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lunes, 16 de noviembre de 2015

El origen africano del antiguo Egipto y del renacer cultural en Grecia





La síntesis de la filosofía africana aporta datos sorprendentes sobre el origen de la cultura occidental. Ni los filósofos y literatos griegos surgieron de la nada ni la civilización egipcia nació en sí misma, como un milagro. El hilo conductor de ambos “milagros” culturales “egipcio y griego” está en la cultura africana. Y no podía ser de otra manera ya que nuestra especie, el homo sapiens, surgió en África hace tan sólo 200 milenios. Allí se dieron los primeros logros esenciales de la condición humana: el lenguaje oral y escrito y la emergencia del pensamiento sistematizado, de la dimensión ética y artística del género humano. Con gran profundidad Eugenio Nkogo demuestra que la civilización humanista vino desde África a Occidente a través de Egipto y Roma. Después de sufrir el esclavismo y el colonialismo, el pensamiento africano se está convirtiendo en la vanguardia de un nuevo movimiento que sigue ayudando al género humano en su ruta hacia un mundo más civilizado y libre.

 
Eugenio Nkogo Ondó es doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid. Siguió cursos de Ontología y Filosofía Contemporánea en la Universidad de París-Sorbonne. Ha sido lector en la Universidad de Ghana, Accra, Legon. Desde ahí se traslada a los Estados Unidos, trabajando en la Universidad de Georgetown, Washington D. C. De vuelta a España, ejerce como profesor adjunto en el Colegio Universitario de la Universidad de León. Catedrático de filosofía de Bachillerato, es miembro de la “Association des Auteurs Autoédités”. En la actualidad, ejerce como Catedrático en el “I.E.S. Padre Isla”, en León, y dedica su actividad a la investigación y publicación.


Ojos de Papel desea expresar su agradecimiento a Ediciones Carena y a su director, José Membrive, que tan gentilmente ha permitido la publicación de esta selección de textos del libro del profesor Eugenio Nkogo Ondó, Síntesis sistemática de la filosofía africana.


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Desde los tiempos más remotos, desde Homero y Hesiodo, fueron los griegos los primeros europeos que descubrieron África a través de Egipto. Grecia, en cuya colonia de Mileto nace la filosofía occidental a partir del modelo egipcio, fue un pueblo culto, interesado en hallar una nueva visión del cosmos naturalmente diferente de la de su ciudad estado. Sus grandes intelectuales, filósofos e historiadores, al embarcar en el norte de África, en Egipto, observaron que sus habitantes eran Aithíopes: eran negros y, ante esta evidencia, bautizaron a todo el continente (fudamentalmente lo que se extendía al sur a lo largo del río Nilo) con el nombre de Aithiopía o País de los Negros. El tono variado de la piel de estos negros y su posible localización geográfica fueron bien descritos por diversos autores, tales como Homero, Esquilo, Píndaro, Heródoto, Eurípides, etc., cuyos tipos fueron plasmados, a su vez, en el arte del espíritu apolíneo por diversos genios, como nos diría Nietzsche.


Esto significa que las características diferenciales que guardan las razas africanas actuales son las mismas que encontraron los griegos hace miles de años en su Aithiopía.
En este País de los Negros, al que yo mismo he llamado con razón suficiente el Egipto de la Negritud, se establecieron los negros africanos desde la más remota antigüedad, mucho antes de que Grecia emergiera de la historia universal. Se comprueba así que “la civilización egipcia en vez de ser un “milagro” es sin duda la coronación de la hegemonía que África había mantenido de forma ininterrumpida durante los primeros 3000 siglos de la historia humana”. En este Egipto de la Negritud, la vida terrena se unía a la del Más-allá y en ella el hombre vivía con sus muertos, como se observa hoy en las culturas tradicionales africanas; en ella, en último término, los muertos, los difuntos, después de haber atravesado las doce Puertas, después de haber obtenido la bendición de todos los dioses, se dirigían finalmente a Sekhmet, la hija de Râ, Maestra de la Tumba, Madre del horizonte celeste, para que ella escuchara la oración de su pueblo de origen:


“Escucha lo que dicen en sus propósitos
Los Negros y los Nubios:”
“Te glorificamos, o Diosa,
¡La más potente entre los dioses!
Los dioses Sesenu te adoran,
Así como los Espíritus que viven en sus ataúdes”


Inmerso en esa metodología de análisis de fuentes, el filósofo de la historia africana, basándose en el testimonio de las reconocidas huellas cuyas características antropológicas permanecen intactas, ha revelado la similitud existente entre la figura de Chéops, faraón de la IV dinastía y constructor de la gran pirámide de su nombre, con la de un Negro típico y actual del Camerún; y la figura del faraón Séti I, padre de Ramsés II, con la de un Watutsi actual; y las de la joven princesa y de las niñas de la dinastía XVIII egipcia con las de las típicas senegalesas del siglo XX; así como la figura (el Uréus) de un faraón con el busto yoruba de Ife o las estrías de las figuras de la cultura Nok de Nigeria con las egipcias, y así sucesivamente. Yo mismo he observado cierta semejanza entre la estatua en busto de Narmer, primer Faraón negro de Egipto, y la fisonomía de los Hutu actuales. De forma especial, se puede comprobar que las principales características de la imagen de ese Faraón tienen una semejanza casi total con las que nos ofrece la fotografía de Michel Kayoya, un filósofo burundés del siglo XX perteneciente a la raza Hutu. Las comparaciones establecidas por Anta Diop, junto con todas esas similitudes, pueden permitir a especialistas o a los egiptólogos de nuestros días que tengan el propósito de profundizar esta investigación etnológica llegar a una conclusión que demuestre que hay un gran porcentaje de probabilidades para asegurar que Narmer o Menès fue un típico Hutu, que Chéops fue un Fang, que Seti I y su hijo Ramsès II fueron Tutsi, etc.

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Como ha sido ya establecido, Egipto fue durante muchos milenios el reino de los faraones negros, donde floreció la primera revolución científica de la humanidad. En este sentido, al referirnos a la antigüedad de la filosofía africana en conexión con la filosofía griega, origen de la filosofía comparada, John Pappademos, en consonancia con George Sarton, ha asegurado que “Es infantil asumir que la ciencia empezó en Grecia”, por el hecho de que la ciencia griega “era menos una invención que un renacimiento”. Las complicadas operaciones matemáticas y geométricas llevadas a cabo en Egipto de la Negritud darán paso a las construcciones de las famosas pirámides. Como símbolo de este esfuerzo incomparable se cita universalmente, entre otras muchas celebridades, a Chéops, el típico negro parecido al camerunés actual, faraón de la IV dinastía y constructor de la gran pirámide de su nombre; a Kefrén quien erigió otra para conservar su memoria; a su hijo, Mikerinos, el que construyó la tercera pirámide de Gizeh, etc.

Las investigaciones más actualizadas demuestran que, tras la quema de la Bilbioteca de Alejandría, se perdieron los documentos que resumían el alto nivel del conocimiento adquirido por los intelectuales del Egipto de la Negritud. Sin embargo, se conservan, como se ha visto, ciertos testimonios como los mencionados Papiro de Moscú y Papiro Rhind, y algunos nombres de sus filófosos, tales como el matemático y arquitecto Senmut y el primer genio polifacético y universal, Imhotep, diseñador de las escalas de la pirámide de Sakkara e introductor de grandes innovaciones en la construcción de otras. A simple vista, se observa que la estructura de las pirámides egipcias reposa sobre una base cuadrangular, cubierta en el exterior, por lo general, por cuatro triángulos, y en el interior por una serie de subestructuras simétricas, cuya perfección no ha sido todavía alcanzada por la técnica más avanzada de los últimos siglos.
Pitágoras de Samos, que fue el primero que obtuvo un nivel satisfactorio en el aprendizaje de la geometría egipcia, pensó que el arjé era el Número, porque todo se cuenta, y porque el 10 era el Número por excelencia. La tetractus o la tétrada, lo representa como un triángulo que tiene el número 4 por lado. Esto es, sin duda, una reproducción de la exactitud de la base cuadrangular sobre la que se apoyaban o se apoyan todavía las pirámides egipcias, cubiertas verticalmente por cuatro triángulos. Sin embargo, la Papirología egipcia ha revelado que Pitágoras no procedió con honradez por no haber reconocido que el teorema que hasta hoy lleva su nombre, en el que demostró que en un triángulo rectángulo, el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos, había sido literalmente copiado de sus maestros egipcios, quienes la formularon y la desarrollaron en el problema nº 48 del Papiro Rhind, miles de años antes. Por eso, Heródoto, uno de los grandes intelectuales griegos más honestos de la época, tilda a Pitágoras de simple plagiario de los egipcios. De este mismo modo, Jámblico, otro de los honrados y biógrafo de Pitágoras, revela que éste permaneció en Egipto durante 22 años para aprender la geometría, la astronomía, etc. y asegura, por consiguiente, que “todos los teoremas de líneas (geometría) vienen de Egipto”.

Platón también aprendió la geometría en Egipto, entre otras disciplinas, como se ha demostrado anteriormente. En su período de madurez, afirma que esta ciencia “tiene por objeto el conocimiento de lo que existe siempre, de lo que no nace ni perece”. Por eso, ésta debe ocupar el segundo lugar, después del arte del cálculo, entre las materias que pueden conducir al alma desde la contemplación de lo sensible y visible a la contemplación de lo invisible e inteligible... De acuerdo con la dialéctica platónica, “la geometría atrae al alma hacia la verdad, forma en ella el espíritu filosófico, obligándola a dirigir a lo alto sus miradas, en lugar de abatirlas, como suele hacerse, sobre las cosas de este mundo”. En efecto, y con redundancia, la geometría, junto con el arte del cálculo, la astronomía, que también aprendió en Egipto, y la música, es una de las materias que forma parte de un programa general de aprendizaje. Este aprendizaje no sólo debe servir al filósofo, como lo fue en Egipto, sino a todos los individuos del Estado o de la República, para que abandonen, de una vez por todas, el nivel del conocimiento sensible y asciendan o se esfuercen por ascender al conocimiento racional.

Con el propósito de ser fiel a sus principios, pensó que era preciso regular de alguna forma tanto los contenidos como su método pedagógico. Así, en el portal que daba acceso a su Academia, se podía leer una inscripción que rezaba: “Que no entre aquí el que no sea geómetra”.


Desde sus orígenes, la razón geométrica ha seguido el curso imparable de su progreso histórico hasta llegar a la escuela de Alejandría. A partir de aquí, Eúclides tuvo la mejor oportunidad de reunir todo cuanto la concernía en una voluminosa obra que lleva el título de Elementos, en el siglo III a. C. Esta contribución dio un impulso definitivo al desarrollo de la geometría en todo el mundo y, de forma especial, en Occidente.

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Las investigaciones llevadas a cabo por los grandes egiptólogos del siglo XX han dado paso a una nueva ciencia que, en esta Síntesis, he dado el nombre de Papirología egipcia. En efecto, se trata, por primera vez en la historia del pensamiento, de un estudio riguroso de los distintos papiros egipcios que se han conservado. Éstos han sido presentados de acuerdo con el doble orden cronológico y temático de la manera siguiente:

El Papiro de Moscú y el Papiro Rhind, escritos más o menos hacia el año 2.600 a. C. en la época de la construcción de las Pirámides. El Papiro médico Adwin Smith, escrito más o menos hacia el 1.400 a. C. Y el más reciente, el Papiro demótico Carlsberg 1 a 9, del año 144 d. C., y el Carlsberg 9. Estos documentos nos explican detalladamente los descubrimientos científicos más antiguos y relevantes de la Historia del saber universal realizados en el Egipto de la Negritud. Pero, lo que excita curiosidad hasta hoy, es que estos descubrimientos hayan sido y siguen siendo todavía atribuidos a los filósofos y sabios griegos.


Una aproximación rápida al tema nos revela que el estudio de estos Papiros ha sido una tarea ardua para los egiptólogos, supuesto que han sido escritos en jeroglífico. El intento de su comprensión implica un triple esfuerzo: el de la lectura, el de la traducción y, finalmente, el hermenéutico.


El Papiro de Moscú se compone de 14 problemas. De entre ellos, el filósofo de la Historia nos ha traducido el texto íntegro del problema nº 10, en el que el egiptólogo alemán V. V. Struve señala que la última línea (6) contiene la expresión que ha sido objeto de controversias: “ges pw n inr” = “la mitad del huevo”. En otros términos, se trata de averiguar el cálculo exacto de la superificie de una semicircunferencia y, al mismo tiempo, de una circunferencia. El valor del pí descubierto hasta entonces era 3,16, próximo al actual 3,14. El problema se plantea y se desarrolla en múltiples apartados hasta topar con la solución correcta. A partir de estas operaciones, lograron el cálculo de la superficie de un cilindro exinscrito en una circunferencia cuya altura era igual al diámetro de esta.


El problema nº 14 trata ya del cálculo del volumen de una pirámide truncada y del cono, que coinciden con los planteamientos y las soluciones de los ejercicios números 56, 57, 58, 59 y 60 del Papiro Rhind, etc.. 2.000 años más tarde, Arquímedes atribuyó este último descubrimiento a Eudoxo después de haber atribuido el resto a sí mismo. Así, en su tratado Del método, comunica a su amigo, el geómetra Eratóstenes, que “su método mecánico (de los pesos de las figuras geométricas)” era la única “fuente oculta de sus principales descubrimientos”. Ante esta exaltación, Arquímedes ha sido acusado de falta de honradez por haber guardado silencio de estas “vías que seguimos hoy todavía, pero que él ha borrado cuidadosamente la huella de sus pasos” (97). En esta misma línea, en sus libros De la circunferencia y del cilindro o De la medida del círculo, no menciona niguna fuente egipcia y ni siquiera compara su valor del pi 3,14 con el 3,16 de los egipcios. En su tratado Del equilibrio de los planos o de su centro de gravedad, se olvida totalmente de que “debemos admitir que en cuanto a mecánica, los egipcios tenían más conocimientos de lo que podríamos imaginar” y de que “Los planos de los egipcios son tan exactos que los de los ingenieros modernos”. En su epitafio descubierto por Cicerón en Siracusa, se ensalzaba de que su descubrimiento más importante había sido el cálculo de la superficie de una circunferencia inscrita en un cilindro con una altura que medía igual al diámetro de aquella, sin tener en cuenta que los egipcios lo descubrieron milenios antes de él.
 

Por último, mientras Diodoro de Sicilia cree que Arquímedes inventó el torniquete durante su viaje a Egipto, Strabon atribuye el mismo invento a los maestros egipcios sin mencionar ni siquiera a Arquímedes.


El Papiro Rhind, como se ha anunciado, es el más extenso de los más antiguos y, además de plantear algunos problemas como el anterior, abarca una gran variedad de descubrimientos. Así, por ejemplo, demuestra, que el teorema atribuido a Tales de Mileto, por el que “haciendo coincidir el extremo de la sombra de un bastón, puesto verticalmente, con el extremo de la sombra de la Gran pirámide, se construye una figura idéntica a la que” los egipcios construyeron con la solución del problema 53, fue descubierto 1.300 años antes de su nacimiento. En el problema nº 48, se demuestra que el teorema atribuido a Pitágoras de Samos para establecer que en un triángulo rectángulo, el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos, fue descubierto en Egipto miles de años a. C. Por esta razón, Plutarco afirmó honestamente que los griegos eran conscientes de que este teorema era una típica invención de sus maestros. Y concluyó: “Los egipcios representaban el mundo en forma de un triángulo más perfecto, como Platón, en su política, parece haberlo empleado como símbolo de la unión matrimonial. En este triángulo más perfecto el lado vertical se compone de 3 partes, la base de 4 y la hipotenusa de 5. El lado vertical simboliza el hombre, la base la mujer y la hipotenusa el progenitor de ambos”. En la segunda parte de este mismo problema se presenta el cálculo de la Cuadratura del Círculo. Los problemas que van del nº 24 al 38 explican las operaciones correspondientes a las ecuaciones de primero y del segundo grado. Entre el 41 y 43 se desarrollan las fórmulas para hallar los volúmenes del cilindro, del paralelepípedo y de la circunferencia y, del mismo modo, en los que van del 49 al 52, se amplía el cálculo para las superficies del rectángulo, el triángulo y el trapecio. Los incluidos entre los números 57 y 60 tratan de calcular la pendiente o inclinación de una pirámide, a partir de las líneas trigonométricas habituales: seno, coseno, tangente o cotangente. Los que caen entre los números 64 y 79 tratan del Álgebra, de todas las series matemáticas, del análisis de los gnomons, de la tetractus o tétrada de Pitágoras, así como su empleo de los signos jeroglíficos egipcios, etc,.

El Papiro médico Adwin Smith nos abre un nuevo horizonte para contemplar una realidad distinta, este consiste en el planteamiento del problema de la investigación de las funciones del cerebro en una época en que el tema era desconocido, lo que demuestra que el autor o los autores del documento tenían un conocimiento científico de la dependencia del cuerpo respecto al cerebro. Este descubrimiento se remonta a 1400 años antes de Demócrito de Abdera, a quien se lo habían atribuido en Grecia. Por otra parte, este mismo documento nos presenta unos 48 casos de cirugía ósea y de patología externa, un trabajo que ha sido no sólo admirado sino también adoptado por la ciencia moderna. Se trata del “descoyuntamiento de la mandíbula, de las vértebras, de las espaldas, de la perforación del cráneo, de la fractura de la nariz, de las clavículas, de la fractura del cráneo sin rotura de meninges, etc.” De acuerdo con estas antiguas investigaciones, se ha llegado a la conclusión de que “estas observaciones clínicas tienen una gran precisión y rinden homenaje a los cirujanos, del Antiguo Imperio 2.600 a. C., que vivieron 2.000 años antes de Hipócrates”.


El Papiro demótico Carlsberg 1 a 9 plantea diversos temas. Así, por ejemplo, el Carlsberg 1 explica las leyendas relacionadas con la importancia o significación de las décadas en la antigua astronomía egipcia. Según esto, el año estaba dividido en 36 décadas o períodos de diez días, que estaban regidas por una constelación, y arrojaban “360 divisiones o “grados” del círculo, base de la primera división sexagesimal conocida en la historia de las ciencias”... El Carlsberg 4 trata del diagnóstico y de las fórmulas de la terapéutica tradicional, en Egipto, y su posterior adaptación por Hipócrates. Los siguientes se refieren a las fuentes de todos los calendarios diagonales de los sarcófagos, de la orientación de los monumentos, del establecimiento del calendario astronómico desde 4.236 a. C. En general, la orientación de los grandes monumentos obedecía a los criterios de una ciencia astronómica segura, de manera que su número y posición se relacionaban con “los cuatro puntos cardinales con un error siempre inferior a un grado en relación al verdadero norte”.


De la misma manera que inventaron la geometría, sobre todo, los egipcios fueron los inventores exclusivos del calendario que ha llegado hasta nuestros días, sin haber sufrido a penas ninguna modificación. Inventaron el año compuesto de 12 meses de 30 días, es decir 360 días, más los cinco días correspondientes a los siguientes dioses egipcios: Osiris, Isis, Horus, Seth y Nephtys. De acuerdo con eso, el año se dividía, pues, en 3 sesiones de cuatro meses, el mes tenía 3 semanas de 10 días y el día 24 horas. Se dieron cuenta de que “a este año le faltaba un cuarto de día para corresponder a una revolución sideral completa”. De este modo, a partir de 4.236 a. C., inventaron el último calendario, el astronómico civil, en el que se incluía “el retardo o cambio de tiempo de un cuarto de día al año”, para obtener 365 días. El retardo acumulado arrojaba una cifra de 24 horas al cabo de cuatro años. Pero, “en lugar de añadir un día a cada período de cuatro años y establecer un año bisiesto, los egipcios prefirieron la solución magistral que consiste en seguir este cambio de tiempo durante 1.460 años”. Habría que enfatizar que este descubrimiento incomparable tuvo lugar 3.600 años antes del nacimiento de Tales de Mileto y 2.800 antes de la emergencia del pueblo griego en la historia, sin embargo, Diógenes Laercio y otros griegos hicieron el milagro de atribuírselo a él. El apogeo de la investigación astronómica en el Egipto de la Negritud nos transmitió este hallazgo genial que ha sido reconocido como “el único calendario inteligente que jamás haya existido en la historia humana”. Esta precisión o cultivo de la ciencia astronómica ha sido heredada por el pueblo Dogon, habitante de la república de Malí, en el que cada una de sus tribus es especialista en el estudio de las fases o de la evolución de cada uno de los astros que pueblan los sistemas planetarios, como tendremos oportunidad de comprobar en los apartados de ´”El universo metafísico Dogon” y en el de “La observación y la intuición: fundamentos de la ciencia astronómica del pueblo Dogon”.
Algo tardío llega el Carlsberg 9, que describe los métodos de las determinaciones de las fases de la luna basándose exclusivamente en las fuentes más antiguas de la astronomía egipcia.

Junto a todas estas ciencias, los egipcios aplicaron su genio a otros campos del saber humano: inventaron también la Química y la Metalurgia del hierro e inauguraron una arquitectura con una perfección que no ha sido todavía alcanzada por la técnica más avanzada del siglo XXI. Se sabe que la palabra química es de origen egipcio y procede de kemit (negra), “por alusión a la larga duración de fusión y de destilación habituales en los “laboratorios” egipcios, para extraer los productos deseados”. Incluso el término se ha conservado en otras lenguas africanas tales como el Walaf, en la que hemit significa negro, carbón, etc. Se sabe que el instrumento más antiguo de hierro “es un cuchillo egipcio, probablemente fabricado entre 900 y 800 a. C”. Por último, sólo haría falta situarse delante de sus pirámides para disfrutar del fruto maravilloso de su genio arquitectónico.

Tras este breve recorrido a través de la Papirología egipcia, ciertamente, el egiptólogo de buena formación tiene razón suficiente para tildar de plagiarios a los pensadores griegos que, habiendo bebido de la fuente del saber egipcio, no hayan reconocido la carga de la herencia que pesaba sobre ellos.


“Lejos de la idea de que Arquímedes y los griegos, en general, que llegaron tres mil años después que los egipcios, no hayan avanzado más que estos en los distintos campos del saber, sólo quisieramos subrayar que, como sabios, deberían haber indicado claramente lo que ellos heredaron de sus maestros egipcios y lo que realmente aportaron. Pues, casi todos han fallado en cumplir esta norma elemental de honestidad intelectual.”

domingo, 15 de noviembre de 2015

Mitología (tradiciones) bereber




La mitología bereber es el conjunto de antiguas creencias y deidades del pueblo bereber en sus territorios históricos en el norte de África. Muchas de las antiguas creencias bereberes tuvieron un alcance local, mientras que otras fueron importadas o producto de diversas influencias, debido al contacto que a lo largo del tiempo tuvieron estos pueblo con diversas mitologías: africana, egipcia, fenicia, ibérica y griega (especialmente en la época helenística; también tienen en ella una fuerte presencia judaísmo y del cristianismo. El influjo más reciente proviene del Islam y de la mitología árabe, que data de época medieval. Algunas de las antiguas creencias bereberes aún perviven en la cultura popular y en la tradición bereber.

 Prácticas funerarias
Las investigaciones arqueológicas en tumbas prehistóricas del noroeste africano han revelado que el cuerpo de los difuntos era pintado con ocre rojo. A los difuntos algunas veces se les enterraba con cáscaras de huevos de avestruz, joyas y armas. Los cuerpos se colocaban de lado, mientras que a otros se los enterraba en posición fetal.1
A diferencia de los bereberes, los guanches momificaban los cuerpos. En Libia, en 1958, Fabrizio Mori desenterró una momia más antigua que las momias egipcias que se han hallado hasta hoy.2

El culto a los difuntos

Los autores del libro The Berbers afirmaron que el culto a los muertos fue una de las características distintivas de los bereberes en la Antigüedad.3 Pomponius Mela informó de que los Augelae (modernamente llamados Awjila, en Libia) divinizaban a los espíritus de sus ancestros. Juraban por ellos y consultaban a sus espíritus. Después, tenían la costumbre de dormir en sus tumbas para esperar a que les respondieran en sueños.4
Heródoto (484 a. C.–ca.425 a.C) observó la misma práctica entre los Nasamones, que habitaban en los desiertos que circundaban Siwa and Augila. Heródoto escribió:
[..]De entre ellos, juraban por los hombres que se decía que habían sido más rectos y valientes, poniendo las manos sobre sus tumbas; y practicaban la adivinación, visitando los túmulos de sus antepasados, y echándose a dormir sobre ellas después de haber dicho sus plegarias; y aquello que ven en sueños, eso aceptan.5
El culto a los santos aún existe entre los bereberes en la actualidad, en torno a los morabitos, muy extendidos en el noroeste de África, especialmente en Marruecos. Los bereberes también danban culto a sus reyes.6 Las tumbas de los reyes de Numidia están entre los monumentos más notables que nos legaron los bereberes de la Antigüedad.

Antiguas tumbas bereberes

Las primitivas tumbas bereberes prueban que los bereberes y sus ancestros creían en el más allá. Los hombres prehistóricos del noroeste de África enterraban los cuerpos en pequeños hoyos. Cuando se dieron cuenta de que los cuerpos enterrados en agujeros poco seguros eran excavados por los animales salvajes, comenzaron a hacer enterramientos más profundos. Más tarde, enterraron a sus muertos en grutas, túmulos, tumbas en la roca, y otros tipos de tumbas.1
Estas tumbas evolucionaron de las primitivas estructuras a otras mucho más elaboradas, tales como las tumbas piramidales que se extienden por el Norte de África. El honor de ser enterrados en tumbas de este tipo parece que estaba reservado a personajes relevantes dentro de la comunidad.
Estas tumbas en forma de pirámide atrajeron la atención de algunos estudiosos, como Mohammed Chafik, que escribió un libro sobre la historia de varias tumbas que habían pervivido hasta la época moderna. Trató de relacionar las tumbas piramidales bereberes con las grandes pirámides egipcias; para ello se basó en datos etimológicos e históricos.7 Las pirámides bereberes más conocidas son la pirámide númida, prerromana de 19 metros, llamada de Medracen, y la Antigua Pirámide Mauritana de 30 metros.8 La pirámide mauritana, también denominada "Kbour-er-Roumia" o "Tumba de la Mujer Romana" sufrió una mala traducción de su denominación por parte de los colonizadores franceses, y fue llamada durante un tiempo, "Tumba de la Mujer Cristiana".8

Cultura megalítica

San Agustín mencionó que los africanos politeístas daban culto a las piedras.9 Apuleyo afirmó también que se daba culto a las rocas en el siglo II d.C.9 La cultura megalítica pudo haber sido parte del culto a los muertos o a las estrellas.9
El monumento de Mzora (también pronunciado Msoura) es el monumento megalítico más conocido del noroeste africano. Se compone de un círculo de megalitos que rodean un túmulo. El megalito más alto excede los 5 metros. Según la leyenda, se trata del sepulcro del mítico rey libio Anteo.10 En 1926 se descubió otro monumento megalítico al sur de Casablanca; presentaba inscripciones funerarias talladas en escritura líbico-bereber, llamada Tifinagh.9
Heródoto mencionó que los antiguos bereberes (que él conocía como libios) daban culto al sol y a la luna, y les hacían sacrificios. Escribió:
Comenzaron por la oreja de la víctima, que cortaron y arrojaron sobre su casa: hecho esto, mataron al animal, torciéndole el cuello. Sólo sacrifican al sol y a la luna, a ningún otro dios. Este culto es común a todos los libios.11
Cicerón (105-43 a. C.) también also menciona el mismo culto en De la República (Sueño de Escipión):
Cuando fui presentado a él, el anciano (Massinissa, rey of Numidia) me abrazó, vertió lágrimas, y entonces, mirando hacia el cielo, exclamó: Os agradezco, oh supremo Sol, y también a vosotros, seres celestiales, que antes de que parta de esta vida, haya alojado en mi reino, y en mi palacio, a Publio Cornelio Escipión....12
Otras inscripciones latinas halladas en África noroccidental están dedicadas al dios sol. Un ejemplo es la inscripción hallada en Souk Ahras (el lugar donde nació San Agustín); o la de Tagaste, en Argelia) que reza: Solo Deo Invicto.13 Samuel el Confesor parece haber sufrido a los adoradores bereberes del sol, quienes trataron, sin éxito, de convertirle a su culto.
Entre los Tuareg Awelimmiden, se cree que el nombre Amanai tiene el significado de "Dios". Libia, en la Antigüedad podría haber dado culto al sol poniente, personificado en Amón, quien aparecía representado por un cuerno de cabra.14
Se daba culto al sol en las zonas de montaña (p. ej. Atlas),,15 así como a las rocas, las cuevas y los ríos.16

Creencias egipcio-bereberes

En la Antigüedad, los egipcios eran vecinos de los bereberes. Podrían haber tenido un antiguo origen común en el Sáhara central. Por eso, a veces se supone que compartían el culto de algunas deidades.

Deidades egipcias

Los antiguos bereberes de oriente daban culto a Isis y a Seth.17 Esto lo mencionó ya Heródoto:
Ninguna de estas tribus (libias) probaban la carne de vaca, sino que se absteían de ella por la misma razón que los egipcios (…) Incluso en Cirene, las mujeres piensa que no es correcto tomar carne de vaca, pues en esto honran a Isis, la diosa egipcia, a quien dan culto (…).18
Osiris estaba entre las deidades egipcias veneradas en Libia. Sin embargo, el Dr. Budge (con otros estudiosos) cree que Osiris era una deidad de origen libio: "Todo lo que los textos revelan en relación con él muestran que era un dios del África nororiental, y que su origen era, posiblemente, libio”."19

Deidades bereberes

Los egipcios consideraban que algunos de sus dioses tenían origen libio, como Neith, quien habría emigrado desde Libia para establecer su templo en Sais, en el delta del Nilo. Algunos mitos sitúan el nacimiento de Neith en la actual Túnez.
Es preciso destacar también que algunos dioses egipcios presentaban características bereberes propias de la antigua Libia, como "Ament", quien llevaba dos plumas, que eran adornos habituales de los libios en la Antigüedad.

El dios Amón

Amón era el dios más destacado que tenían en común bereberes y egipcios. Resulta difícil adscribir a este dios a un único panteón. Pese a que la mayoría de las Fuentes modernas ignoran la existencia de Amón en la mitología bereber, era, tal vez, la mayor de las antiguas deidades bereberes.20 Fue honrado por los griegos en la Cirenaica, y se fusionó con el dios fenicio Baal, debido al influjo libio.21 El más famoso templo dedicado a Amón en la antigua Libia fue el templo del oasis de Siwa. Algunos estudiosos creen que los nombres de las antiguas tribus bereberes, los Garamantes y los Nasamonios, están relacionados con el nombre de Amón.22

Creencias fenicio-bereberes

Los fenicios fueron en sus orígenes un pueblo semítico que habitaba en las costas del actual Líbano. Era un pueblo de navegantes, que fundaron Cartago en el año 814 a. C. Más tarde alumbraron la cultura púnica, que tenía sus raíces en las culturas bereber y fenicia. Algunos estudiosos distinguen dos fases en las relaciones entre fenicios y bereberes:

Antes de la Batalla de Himera (480 a. C.)

Cuando los fenicios se establecieron en el noroeste de África, permanecieron en las zonas costeras para evitar entrar en Guerra con los bereberes. Conservaron los dioses que habían traído de sus tierras de origen. Los primitivos cartagineses tenían dos dioses importantes: Baal y Astarte.

Después de la Batalla de Himera

Cartago empezó sus alianzas con las tribus bereberes tras la Batalla de Himera, en la cual los cartagineses fueron derrotados por los griegos. Además de los cambios políticos subsiguientes, los cartagineses importaron algunas deidades bereberes.
Baal fue el primero de los dioses al que se dio culto en Cartago. Más tarde, Baal se fusion con el dios libio Amón, para convertirse en Baal-Amón. Por el noroeste africano se encuentran diversas imágenes de este dios. La diosa Astarté fue sustituida por una diosa nativa, Tanit, que se piensa que es de origen bereber. Su mismo nombre, “Tanit”, tiene estructura linguistic bereber (tamazight o amazigh), pues los nombres femeninos comienzan y terminan con “T” en lengua bereber. Algunos estudiosos piensan que la diosa egipcia Neith está relacionada con la diosa libia Tanit (Ta-neith). También hay nombre fenicios y númidas que, en apariencia, contienen raíces relacionadas con el nombre del dios Baal, como “Adherbal” y “Aníbal”.

Creencias Greco-bereberes

Los antiguos griegos establecieron colonias en Cirenaica. Los griegos tuvieron influencia en el panteón bereber oriental, pero también experimentaron el influjo de la cultura y de las creencias bereberes. Generalmente, en las relaciones entre Grecia y Libia antiguas pueden diferenciarse dos períodos diferentes. En el primer periodo, los griegos mantuvieron relaciones pacíficas con los libios. Más tarde, entraron en guerra. Estas relaciones sociales tuvieron un reflejo en sus creecias.

Antes de la Batalla de Irassa (570 a. C.)

La primera influencia que se observa en las creencias greco-cirenaicas es el mismo nombre de “Cirenaica”, cuya etimología está relacionada con el nombre “Cyre”, antropónimo de una legendaria guerrera bereber, valerosa en la caza del león. Los griegos emigrados la convirtieron en su protectora, junto a su dios Apolo.23
Parece que los griegos de Cirenaica también adoptaron algunas costumbres bereberes, desposando a mujeres bereberes. Heródoto (Libro IV, 120) menciona que los libios enseñaron a los griegos cómo uncir cuatro caballos a un carro. Los griegos cirenaicos construyeron templos para el dios libio Amón en lugar de para Zeus, y más tarde identificaron a su dios supremo con el dios libio Amón.24 Some of them continued worshipping Amon himself. El culto de Amón estaba tan extendido entre los griegos que incluso Alejandro decidió ser declarado hijo de Zeus en el templo de Siwa, por los sacerdotes libios de Amón.25
Los historiadores antiguos mencionaron que algunas deidades griegas eran de origen libio, como La hija de Zeus, Atenea. Así lo menciona Heródoto. Estos historiadores afirman que, en origen, la honraron los bereberes en torno al lago Tritonis, donde había nacido del dios Poseidón, según un mito libio. Heródoto escrigió que el aegis y las ropas de Atenea eran las que acostumbraba a utilizar una mujer libia.
Heródoto asimismo afirmó que Poseidón (una importante deidad marina griega) fue adoptado por los libios del panteón griego. También enfatizó que ningún otro pueblo daba culto a Poseidón desde antiguo except los libios, que extendieron dicho culto:
[..]pienso que éstos recibieron sus nombres de los pelasgos, a excepción de Poseidón; pues, en cuanto a este dios, los helenos aprendieron su culto de los libios, porque ningún pueblo, a excepción del pueblo libio tuvo el nombre de Poseidón desde el principio ni honró siempre a este dios.26
Otras deidades griegas estaban relacionadas con la antigua Libia, como la diosa Lamia, quien habría tenido su origen allí, como Medusa y las Gorgonas. Los griegos parecen haber hallado allí a Tritón. Los griegos tal vez creían que las Hespérides se localizaban en el territorio del actual Marruecos. Algunos estudiosos ubican su morada en Tánger, donde vivía Anteo, según algunos mitos. Se creía que las Hespérides eran las hijas de Atlas, un dios que Heródoto asoció con la cordillera del Atlas, a la que los bereberes daban culto.

Después de la Batalla de Irassa

Los griegos y los libios dejaron de convivir en armonía en época de Battus II.27 Battus II empezó a invitar en secreto a otras facciones griegas para que acudieran a Libia. Los libios consideraron esto como un peligro que debía neutralizarse, de modo que los bereberes comenzaron a luchar contra los griegos, a veces en alianza con los egipcios y, en otras ocasiones, con los cartagineses. Sin embargo, los griegos vencieron.

A Anteo se le representa con larga cabellera y con barba, al contrario de lo que se observa en las representaciones de Hércules.
Algunos historiadores creen que el mito de Anteo refleja aquellas guerras entre libios y griegos.28 El mito narra que Anteo fue el invicto protector del pueblo libio. Era el hijo del dios Poseidón y de Gaia. Era también el esposo de la diosa bereber Tinjis. Solía proteger las tierras de los bereberes, hasta que fue muerto por el héroe griego Heracles (o Hércules), quien se desposó con Tingis y fue el padre de Sufax, su hijo greco-bereber. Algunos reyes libios, como Juba I, reivindicaban ser descendientes de Sufax. En tanto que algunas fuentes mencionan a Anteo como el rey de Irassa, Plutarco afirmó que loa libios le enterraron en Tánger:
…dicen los libios que Anteo está enterrado en esta ciudad (Tánger); y Sertorius hizo abrir su tumba, cuyas grandes dimensiones le hicieron dudar de los bárbaros...(Plutarch, The Parallel Lives)29
En la iconografía griega, Anteo se distinguió claramente por su aspecto diferente del de los griegos. Se le representaba con larga cabellera y barba, apariencia común entre los libios orientales.

Creencias romano-bereberes

Los romanos se aliaron en primer lugar con los númidas contra Cartago. Cartago cayó en el 146 a. C., y más tarde, también Numidia fue anexionada al Imperio Romano.

Antes de la romanización

Los bereberes lucharon contra romanos y bizantinos. Tenían deidades guerreras, como Gurzil e Ifri. Honraba a la diosa de la guerra, Ifri or Ifru, que consideraban su protectora y que aparecía representada en las monedas bereberes; parece haber sido una diosa con gran influjo en el Norte de África. Plinio el Viejo mencionó que nadie en África decidía hacer nada antes de invocar a “África” (el nombre latino de Ifri). Esta diosa aparece representada de distintas maneras en las monedas númidas desde el siglo I a.C. Cuando los romanos conquistaron el noroeste de África, también empezó a aparecer representada en las monedas de las provincias romanas norteafricanas.
Gurzil era un dios de la Guerra, con figura de toro, que se identifica con el hijo de Amón. Los bereberes lo llevaban a la batalla cuando luchaban contra los romanos. Corippus mencionó que el jefe Laguatan (conocido por los árabes con el nombre de Luwata) Iarna llevó a su dios Gurzil a la batalla contra los bizantinos. Iarna era un gobernante mauro y sumo sacerdote de Gurzil. Cuando los mauros fueron derrotados, él huyó con la imagen de Gurzil, pero fue capturado y asesinado; la imagen fue destruida.30
Había entre las ruinas de Ghirza, en Libia, un templo, que podría haber estado dedicado a Gurzil, y el nombre de la ciudad podría también tener esta etimología.

Influencia romana

Cuando el África noroccidental fue anexionada al Imperio Romano, los bereberes comenzaron a dar culto a deidades romanas como Júpiter, conocido por ellos como Mastiman. Júpiter también se identificó con el dios libio Amón.31
Otra deidad muy temida era Saturno. Se decía que se comunicaba con los creyentes en sueños, y los africanos de la zona noroccidental le dedicaban sacrificios humano. Tertuliano escribió que se ofrecía a niños en sacrificio a Saturno en África. Los historiadores piensan que este culto estaba más cercano al de Baal-Amón que al del Saturno romano.32
Cuando Septimio Severo, naural de Libia, llegó a ser emperador, se introdujo en Roma el culto a Tanit.

Véase también

Notas y referencias

1.                               
·  Ouachi, Moustapha. “The Berbers and the death.” El-Haraka
·  ·  Brett, Michael, and Elizabeth Fentress. 1996. The Berbers. Oxford: Blackwell, p. 35
·  ·  Brett, Michael, and Elizabeth Fentress p. 35
·  ·  James Hastings, Encyclopedia of Religion and Ethics Part 4 - p. 512
·  ·  Tawalt, Libyan Mazigh Site (en árabe), Chafik, Mohammed. Revue Tifinagh. Elements lexicaux Berberes pouvant apporter un eclairage dans la recherche des origines prehistoriques des pyramides].
·  ·  Chafik, Mohammed. Revue Tifinagh. Elements lexicaux Berberes pouvant apporter un eclairage dans la recherche des origines prehistoriques des pyramides
·  ·  Ouachi, Moustapha. “The Berbers and rocks.” El-Haraka
·  ·  Tertre de M'zora (en francés)
·  ·  James Hastings, Encyclopedia of Religion and Ethics Part 4 p. 508.
·  ·  James Hastings.
·  ·  Herodotus: Histories
·  ·  Mohammed Mustapha Bazma, The Libyan influence on the Egyptian and Greek civilizations and their influence on the Libyan civilization.
·  ·  Herodotus: The Histories.
·  ·  Cited by Lewice Spence in Ancient Egyptian Myths and Legends p. 64
·  ·  H. Basset, Les influences puniques chez les Berbères, pp 367-368
·  ·  Mohammed Chafik, Revue Tifinagh...
·  ·  Helene Hagan, The Shining Ones: An Etymological Essay on the Amazigh Roots of the Egyptian civilization, p. 42.
·  ·  K. Freeman Greek city state- N.Y. 1983, p. 210.
·  ·  Oric Bates, The Eastern Libyans.
·  ·  Mohammed Chafik, revue Tifinagh...
·  ·  Se cree que el nombre de Battus era, en origen, una voz bereber, que significaba “rey”.
·  ·  Oric Bates. The Eastern Libyans, Franc Cass Co. p. 260
·  ·  John Morris, Arnold Hugh Martin Jones, John Robert: The prosopography of the later Roman Empire p. 612
·  ·  Mohammed Chafik, Revue Tifinagh.
32.                          ·  A History of Christianity in Africa: from antiquity to the present, Elizabeth Allo isishei p. 36
Tomado de Wiquipedia.

sábado, 14 de noviembre de 2015

Los dioses no eran propiedad de un solo pueblo



Los dioses ellos han sido adoptados, transmutados, importados, exportados, relevados y impuestos, igual que sus estatuas. En todos cultos antiguos apreciamos como suprema deidad el Sol y como su contrapunto la luna. Sus hijos eran las estrellas y se ocupaban de los elementos y la gente. Agricultura, animales domésticos, caza, salud, fertilidad, seguridad hogar y viaje y la suerte en la guerra eran, entre otras muchas, sus tareas.
Luego existía también entre todos los pueblos desde el principio del hombre un culto dedicado a los muertos. Los muertos se incineraban o se enterraban en cavernas, dólmenes, pirámides, tumbas, pozos o simples agujeros en el suelo.

 Hay muy pocos datos, pero se cree que al igual que el resto de pueblos del Mediterráneo era también una religión politeísta. La creencia en ciertos dioses existe sin duda antes de la llegada de los colonos fenicios, pues en posteriores épocas se adoptarán las iconografías de divinidades orientales para emular las locales, cuyas funciones podemos deducir de los dioses fenicios con los que se sincretizan. Adoraban a los astros, siendo sus dioses principales el Sol ( al que representaban en forma de estrella de 8 puntas) y la luna. Estas deidades probablemente por una aculturación de los fenicios se les llamó, Astarté o Potnia y Baal o Melkart. Se han encontrado santuarios de estilo fenicio en el yacimiento de Castulo (Linares) y exvotos en diversos puntos de Andalucía y en otros más alejados, como Salamanca, que no se sabe exactamente de dónde provienen.

La Religión en época orientalizante.

De época colonial se conocen un número importante de santuarios, entre los que podemos destacar el Carambolo Bajo, Coria del Río, La Algaida, Carmona, Montemolín, Cástulo ó Cancho Roano. En ellos se han documentado altares con forma de piel de toro, figurillas de dioses y exvotos, jarros y braserillos y otros recipientes para libaciones, thymiateria y restos de perfumes, asadores y restos de huesos de animales (principalmente bóvidos) que posiblemente fuesen comidos en actos rituales. Todo ello nos muestra un conjunto de elementos litúrgicos muy amplio y variado, es decir, una Religión con gran carga ritual y cuyos sacerdotes parecen ostentar un amplio poder social.

Los templos urbanos, como los de Coria del Río, Carmona ó Montemolín, parecen estar vinculados a complejos palaciales situados en las acrópolis de las ciudades, por lo que tendrán un significado tanto religioso como político. Los que se sitúan fuera de las urbes, como El Carambolo o Cancho Roano, pueden tener relación con el arcaico culto a los antepasados y estar por tanto en la zona que ocupase el grupo gentilicio que los erigiese en origen
Del mundo funerario cabe destacar que muchas necrópolis tartésicas aparecen separadas de los poblados por cauces de agua estacionales, de ahí la interpretación del significado del agua como medio de tránsito al Más Allá. En época orientalizante se generaliza el rito de la cremación sin desbancar por completo a las viejas creencias del Bronce Final.
Tomado de file:///C:/Documents%20and%20Settings/Edu/Escritorio/tartesios%20-%204%20Religi%C3%B3n.htm