y la tierra, los cuatro elementos. En sus apariciones surge controlando dos de los cuatro elementos: envuelta en llamas y como viento fuerte o volando. Ella reside en el seno del elemento tierra; regula las lluvias y la fertilidad asociada con el elemento agua. Anima a los elementos aire y fuego al dominar la actividad eléctrica de la atmósfera surcando los cielos envuelta en llamas o convocando tempestades desde su carro de nubes tirado por caballos. En este sentido se asemeja a los dioses celestes masculinos del panteón indoario (Zeus, Thor).

Así pues, Mari somete la naturaleza entera a su voluntad, ella misma es la naturaleza misma o una personificación de ésta, dominando los fenómenos climatológicos, carácter fundamental en un país eminentemente agrícola.

Como Señora de los Animales o Dama de la Naturaleza, es posiblemente la deidad más arcana de todo el Pirineo. Hubo un tiempo en el que la cosmovisión de las primeras culturas europeas en nada se diferenciaba de la del resto de pueblos indígenas de nuestro planeta. Durante un inmenso periodo de más de 35.000 años (del Paleolítico al Neolítico) y según las evidencias del arte simbólico prehistórico y las mitologías arcaicas, una misma cosmovisión en torno a la figura de la Gran Madre Naturaleza fue compartida en todo el continente euroasiático: desde el Cantábrico hasta Siberia, llegando hasta Oriente Próximo y el Valle del Indo.El posible hallazgo más arcaico del culto a esta entidad podría registrarse en Karrantza (Bizkaia) y data de la cultura Magdaleniense (una de las últimas culturas del Paleolítico Superior, que se percibió al norte de España, entre otros países de Europa -Francia, Suiza y Alemania-), es decir, una cultura que va de entre el 15.000 y el 8.000 antes de la era común. La fe en Amalur es muy antigua en el pueblo vasco, anterior a la invasión de los pueblos indoeuropeos. Ya que estas culturas que llegaron del este a Europa, fueron las que introdujeron la creencia en las divinidades celestes.Mari es el ejemplo actual que demuestra que las teorías de Gimbutas van bien encaminadas es está Gran Madre que representa, según la arqueóloga, un excepcional nexo con la cosmovisión originaria de los primeros europeos. Al igual que la Diosa neolítica, Mari es la figura central del panteón mitológico vasco precristiano, como diosa de las cosechas, de los cereales.
“El numen central de la mitología vasca es de sexo femenino, su nombre es Mari o Maya […] Hace funciones de oráculo, guía de los fenómenos climatológicos (característica fundamental para un país agrícola) y somete la naturaleza entera a
su voluntad (ella misma es la naturaleza, una personificación de ésta). Mari castiga la mentira, la jactancia, la falta de ayuda al prójimo, encargándose, asimismo, de que se cumpla la palabra empeñada y, sobretodo, de que se lleve a término la voluntad de la madre. Igualmente, educa y transmite conocimientos (misterios) a la mujer.”
Txema Hornilla, “Los héroes de la mitología vasca”
Así explica el etnógrafo J.M de Barandiaran la multiapariencia de la Diosa vasca Mari:
“A pesar de la variedad de formas que los relatos populares atribuyen a Mari, todos convienen en que ésta es un numen de género femenino. Mari toma generalmente figuras zoomorficas en sus moradas subterráneas, forma de mujer en la superficie de la tierra y de mujer o de una hoz de fuego cuando atraviesa los aires. Las figuras de animales, como la de toro, de macho cabrío, de novillo rojo, de caballo, de serpiente, de buitre, etcétera, a que hacen referencia las narraciones relativas al mundo subterráneo, representan, pues, a Mari y a sus subordinados, es decir, a los númenes telúricos”
J.M. de Barandiaran, “Mitos del pueblo vasco”
Mari es la manifestación de las fuerzas de la naturaleza divinizadas. Pero no en el sentido de divino que entienden las grandes religiones patriarcales, sino en el sentido de sagrado de los pueblos indígenas. Es decir, Mari no es ajena a la creación (trascendencia), sino que ella misma es la creación (inmanencia) y por tanto, todos los seres y ciclos naturales no son más que distintas expresiones de una misma cosa, de Mari. Este es el sentido de sus metamorfosis y de su multiapariencia. Y en este mismo sentido hay que entender pues, las distintas manifestaciones de la Gran Diosa neolítica europea.
La mitología vasca está relacionada con la mitología nativa americana, en el sentido de que está basada en la Tierra con fuerzas ctónicas y teluricas de tiempo circular. Al contrario que la mitología griega-hebraica, que es celestial y que dio inicio al tiempo lineal. Si Pachamama es la diosa de los Andes americanos, Mari – Amalur es el nombre de la Gran Diosa de los Pirineos españoles. Amalur igual que la Pachamama es la Tierra que se nos muestra como habitáculo de todos los seres vivos, poseedora de fuerza vital propia que ha creado nuestro entorno natural. Es la que hace posible la existencia de animales y plantas, y la que nos da a los seres humanos el alimento y el lugar necesario para vivir. La Tierra es un enorme recipiente, un receptáculo ilimitado, donde viven las almas de los difuntos y la mayoría de los personajes mitológicos.
Símbolo de Sugar. En la mitología vasca, Sugaar –también llamado Azucara, Sugoi o Maju– es una deidad vasca pre-cristiana masculina asociada a las tormentas y otros factores climáticos. Normalmente tiene la forma de dragón o de serpiente. Su rol primordial es el de unirse con su consorte Mari para generar las tormentas en la serranía.
Mari se casó con el dios Sugaar, también conocido bajo el nombre de Sugoi o Majue es una serpiente macho o dragón, que según la tradición mitológica vasca es el amante divino de Mari que habita en la cueva de Balzola sólo asoma a la superficie cuando va a encontrarse con la diosa. Tiene la capacidad de transformarse en un ser humano. Representa las fuerzas masculinas celestes simbolizadas arquetípicamente como una serpiente-rayo. Cuando Mari se acopla con Sugaar generalmente los fines de semanas empezando los viernes, se desencadenan las peores tempestades, con granizo, piedra, rayos y truenos. Los vascos piensan que tuvo un orgasmo un poco violento y que es eso causa las terribles tormentas, terremotos etc.. No es un castigo de unos o más dioses cualesquiera como se se lo explica en otras creencias, sino que es la propia dualidad incontrolable de la diosa cuando se excita.
Mari tiene dos hijos: Mikelatz o Mikelats y Atarrabi o Atagorri, que están siempre enfrentados, una representación paleocristiana del bien y del mal.
Mari con Sugar además tuvo a sus hijas: la diosa Basa Grande, la diosa Eguzki, y la diosa Hargi.
Mari es señora del Destino y de la Muerte. Como guardiana y señora del inframundo, no solamente es la específica divinidad lunar y nocturna, sino albergadora de las almas de los antepasados. Su santuario–cueva representa por sí mismo un lugar de ida y vuelta, de transmutación y transformación, de regeneración, en suma. La caverna, como el mundo subterráneo que alberga a los muertos, es lugar-límite, prohibido y transgredido a la vez. Ella misma vive del “no” , la “negación”, el “envés”, es decir “la otra cara” de las cosas: la muerte, la negatividad, oscuridad y nocturnidad.
En efecto, se dice que Mari vive de la negación de lo que es y de la negación de lo que no es, abordando de este modo las tensiones en la realidad circundante a fin de equilibrar los opuestos.
“La sabiduría ancestral condensada en Mari, enseña que “lo dado a la negación la negación lo lleva”(Ezaí emana, eak eaman; Ezagaz eta baiagaz bizi emen da). Nos muestra que faltar a la palabra, al otro, a la tribu, es ser maldito por romper la ley de los antepasados (mairuak). El compromiso con la propia tierra, con los seres humanos fruto de ella, es ineludible.”
Jakue Pascual y Alberto Peñalva, “El juguete de Mari”
Se le atribuía la costumbre de destruir a sus amantes (representantes del paredro / semilla a los que mataba el 14 de febrero en su identificación de la constelación flecha antes de devolverlos a la vida) porque no toleraba el dominio masculino, que ejemplifica la libertad femenina de la sociedad matriarcal.
Con los hombres se comporta de forma tiránica, o todo lo contrario, los llega a enamorar mostrándose como una mujer dócil y trabajadora, pero siempre con fin de impartir justicia por medio de la regla del no: si mientes, negando que posees algo que sí es tuyo, Mari te lo quita. Entre sus misiones está el castigar la mentira, el robo y el orgullo.
Mari es recogida en numerosas leyendas de diferentes formas, y es percibida bajo diversos aspectos. A veces se aparece en los valles, transformada en árbol con rostro humano, o como mujer con patas de cabra y garras de ave rapaz, o montando un carnero, o volando en un carro tirado por cuatro caballos… En cada sitio existe una historia, una leyenda, que habla de su origen (en muchos casos con elementos posteriores al cristianismo, como el demonio, el bautizo, etc). Aún se la venera y se la considera ancestra de los señores de Vizcaya. Se la representa en forma de árbol sagrado, un árbol santo representación muy antigua de la diosa (constelación Virgo), a cuya sombra los señores de Vizcaya presentaban juramento de observar las leyes, recuerdo de la primitiva función legisladora de la diosa.
[…] Mari quiere que sean respetadas las personas, prescribe la asistencia mutua y el cumplimiento de la palabra empeñada. Condena la mentira, el robo, el orgullo y la jactancia. Los delincuentes son castigados con la privación o pérdida de lo que ha sido objeto de la mentira, el robo, etcétera. Es corriente decir que Mari abastece su despensa a cuenta de los que niegan lo que es y de los que afirman lo que no es: ezagaz eta baiagaz, «con la negación y con la afirmación », los hombres pierden sus bienes que luego pasan a las arcas de Mari.”
J.M de Barandiaran, “Mitos del pueblo vasco”
A la Dama de Anboto se le atribuyen romances con humanos y el caso más sonado se refiere a su enlace con Diego López de Haro, Señor de Vizcaya y fundador de la villa de Bilbao. Frecuentemente se ha asociado a la “Dama” con personajes de la historia de Vizcaya, creando una simbiosis entre mitología e historia, dando lugar a leyendas con diversas versiones.
Otra de las leyendas cuenta cómo Doña Urraca, hija del rey de Navarra, se casó con Pedro Ruiz, señor de la casa de Muntsaratz de Abadiano. El hijo mayor, Ibon, era el destinado para ser el heredero de tan noble estirpe y odiado por su hermana menor: Mariurrika. Un día en el que se encontraban en el Amboto mientras el hermano dormía, después de comer, movida por el odio y la envidia arrojó a su hermano, con la ayuda de una criada, por las verticales paredes de la montaña. A su regreso dijo que su hermano se había despeñado. Acosada por la conciencia, una noche se presentaron en Muntsarantz los Ximelgorris o genios diabólicos. Desde entonces ha desaparecido y se dice que habita en las cuevas de Amboto.
Mari habita y es vista en todos los montes vascos. Su morada se encuentra en los picos más abruptos y elevados de Euskadi,. En su carácter de diosa telúrica, dicen que cada siete años cambia de morada, y en ese cambio se le puede ver surcar los cielos en un carro de fuego; dependiendo de la cumbre que habite, así será el tiempo que haga, lluvioso o seco. Mari es la encargada de llevar el buen y el mal tiempo de un lado a otro en el País Vasco y se dice que cuando Mari está en Amboto llueve, cuando está en Aloña hay sequía y cuando está en Supelegor las cosechas son abundantes.
Su presencia se hace incluso visible para el que observa el efecto del perfil de las montañas que se asemeja a una dama tumbada: la nariz de la dama (el Alluitz), el cuello (el llamado paso del diablo o puente del infierno (infernuko zubia) y los pies (el Amboto).
Utiliza los siguientes nombre entre otros muchos: Aketegiko Damea (La Dama de Aketegi), Yona Gorri (Señora Roja), Txindokiko Mari (Mari de Txindoki), Aralarko Damea (Dama de Aralar), Arrobibeltzeko Andra (Señora de Arrobibeltz), Lezeko Andrea (Señora de la Caverna) en Ascain, etc…“ La más importante de sus moradas es la cueva de la cara este del Amboto, a la que se conoce como «Cueva de Mari» («Mariren Koba» o «Mariurrika Kobea»), que atribuye a Mari el nombre de «Mari de Amboto» o «Dama de Amboto» («Anbotoko Dama»), y hoy, Anbotoko Sorgina (La Bruja de Anboto).
Mari también existe en la mitología del alto Aragón bajo el nombre de Mariuena.

Fuentes:
·                                 Wikipedia
·                                 http://www.celtiberia.net
·                                 https://www.facebook.com/kondaira.net
·                                 J.M. de Barandiaran, “Mitos del pueblo vasco”
·                                 Mari: Diosa Madre de la antigua Europa
·                                 La Diosa Mari (Europa Indígena)
·                                 Diosas de Galicia con equivalentes célticos o indoeuropeos     http://anuariobrigantino.betanzos.net/Ab2007PDF/2007%20089_116.pdf
·                                 http://letras-uruguay.espaciolatino.com/alzugarat/los_mitos_vascos.htm
·                                 https://www.tartessos.info/diosa/mari.htm
·                                 http://abarka.free.fr/index.php?page=GeniesE&lang=Es
·                                 http://decoartmunitis.wordpress.com/category/mitologia-vasca/

jueves, 29 de octubre de 2015

Las Tres Madres o “Matres”



LAS TRES MADRES O MATRES


Matres es un título en latín (que significa, literalmente, ‘Madres’) dadas a estas Diosas madres, que a menudo son representados como una tríada de figuras. Estas antiguas divinidades femeninas de nombre colectivo merecen especial atención como Matronas, númenes benéficos, de carácter regional, y protectoras de los campos, veneradas en el noroeste de Europa entre el siglo I y el V d. C. También en el curso medio del Rhin. Son conocidas  por las inscripciones romanas en Gran Bretaña y puede estar representadas en los antiguos cuentos de Irlanda. Sin embargo, el centro del culto de las Matres es esencialmente dentro de los límites de la Tène-cultura (Tierras Centrales Célticas ) lo que sugiere fuertemente que este culto era de origen celta.


Las Matres son la triple diosa ctónica y fecunda de la naturaleza, una mujer muy vieja que se transforma en joven fértil y pródiga. Las sacerdotisas de la Madre eran las protectoras del clan, contra las hambrunas y las enfermedades. La diosa triple también están relacionada con las aguas y la salud, pues a ella estaban consagradas fuentes y pozos de propiedades curativas.
Eran tres, protectoras de la fecundidad humana y de la fertilidad de los campos, pues llevan cestos de frutas y van acompañadas de niños. Se relacionan de modo transparente con diversas divinidades femeninas triádicas, vinculadas a la fecundidad, que se citan en los ciclos mitológicos. Como otras deidades de este tipo, las Matres tenían también una vinculación con el inframundo.
Tienen, asimismo, un carácter mistérico, que proviene de su transformismo y representación múltiple, avalado desde su más remota antigüedad. Ha quedado una buena muestra de las mismas en el folklore europeo. Aparecen en numerosas representaciones escultóricas como tres diosas, sedentes en la mayoría de los casos, con productos de la tierra en sus manos. Otros motivos incluyen representaciones de sacrificio-incluyendo la quema de incienso, cerdos y copas llenas de frutales y decoraciones de frutas, plantas y árboles. Además, aparecen las serpientes, los niños y los pañales.
El culto a las Matres estaba especialmente extendido en las regiones célticas, habiéndose descubierto en Britania diversos restos escultóricos e inscripciones relacionadas con ellas,8 Galia, Germania, norte de Italia y el norte de España celtíbero. En la medida en que el culto tuvo una extensa área de practicantes, ocurrió que las identidades de las Matronae se diversificaron. Difirieron mucho de un lugar a otro, con muchísimos nombres, algunos de ellos expresando su patronato de una localidad: Deae Matres (o Matrones), los Suleviae, Alaferhuiae, Aufaniae, Cartovallensiae, Rumaneheihae, Domesticae, Comedovae, Vatviae y muchos otros. En Glanum, Provenza, fueron llamadas las Glanicae. Su número era el más probablemente influido por la tradición celta del triplismo, que consideraba al número tres particularmente de buen augurio.
Hay también numerosas diosas matronales individuales en el Norte de Europa (Mammau), muy difícil de distinguir de sus variedades triples (de las que derivan con frecuencia, o viceversa), aunque la versión triádica está claramente relacionada con las hadas de la mitología griega y las furias de la mitología romana, y con las nornas de la mitología nórdica,
A la diosa celta Briga o Brigid se le relaciona estrechamente con la imagen de las Tres Madres. La producción de alimentos, la fertilidad de la tierra y la fecundidad de la Madre Naturaleza son todas las funciones clave de la Diosa Madre. Briga tiene tres aspectos diferentes que son todos partes de la misma diosa sin edad. Los aspectos separados de su triple naturaleza es una ordenada división del trabajo para esta diosa con multiples facetas de origén solar.
Podríamos definir la imagen de la Matre como el del ideal o resultado sociológico de las mujeres que asumen un importante papel en los asuntos de la colectividad como. gobernantas, protectoras, sanadoras, nutricias y fecundas: la «especie del sistema matriarcal» que regía a los celtas y otros pueblos europeos,
La dedicación a las Madres Aufanian Museo: Bonn, Rheinisches Landesmuseum


miércoles, 28 de octubre de 2015

Diosa de la madre tierra



                           DIOSA DE LA MADRE TIERRA

 La Pachamama, es la principal Diosa de la Vida para los peruanos, bolivianos, y los indígenas y habitantes del nordeste Argentino.

 Simboliza la fertilidad de la tierra y su sanación, las semillas y los frutos, las estaciones, los tejidos, los metales, la cerámica, el chamanismo y la sanación.
Representa la completud, la contención y la fecundidad, lo que comienza y termina. También se la conoce como Mama Pacha.
Según una versión de su leyenda, Pacha es universo, mundo, tiempo, lugar, mientras que Mama es madre.
La Pachamama, agrega, es un dios femenino, que produce, que engendra.
De acuerdo con otra leyenda, el mito de la Pachamama debió referirse en un principio al tiempo, vinculando este término con la tierra: el tiempo que cura los dolores, el tiempo que distribuye las estaciones, fecunda la tierra. Pacha significa tiempo en lenguaje kolla, pero con el transcurso de los años esta palabra terminó confundiéndose con la tierra.
Se cree que Pachamama creó el sol, la luna y las estaciones, llamadas Pachamitas.
Habita en la Cruz del Sur.
El mito nos relata que en el principio de los tiempos ella bajó de las estrellas hacia la tierra, para crear vida en ella. Junto con Pachacamac forma la Pareja Sagrada.
Pachamama es la Madre Cósmica, la Gran Madre Tierra, el Universo en su totalidad. Es hombre y mujer a la vez, es la tierra y el tiempo.
Ella es todo.
En las áreas Andinas de Sudamérica, la tierra tiene un significado fundamental.
Esta Diosa de la Madre Tierra es una divinidad a la que se le ofrecen oraciones, ruegos, súplicas y cánticos. Ella da la vida, el alimento y nos sustenta.
La Pachamama hacer crecer las cosechas, multiplica el ganado, cuida los animales silvestres y bendice a los artesanos.
En sus rituales se bebe y el primer trago, en su homenaje, se arroja al suelo, en señal de respeto y de homenaje. En todo el Noroeste Argentino esta celebración se hace para agradecer, pedir y bendecir los frutos que nos ofrenda la Madre Tierra.
 Su enojo puede provocar cualquier tipo de desastre natural: terremotos, maremotos, huracanes, aludes. Así como nos dio la vida, también nos la quita.

“El poder de la Pachamama es tan diverso que de la misma forma como nos puede enfermar nos puede curar. Necesitamos mover todos los espíritus cuando nos bañamos en una cascada y así nos sanamos. Sabemos qué planta es guardiana, qué hoja sana frotándola con otra, comiéndolas, bebiéndolas en infusiones. Así como está nuestra relación con las plantas está con el cosmos.
Sabemos que al sembrar damos vida, multiplicamos vida, nos hacemos acompañar por la vida del Universo.”
Su fiesta es el 1º de agosto. Ese día se la venera de forma especial, depositando comida y bebida en el interior de su cuerpo. Estas ofrendas tienen la finalidad de despertar a la Pachamama luego de su descanso invernal. Este ritual se realiza antes de comenzar la época de la siembra, por lo que se busca que la diosa manifieste nuevamente su fertilidad y su poder.
Ella está en nosotras, ella es nosotras y nosotras somos ella, pues de ella provenimos y a su gran matriz volveremos al morir. Pachamama nos da todo lo que nos es necesario, aquello que le pidamos, y nos solicita a cambio que distribuyamos sus dones.
De esta manera, nos enseña a ser generosas, a distribuir y a compartir.
El culto a esta diosa expresa la unión de la Tierra con los Sagrado Femenino que vive en la Naturaleza, las mujeres y la comunidad.
Practicar sus ritos nos mantiene unidas a aquellas mujeres que en la antigüedad celebraban de igual manera las festividades de otras diosas de la Madre Tierra como Demeter.
Pachamama nos recuerda que poseemos dentro nuestro poderes ancestrales: los de la chamana, los de la curandera y los de la sacerdotisa. Ella hace revivir en nosotras a nuestra bruja interna y para ayudarnos nos provee de hierbas y piedras. Todo está allí para que podamos utilizarlo, y debemos cuidarlo para que permanezca para las próximas generaciones.

martes, 27 de octubre de 2015

De Innana a Venus, el culto a la Diosa Madre a través de los siglos



De Innana a Venus, el culto a la Diosa Madre a través de los siglos.

El poema de Gilgamesh, una de las obras magnas de la mitología sumeria, así como uno de sus poemas mejor conocidos, hace referencia en muchos de sus epígrafes a la existencia de una diosa cuya ira y celos desencadenarían la desgracia del protagonista de la narración. Nos referimos, por supuesto, a la diosa conocida en el mundo sumerio como Innana que, como consecuencia de su desamor por Gilgamesh, se nos muestra en esta obra literaria como una deidad vengativa y belicista, que no responde sin embargo con su principal atribución como diosa del amor y la fertilidad.

 Pronto su culto mostraría una rápida extensión, fruto del contacto del pueblo sumerio con otros pueblos orientales. Si en los inicios de las cosmogonía mesopotámica la Diosa era considerada únicamente como la Diosa del amor y la fertilidad, pronto su puesta en contacto con los pueblos semíticos alteró su personalidad, de modo que en el mundo sumerio, por ejemplo, Innana no sólo era considerada el reflejo del amor, sino también como promotora de la guerra y así mismo se la erigió como la protectora de la ciudad de Uruk.
De forma temprana el sincretismo religioso actuará sobre su figura, pues a la llegada de los acadios se absorbe y adapta su culto bajo el nombre de Ishtar. Tan fuertes serán las mutuas influencias en el plano espiritual de estos pueblos que ya para el tercer milenio a.C. resultará imposible hablar de Ishtar sin referirnos así mismo a la Diosa Innana, a pesar de las claras diferencias que en sus personalidades pueden observarse. Aún más tarde, los contactos entre los pueblos orientales producirán nuevos sincretismos, de modo que la amorosa Innana se convertirá, no sólo en la belicosa Ishtar, sino también en la Astarté fenicia y en las grecorromanas Afrodita y Venus, hallando incluso reflejos en las creencias hebreas, donde responderá al nombre de Astaroth. Su figura beberá así de todos los pueblos acerca de los que recibe influencia y tomará un carácter donde primará, por encima de todo, su sed de poder y una tendencia justiciera (aunque paradójicamente, raras veces justa) que anhela el equilibrio de la naturaleza y la humanidad, un concepto que si bien por lo general no despierta muchas atenciones en el ámbito más occidental de su veneración, tendrá una profunda influencia en la zona de Siria.
También en la cultura babilónica se la relacionará con el amor, la guerra y la fertilidad, asociando a ella la práctica de un culto que incluye, entre otros rasgos, la realización de una serie de actividades dentro de los templos dedicados a la deidad generalmente descritas como ‹‹prostitución sagrada››, para cuya naturaleza, sin embargo, no se han puesto de acuerdo los principales especialistas en la materia, distinguiéndose así dos grandes grupos de estudiosos con visiones opuestas. En el primero de los grupos contamos, de una parte, con aquellos especialistas que confirman la realización de este tipo de actividades y, en segundo lugar, tenemos el grupo conformado por aquellos analistas que consideran que el único testimonio que garantiza la autenticidad de dichas prácticas es el dejado por los autores grecolatinos, cuya documentación en lo que respecta al tratamiento de los pueblos del Próximo Oriente tiende, por lo general, a mostrar cierta ambigüedad y se dirige asimismo a una exageración que busca atribuir a dichos pueblos un carácter peyorativo. Mientras, dentro del panorama arqueológico no ha surgido aún muestra material que confirme o desmienta dicha hipótesis.
Sea como fuere, a este respecto, en general, la deidad femenina de los mil nombres suele ser representada y comprendida como una suerte de Diosa Madre, muy vinculada a la naturaleza, la fertilidad y la pureza de las aguas, y cuyo culto se extenderá rápidamente por el Oriente Medio, donde recibirá una serie de títulos honoríficos que comprenden, entre otros, el de Reina del Cielo y Señora de la Tierra. 
Su asimilación por parte del pueblo fenicio, con todas sus variantes, pronto desembocaría en la concepción de un nuevo tipo de diosa, conocida por ellos como Astarté, cuya representación bebe a partes iguales de su dedicación al amor y el placer carnal y, minoritariamente, de su vinculación con el mundo bélico, mostrándose en sus representaciones como una mujer desnuda o bien cubierta sucintamente por suaves vestiduras, que lo mismo aparece acompañada por bailes y procesiones que por símbolos de poder como esfinges o leones. No será extraño asimismo, encontrar en sus templos y lugares de culo grupos de ajuares y ofrendas dedicados a ella, entre los que se incluyen depósitos de armas y otros atributos que se relacionan con el mundo de la guerra, como miniaturas de carros o representaciones de équidos.
Pronto la expansión comercial fenicia, a la que hemos hecho referencia ya en entregas anteriores de esta revista, comienza a mover a lo largo y ancho del Mediterráneo no sólo materiales de valor puramente económico, sino también una serie de técnicas, comportamientos y creencias cuyo ámbito sagrado se filtrará paulatinamente dentro de los pueblos contactados hasta echar profundas raíces. Aparecerán así, objetos que han sido tradicionalmente vinculados con las ofrendas a la diosa, incluyéndose entre ellos piezas destacadas como los thyniateria (quemadores de incienso), pebeteros y otros objetos en los que comienzan a aparecer con una cierta asiduidad los símbolos de la diosa: figuras aladas, seres mitológicos como esfinges y grifos, leones y aves, que se extenderán hacia la zona occidental del Mediterráneo, afianzándose así fuertemente el culto de la diosa Madre, que se vinculará además en las zonas costeras a la navegación y la protección de los marinos y que se fijará de forma especial en el mundo ibérico, donde su carácter bélico se maximizará. Aquí se adaptará a las características de una sociedad en la que la heroicidad y el manejo de las espadas eran entendidos como elementos de prestigio.
La rápida extensión de su culto, así como su recia fijación en el seno de la religiosidad de las culturas más occidentales, han dejado múltiples testimonios arqueológicos en toda la región mediterránea. Los pebeteros mencionados más arriba se harán sumamente comunes y cada vez más complejos, apareciendo en ellos una decoración con forma de cabeza femenina, cuyo éxito en zonas como Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla, Murcia) se hará tan notable que pronto dichas piezas comenzarán a fabricarse en serie mediante el uso de moldes.
De igual modo encontramos en la Península otros objetos arqueológicos que nos remiten a su culto: la aparición de las grandes Damas, con sus elaborados atavíos y sus ajuares armamentísticos no hacen sino remitirnos nuevamente a la asimilación de un culto que se transforma bajo las propias creencias de las poblaciones ibéricas.
Sin embargo, estas piezas no serán las únicas: han sido hallados numerosos testimonios relacionados con su veneración en lugares como Ebla, Mari, Alalah, Ugarit, Nippur o Emar; e incluso en Egipto, donde el culto de la Diosa Ishtar se ha vinculado al de Shaushga.
Esta amplia extensión de la adoración a la diosa trajo consigo, sin embargo, una concepción localista de la misma; esto es, tomará diversas personalidades y rasgos acentuados en función de las distintas culturas sobre las que su culto influye. Encontraremos de ese modo, una personalidad compleja y cambiante, cuya influencia en diversas regiones llevará a la acentuación de unos rasgos específicos: se distinguirán así varias zonas de influencia, donde la imagen de diosa justiciera, su vinculación a la salud, al mundo animal o a la veneración de cuerpos celestes como el Sol y Venus (entendidos respectivamente como las estrellas de la mañana y de la noche, un culto que sin embargo desaparecería antes de la mitad del tercer milenio a. C.) destacarán sobre los demás. Asimismo, su ligazón con el mundo de la guerra desencadenará concepciones distintas, como hemos visto, desarrollándose vertientes radicalmente opuestas y distinguiéndose así claramente la región egipcia, donde se destaca fundamentalmente este aspecto y se la relaciona con la presencia de carros y caballos y, en segundo lugar, con el mundo fenicio, donde son escasas las referencias arqueológicas dedicadas al carácter guerrero de la Diosa.
En conclusión, podemos hablar de la veneración dedicada a una diosa cambiante y compleja, cuyas características relacionadas con el ámbito de la fecundidad, la pureza y el amor llegan a quedar totalmente eclipsadas por su vertiente más oscura y fatalista.
Una Diosa Madre cuyo amor y odio a partes iguales estimulan el equilibrio del mundo con el hombre y viceversa, pero cuyas pasiones traen a menudo la desdicha de aquellos que se entrometen en su camino al poder o que rechazan sus favores, tal como ocurre en el caso concreto de Gilgamesh, que comentábamos al comienzo de esta entrega.
Esta imagen bella y terrible no ha de extrañarnos, pues constituye una constante en la representación de la mujer dentro de las religiones del momento, en la que se odia y ama al mismo tiempo y trata de prevenirse al género masculino acerca de sus virtudes y defectos. Constituye indudablemente una tendencia paradójica pero habitual, que sobrevivirá al paso de los siglos y milenios en el culto de los pueblos en torno al Mediterráneo. 
Tomado de:
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Bibliografía|
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BONNET, C., “Astarté: dossier documentaire et perspectives historiques:(contributi alla storia della religione fenicio-punica-II)”, Consiglio nazionale delle ricerche, 1993.
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OLIVA MOMPEÁN, J. C., “Ishtar Syria: la deidad semítico-occidental en los textos acadios del oeste“, Murcia: Universidad de Murcia, 1994.
RODRÍGUEZ MUÑOZ, R., “De mujeres y diosas en la religiosidad fenicia y púnica”, Fenimismos, 20, pp. 143-164, 2012.
ZETTLER, R. L. “The Ur III Temple of Inanna at Nippur. The operations and organization of urban religious institutions in Mesopotamia in the late Third Millennium B. C. “, Berlín, 1992.

lunes, 26 de octubre de 2015

Cuatro Leyes de la espiritualidad




1) La primera dice: “La persona que llega es la persona correcta”, Es decir que nadie llega a nuestras vidas por casualidad, todas las personas que nos rodean, que interactúan con nosotros, están allí por algo, para hacernos aprender y abrazar en cada situación.
2) La segunda ley dice “lo que sucede es la única cosa que podía haber sucedido”. Nada, pero nada, absolutamente nada de lo que nos sucede en nuestras vidas podría haber sido de otra manera. Ni siquiera el detalle más insignificante. No existe el: “si hubiera hecho tal cosa…hubiera sucedido tal otra…”. No. Lo que pasó fue lo único que pudo haber pasado, y tuvo que haber sido así para que aprendamos esa lección y sigamos adelante.
Todas y cada una de las situaciones que nos suceden en nuestras vidas son perfectas, aunque nuestra mente y nuestro ego se resistan y no quieran aceptarlo.
3) La tercera dice: “En cualquier momento que comience es el momento correcto”.
Todo comienza en el momento indicado, ni antes, ni después. Cuando estamos preparados para que algo nuevo empiece en nuestras vidas, es allí cuando comenzará.
4) Y la cuarta y última: “Cuando algo termina, termina”. Simplemente así. Si algo terminó en nuestras vidas, es para nuestra evolución, por lo tanto es mejor dejarlo, seguir adelante y avanzar ya enriquecidos con esa experiencia.
(http://www.losarcanos.com )

domingo, 25 de octubre de 2015

LA REVOLUCIÓN PATRIARCAL y EL FIN APARENTE DE LAS DIOSAS



LA REVOLUCIÓN PATRIARCAL y EL FIN APARENTE DE LAS DIOSAS

De la misma forma que un pueblo lleva a cabo la devaluación simbólica del pueblo enemigo para lograr que sus habitantes se odien y traten de exterminarse mutuamente, el hombre ha necesitado una operación simbólica de gran envergadura para dividir la realidad en dos esferas y lograr que la mitad de la Humanidad se subyugue a la otra mitad.
 
El patriarcado, como veremos, comenzó con una rebelión llevada a cabo por hombres, pero no por todos los hombres del planeta. Es decir, no fue una revolución de varones contra mujeres, sino una revolución de hombres violentos contra hombres pacíficos, mujeres, niños, animales y recursos naturales. Todo proceso de colonización tiene su dimensión militar, política y económica, pero también cultural. Para derrocar las deidades femeninas y sustituirlas por dioses masculinos, primero fue necesario despreciar la feminidad y caracterizarla como una categoría ontológica inferior, lo que sirvió para imponer una nueva cultura y una nueva religión en torno a una ideología violenta, dominadora y excluyente.


Los estereotipos patriarcales sobre las mujeres las han presentado siempre como símbolo de la naturaleza, lo irracional, lo turbio, lo emocional, lo contaminante. La feminidad se relaciona, en el imaginario colectivo, con lo salvaje, la maldad, la impulsividad, la ignorancia y la estupidez, la incapacidad, la cobardía, la debilidad (entre otras muchas cosas negativas). Probablemente esta necesidad de denigrarlas simbólicamente se debió a su poder mágico para procrear, pues los seres humanos tardaron muchos años en entender el proceso por el cual los espermatozoides fecundan un óvulo y dan lugar a una vida nueva. Hasta este siglo, el hombre no ha podido sentirse una pieza clave del proceso de creación de una nueva vida, y tampoco ha podido saber con seguridad si los hijos de su compañera eran suyos; quizás este miedo a perder energías y recursos en hijos de otros ha sido lo que ha motivado la reclusión de las mujeres en el ámbito doméstico y la constricción o limitación de su sexualidad.

En este artículo nos vamos a centrar en la dimensión cultural del sistema patriarcal. Seguiremos a Joseph Campbell, cuya tesis es que hacia el final de la Edad del Bronce y en el amanecer de la Edad del Hierro (alrededor de 1250 a.C. en Levante) existió una especie de rebelión contra el poder femenino que instauró a la fuerza una cultura patriarcal. En el seno de esta revolución patriarcal se eliminó la veneración a diosas o dioses de la fertilidad, y comenzaron a triunfar héroes masculinos con valores patriarcales como la capacidad de acción, la valentía, la fuerza bruta, la capacidad de herir y defenderse…pero también, como nos muestra la Historia de Occidente, la práctica de aniquilar y destrozar culturas, y de expoliar los recursos de los pueblos más débiles y pacíficos.

Las diosas, la vida y la muerte.





Las primeras representaciones simbólicas femeninas del Paleolítico (período que comenzó hace unos 2,5 millones de años (en África) hasta hace unos 10 000 años) son de carácter religioso. Antes de la revolución patriarcal, la mayor parte de las deidades humanas eran femeninas. En todo el mundo antiguo, desde Asia Menor al Nilo y desde Grecia al Valle del Indo abundan las estatuillas de la figura femenina desnuda, en diferentes posturas, de la diosa sostenedora y abarcadora de todo.

Martin-Cano sostiene que no es hasta la Edad del Bronce cuando aparece la figura del sacerdote, por lo que no tiene sentido pensar que en la Prehistoria había chamanes. La arqueología demuestra que durante los últimos 40.000 años de la Prehistoria humana sólo se rendía culto al Principio femenino, a la Madre Naturaleza, o a la Gran Madre Tierra, todas ellas variantes de un mismo mito. Numerosos antropólogos presuponen que entonces su culto era llevado a cabo por su representantes femeninas: sacerdotisas, magas, hechiceras, curanderas, hadas, chamanas, brujas, meigas, remedeiras/salud-dadoras, pharmaceuticas, vestales, adivinas. Posteriormente se incorporaron al culto varones que se travestían de mujeres y se auto emasculaban y convertían en eunucos, para representar y personificar en la Tierra, al paredro mortal de la Gran Diosa.
Esta idea la corroboran las obras de arte humanas más antiguas encontradas: las producciones simbólicas antropomorfas: esculturas, relieves y grabados de todos los continentes, son exclusivamente femeninas. Lo confirma Joseph Campbell para yacimientos tanto paleolíticos como Neolíticos de Europa:

... no se han encontrado objetos de arte humano anteriores al período auriñaciense, cuando aparecen de pronto las estatuillas femeninas. Hemos encontrado en Europa centenares de pequeñas figuras neolíticas de la Diosa, y casi nada en cuanto a figuras divinas masculinas. El toro y algunos otros animales, tales como el jabalí y el chivo, pueden aparecer como símbolos del poder masculino, pero la Diosa es la única divinidad visualizada en aquel entonces”. (Campbell, 1991) .

Según Armstrong (2005), la revolución neolítica había hecho que el género humano tomara conciencia de una energía creadora que invadía todo el cosmos. Al principio era una fuerza sagrada indiferenciada que convertía la tierra en una manifestación de lo divino: “Pero la imaginación mítica tiende a hacerse más concreta y circunstancial. Al igual que la adoración del cielo había conducido a la personificación del dios del cielo, la maternal y nutritiva tierra se convirtió en la Diosa Madre”.
Después de la revolución del Neolítico, los varones son considerados a menudo ineptos y pasivos; es la diosa femenina la que recorre el mundo, lucha contra la muerte y obtiene el sustento de la raza humana. La Madre Tierra, según Karen Armstrong (2005), se convierte en un símbolo del heroísmo femenino en unos mitos que, en última instancia, hablan de equilibrio y armonía restablecidos. La Diosa simbolizaba la vida y la fertilidad de las mujeres y de la tierra, pero su adoración presenta numerosas variaciones según las épocas y los lugares. Por ejemplo, en numerosos cultos la Diosa Naturaleza no es una Madre Tierra que alimenta, sino un personaje implacable, vengativo y exigente, según la antropóloga Armstrong:
 
“Los nuevos mitos Neolíticos siguieron obligando a la gente a afrontar la realidad de la muerte. No eran bucólicos idilios, y la Diosa Madre no era una deidad dulce y consoladora, porque la agricultura no se experimentaba como una ocupación pacífica y contemplativa. Era una batalla constante, una lucha desesperada contra la esterilidad, la sequía, el hambre y las violentas fuerzas de la naturaleza, que también eran manifestaciones de un poder sagrado. (…) La reproducción humana era sumamente peligrosa, tanto para la madre como para el hijo. Del mismo modo, la labranza de los campos sólo se lograba tras un duro y agotador trabajo”.
En la época del Neolítico, los cazadores veían que las mujeres eran la fuente de la nueva vida; eran ellas –y no los varones, de los que se podía prescindir- quienes aseguraban la continuidad de la tribu. Al igual que la Gran Diosa de los cazadores, la Diosa Madre del Neolítico demuestra, según Karen Armstrong, que aunque los hombres puedan parecer más fuertes, en realidad las mujeres tienen más fuerza y ejercen un mayor control que ellos. De ese modo la hembra se convirtió en un icono imponente de la vida en sí, una vida que requería el incesante sacrificio de hombres y animales.
En Mesopotamia, la Diosa Madre no es redentora, sino causante de dolor y muerte. Su viaje es una iniciación, un rito de transformación que se nos exige a todos. En Sumeria, Innana desciende al mundo de los muertos para encontrarse con su hermana, un aspecto soterrado e insospechado de su propio ser. Según Armstrong, en muchos mitos de este período, un encuentro con la Diosa Madre constituye la aventura definitiva del héroe, la iluminación suprema.

Ereshkigal, señora de la vida y la muerte, es también una Diosa Madre a la que se la representa pariendo continuamente. Para llegar hasta ella y alcanzar la verdadera iluminación, Innana tiene que desprenderse de la ropa que protege su vulnerabilidad, deshacerse de su egoísmo, abandonar su antiguo yo, asimilar lo que parece opuesto y hostil a ella y aceptar lo inadmisible: que no puede haber vida sin muerte, oscuridad y penurias. Según Fernand Comte (1992), Innana es una diosa astuta, voluntaria y reivindicativa: protege a Uruk y lleva a su ciudad la civilización. Diosa del amor y de la Guerra, manda en la vida y en la muerte.
Los babilonios la llamaban Ishtar, que simboliza la estrella de la montaña y la guerra. Según Comte, ella es “la estrella de la noche, es amor y voluptuosidad. Es siempre virgen, porque recobra su virginidad bañándose en un lago. Sus templos son lugares de prostitución. Bienhechora, acude a socorrer la impotencia sexual. Como diosa de la guerra es cruel”.

Los egipcios llamaban a la Diosa Madre Isis (diosa del año 1700 a.c), representada también como La Gran Maga, gran bienhechora, porque pone sus poderes mágicos al servicio de la vida. Lleva un disco solar. Es madre, protectora del amor y dueña del destino. Maga y curandera, según Comte su culto se extendió a todo el Oriente Medio.

Los sirios la llaman Astarté o Asherrat, y en India se conoce como Aditi, la benéfica: los himnos védicos la celebran como portadora de todas las plantas, de todos los animales y madre de todos los seres. Es la madre por excelencia y protectora de los partos. Según Comte, Aditi es la madre, el padre, todos los dioses; Aditi es todo lo que ha nacido. Es además la “No-ligada”, es la Libre, relacionada con la extensión, la amplitud. Es todo a la vez; es la suma, el origen y el fin, y al mismo tiempo, los contrarios; es la divinidad indiferenciada.

Otras representaciones de la Gran Diosa fueron: Abahíta (diosa persa de la fecundidad y de la aurora; es la alta, la poderosa, la inmaculada), Shing-Moo (la Inteligencia Perfecta de China, con una niña en brazos), Cibeles ( a la vez diosa de la Tierra y la Luna, maestra de las fieras, madre de los dioses, 900 a.c.), Amaterasu (diosa japonesa del sol y de la luz, del crecimiento y la fertilidad), Selene, diosa griega de la Luna llena, Artemisa o Diana, Afrodita, Amus (diosa de los celtas), Tetevina (diosa madre del dios de los aztecas).

Este concepto está también presente en el mito griego de Deméter y su hija Perséfone, que casi con toda seguridad se remonta al período Neolítico. En la antigua Grecia, Deméter era la diosa de los cereales y Señora de la Muerte y presidía el misterioso culto de Eleusis, cerca de Atenas. Según Samuel y Reyes , los antiguos cultos de la fertilidad siguieron siendo venerados en todo Israel; en el Pentateuco permanecen las huellas, silenciosamente implícitas en símbolos, de la sabiduría de la vieja Madre Tierra y su esposo serpiente. Joseph Campbell por su parte entiende que, en cuanto madre de todos los vivos, Eva debe ser reconocida como el aspecto antropomórfico perdido de la diosa madre. Y Adán, por tanto, debe haber sido su hijo, así como su esposo: porque la leyenda de la costilla es claramente una transmutación patriarcal (dando prioridad al varón) del mito anterior del héroe nacido de la Diosa Tierra, que vuelve a ella para renacer.

La sustitución masculina del poder femenino
Francisca Martin-Cano (2001), siguiendo a Campbell, defiende la idea de que la revolución patriarcal acabó con una cultura que veneraba la vida, la fertilidad y la capacidad femenina para procrear. Con el culto a la muerte, el poder de esta Diosa-Madre sufrió un proceso de depreciación simbólica a lo largo de la historia de Occidente. Las diosas serán difamadas, injuriadas, insultadas y derrotadas por sus hijos, como en la mitología griega, pero “permanecerán como una amenaza constante a su castillo de la razón, que está edificado sobre una tierra que ellos consideran muerta, pero que realmente está viva, respirando, y amenaza con escapárseles bajo los pies”.

El mito de la Gran Madre ha pervivido en numerosas culturas; en la nuestra lo ha hecho a través de la Virgen María como madre de Dios. Sin embargo, es importante destacar que fue la cultura  patriarcal la que convirtió a la Gran Diosa en “Madre de” Dios, que es un concepto bien distinto. A partir del Neolítico, la Diosa es la madre-esposa del dios muerto y resucitado, cuyas primeras representaciones conocidas se sitúan hacia el 5.500 a.C. según Campbell. El antropólogo defiende que la epopeya babilónica y el resto de las épicas neolíticas evolucionaron de este modo:
1) El mundo ha nacido de una diosa.
2) El mundo ha nacido de una diosa fecundada por un consorte masculino.
3) El mundo está hecho del cuerpo de una diosa por un dios guerrero masculino.
4) El mundo se creó sin ayuda de un poder femenino; fue un dios masculino.
Joseph Campbell (1964), explica en su obra que en la primera de las grandes civilizaciones, Sumeria (3500-2350 a.C.), la Gran Diosa de veneración suprema fue un símbolo metafísico totalizante, que abarcaba toda la realidad, la cognoscible y la incognoscible, el tiempo y la materia, lo oscuro y lo luminoso, lo masculino y lo femenino: “En los más antiguos mitos y ritos de la madre tanto los aspectos luminosos como los oscuros de esa mezcla de ambos que es la vida, habían sido honrados por igual, mientras que en los posteriores mitos patriarcales, orientados hacia el varón, todo lo que es bueno y noble se atribuía a los nuevos y heroicos dioses dominantes, dejando a los poderes naturales nativos sólo el carácter de oscuridad, al que ahora se añadía también un juicio moral negativo”.

Según Campbell, los nómadas arios desde el Norte, y los semitas del Sur, pastores de ovejas y cabras, impusieron violentamente estos héroes solares y dioses masculinos. Las literaturas de la primera Edad del Hierro están atravesadas por el tema de la conquista por un héroe radiante del monstruo oscuro y desacreditado del anterior orden divino, de cuyos anillos se obtendría algún tesoro: una doncella, una tierra, un regalo de oro o la liberación de la tiranía del propio monstruo. Según Jane Ellen Harrison, citada por Campbell, esta mitología se presenta “primero y principalmente como protesta contra la adoración del Tierra y los demonios de la fertilidad de la tierra. Así, el punto de vista patriarcal se distingue de la anterior visión arcaica porque separa a todos los pares de opuestos: varón y hembra, vida y muerte, bueno y malo, verdad y mentira, como si fueran absolutos en sí mismos, y no meros aspectos de la más amplia entidad de la vida”.

En Grecia, la voluntad y el Ego masculino, según Campbell, prosperaron de una forma que en aquella época fue única en el mundo, por la forma de una inteligencia responsable de sí misma, que considera racionalmente y juzga responsablemente el mundo de los hechos empíricos, con la intención última no de servir a los dioses, sino de desarrollar y madurar al hombre. Los rituales hindúes del sacrifico humano ante Kali ignoraban al individuo; eran disciplinas destinadas a inspirar y consumar una espiritualidad de devoción impersonal a los arquetipos mitológicos del orden social .

Pero en Grecia, con su apreciación apolínea de la forma individual, su belleza y su excelencia particular, el acento de los antiguos temas míticos básicos pasó del arquetipo repetido continuamente a la individualidad única de cada víctima en particular: y no sólo a esta individualidad particular, sino también a todo el orden de valores que podemos llamar “personal” en oposición a los impersonales. Este cambio trascendental es lo que Campbell señala como el milagro griego, y afirma que es comparable a una mutación psicológica evolutiva.

En la cosmogonía griega, quedó asegurado el reino de los dioses patriarcales del Monte Olimpo sobre la anterior progenie de la Gran Diosa Madre gracias a la victoria de Zeus sobre Tifón, (el menor de los hijos de Gea, la Diosa Tierra) . Esta victoria de las deidades patriarcales sobre las anteriores matriarcales no fue tan decisiva en la esfera grecorromana como en los mitos del Antiguo Testamento (en Grecia los dioses no exterminaron a las diosas, sino que se casaron con ellas, con lo cual siguieron teniendo poder e influencia). Según Joseph Campbell, la nueva mitología se utiliza para crear no sólo un nuevo orden social, sino también una psicología nueva, una nueva verdad, una nueva estructura de pensamiento y sentimiento humana a la que se atribuye alcance cósmico.

La batalla, como si fuera la de los dioses contra los Titanes antes del principio del mundo, en realidad se libró entre dos aspectos de la psique humana en un momento crítico de la historia, cuando las funciones racionales y luminosas, bajo el signo del Varón Heroico, derrotaron a la fascinación del oscuro misterio de los más profundos niveles del alma. Así, lo luminoso lo representan los dioses solares, y lo oscuro queda representado por las diosas femeninas.

Para la doctora Harding, el símbolo de los misterios femeninos mitificados es la Luna. En muchos pueblos abundan los vocablos que significan a la vez luna y menstruación, esta misma palabra quiere decir “cambio de luna”, pues mens se refiere al mes como medida de tiempo por los ciclos lunares. “para el hombre primitivo, el Sol es masculino y la Luna femenina”, idea vigente en tribus de América, África, Australia y la Polinesia en la actualidad. “Según los pueblos más primitivos, la Luna es una presencia benéfica cuya luz se considera indispensable para la germinación; es una fuerza fertilizante de eficacia general sin la cual ni los animales tienen crías ni las mujeres pueden tener hijos” .

No sólo se creía que la Luna era la causa del embarazo de las mujeres, sino que además las protegía y se invocaba su ayuda en el momento del parto. Harding sostiene que la Vieja Madre es, en verdad, un título general de la Luna, y que sus poderes fueron desde un principio ambivalentes: unos benéficos y otros maléficos. Eran simbolizados por la Serpiente, que tenía prestigio por su capacidad de autorrenovación, igual que la Luna y la mujer en sus ciclos.

Campbell cree que el culto a la Luna fue sustituido por el culto al Sol y a los dioses masculinos. Afirma también que el hecho de que la Gran Diosa Madre haya sido relegada, insultada, sustituida, y asesinada por sus propios hijos en la mitología griega sigue actuando como oponente en el inconsciente de la civilización actual, lo que ha creado una especie de neurosis de evitar todo lo que ella representaba (vida, fertilidad, sentimientos) y ha reducido nuestro pensamiento a pares de elementos (masculino/femenino), en los que uno prevalece sobre el otro, declarándose superior y conformando dimensiones jerárquicas que generan desigualdades.

Campbell defiende y demuestra en su obra que en todas las mitologías patriarcales la función de la mujer ha sido devaluada sistemáticamente, no sólo en un sentido simbólico cosmológico, sino también personal, psicológico.

(Coral Herrera Gómez)

BIBLIOGRAFÍA

1) Armstrong, Karen: “Breve Historia del Mito”, Salamandra, Barcelona, 2005.
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