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jueves, 30 de octubre de 2014

CANDELARIA INDIANA. DEVOCION Y VERAS EFIGIES EN AMÉRICA




Pablo F. Amador Marrero

Los vínculos que a lo largo de los siglos se han establecido —en cualquiera de sus vertientes—  entre Canarias y la América Hispana, son sin duda un apartado de singular importancia para la historiografía de ambas orillas. Un simple repaso bibliográfico ya nos ofrece un elevado número de referencias que abarcan gran parte del espectro, en el que las relaciones artísticas son un destacado exponente. Si bien el legado de origen indiano que atesora el Archipiélago ha sido analizado y nutrido constantemente de nuevas aportaciones, su correspondencia isleña en aquellas tierras no ha generado un eco recíproco, aunque somos sabedores de su desequilibrio natural.
Dentro de este binomio nos encontramos cómo en un extremo «el amor a la patria chica obliga al emigrante a rubricarlo con recuerdos perennes», lo que convierte a las Islas en el mejor emisario español de la plástica indiana, mientras que en el otro vértice aparecen muchos de esos mismos paisanos que llevaron en su equipaje emocional el apego hacia aquellos devotos simulacros, centro de su fervor y señas de identidad de sus lugares de origen. Ese inculcado sentimiento, potenciado por la añoranza y la necesidad natural de mantener los vínculos, queda patente ya no sólo en topónimos, lengua y costumbres —estudiados en otras disciplinas— sino que se manifiesta de manera particular en la representación votiva de imágenes propias.
No podemos olvidar que los orígenes de la Virgen de Candelaria se adentran en las raíces de nuestra cultura cristiana, por lo que ha sido siempre un referente de la piedad popular y sus necesidades. A ella acudían y acuden los canarios, como se alude en varios apartados de este volumen, con ruegos y plegarias en ayuda de los más dispares contratiempos, en los que no faltaba su amparo en las otrora peligrosas travesías marinas. La riqueza y la amplitud del tema han abierto su análisis desde múltiples puntos de vista. Los nexos devocionales de la Virgen canaria de Candelaria en América ya han sido centro de otros estudios, y si bien los testigos que esta advocación tiene en aquellas tierras —ligados con los isleños emigrados— aún demandan mayores pesquisas, nuestro interés en el presente trabajo es abordar la relación directa de diferentes piezas con la iconografía original. Algunas de éstas, inéditas para el Archipiélago y localizadas en dispares puntos de la América hispana, ponen de relieve una desigual dependencia respecto de la desaparecida escultura primigenia de la Candelaria, de la que sin duda debieron existir —y existen— otros ejemplos.
                                        
                                         Virgen de la Candelaria. Iglesia de la Compañía. Arequipa, Perú.

De Canarias a las Indias 
Frente a otros testigos que, como veremos, podemos considerar puntuales, en el caso que nos ocupa de Nuestra Señora de Candelaria, ésta se convierte desde tempranas fechas en estandarte y referencia de los emigrantes canarios, indistintamente de sus islas de procedencia. El propio fray Alonso de Espinosa, estante en Guatemala en su juventud, expresó el alcance de dicha fama al tener «de esta santa imagen noticia (¿más dónde no se tendrá?) y oí contar prodigiosas cosas de ella»1. Esa misma fama y la devoción perpetua del canario se verá traducida no sólo en diferentes esculturas y lienzos que de una forma más o menos fiel —a modo de veras efigies—, se localizan en América Latina, sino que trajo consigo la fundación de retablos, capillas e incluso iglesias puestas bajo dicha advocación y que aún hoy siguen siendo referencia para los isleños y sus descendientes establecidos en esas tierras.
En este sentido el mejor exponente corresponde con la antigua imagen de la Candelaria que presidía su iglesia —la de los isleños— y daba nombre al barrio tradicional de los canarios en Caracas, Venezuela, país que por sus históricos lazos con las Islas es el que atesora el mayor número de ejemplos para nuestro estudio. Sustituida a principios del siglo XX por una imagen de vestir2, recaló posteriormente en una colección privada caraqueña, último dato del que se tuvo referencia hasta hace algunas décadas, estando hoy en paradero desconocido, lo que nos lleva a su análisis mediante la documentación fotográfica. Documentada la erección del templo a principios del siglo XVIII, se ha identificado como la pieza originaria con la que se consagró el recinto, siendo sufragada por los isleños quienes la trajeron de las Islas como así consta en una visita pastoral del obispo Martí;


              
                                          Iglesia de La Candelaria. Caracas, Venezuela.

«La fundación de esta Iglesia fue hecha el año de 1708 y costeada por varios sujetos, naturales de las Islas Canarias, que estaban avecinados en esta ciudad, los cuales con motivo de haber traído desde allá una imagen de Nuestra Señora de la Candelaria, determinaron edificarle dicha Iglesia, para lo cual se les concedió por el Cabildo secular un pedazo de tierra y las correspondientes licencias por el Ilustrísimo señor Obispo de esta Diócesis y por el Señor Gobernador y Capitán General de esta Provincia, y desde luego que se concluyó una parte de la fábrica en que podía celebrase misa, se colocó la referida imagen, llevándose en solemne procesión el día 14 de diciembre del mismo año y se encargó el cuidado y asistencia en cuanto a lo espiritual a Don Pedro Vicuña, Clérigo Presbítero, con el título de Capellán, según consta del testimonio de una escritura otorgada por los referidos fundadores a 23 de julio de 1709, en que se obligaron a dar anualmente doscientos pesos al Capellán y veinticinco al sacristán. Hállase dicho testimonio en unos autos de cuentas, colocados en el legajo 3 del archivo del Notario público de esta Curia, Don Antonio Fernando de Cerezo. En el año de 1716 fue erigida dicha Iglesia en viceparroquia de la Catedral, por el Ilustrísimo señor Don Fray Francisco del Rincón, con el acuerdo del Señor Gobernador y Capitán General, Don Alberto Bertodano, por auto provehído a 3 de enero del mismo año, que original se halla en un legajo de papeles denominado de Erecciones de Iglesias, colocado también en aquél archivo; y en el año de 1750 fue erigida en parroquia distinta de la Catedral, con todas las prerrogativas correspondientes, por el Ilustrísimo Señor Don Manuel Machado y Luna, en virtud de Real Cédula de 25 de agosto del citado año de 50 y cuya erección se aprobó por otra Real Cédula de 8 de octubre de 1752, que se halla colocada al folio 234 del libro 4 de Reales Cédulas».


                                                          
Virgen de Candelaria. Museo Diocesano                          Virgen de Candelaria, antigua titular                             Lucas Guillermo Castillo. Coro, Venezuela                       de su iglesia en Caracas, Venezuela

De su análisis formal y en primer lugar, debe destacarse que es la única hasta ahora localizada en América, tanto imagen de talla como en lienzo, que representa de una forma más o menos fiel la escultura original —desprovista de sus sobrevestidos—, aunque la extensión de ambos brazos nos hacen suponer que su autor consideró la posibilidad de que también fuera revestida. Dicha dependencia formal y su distanciamiento en cuanto a los modelos vigentes coetáneos que se estaban dando en el país, sumados al reconocimiento de ciertos rasgos y las formas de trabajar, nos llevan a entender que en el afán de poseer una escultura lo más próxima al original, sus comitentes la encargaran a Tenerife, hecho que no es casual, ya que unas décadas más tarde encontraremos un caso similar con destino a la capilla de los canarios de la localidad de Coro, estado de Falcón, también en Venezuela. En este sentido cabe recordar el continuo trasiego tanto humano como comercial que ya se había establecido entre ambos puntos geográficos, y al igual que los comitentes insulares buscaban fuera los mejores obradores para sus encargos, esto mismo se repetiría en el caso venezolano, insistiendo que en el ejemplo que nos ocupa prevaleció el deseo de mímesis, por lo cual nada mejor que un escultor que acreditada fama y conocedor del modelo a imitar.

                                
          Crucificado y Virgen de Candelaria. Ermita de San Telmo, Las Palmas de Gran Canaria.



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