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miércoles, 23 de octubre de 2013

LA DIOSA MADRE EN LAS ISLAS CANARIAS-XXVII-I







Volumen V


CAPITULO XXVII-I

DIOSES MEDIADORES “GENIOS” O ESPÍRITUS EN LA RELIGIÓN GUANCHE

Eduardo Pedro García Rodríguez

La llegada de los invasores conquistadores significó la caída de la sociedad guanche y la destrucción de su sistema religioso ancestral. Para los guanches, que ya teníamos experiencias anteriores de invasiones europeas, la invasión de los españoles no causó una crisis tan profunda como para el resto de las islas. Además, de vez en cuando, los canarios ofrecíamos una resistencia política y religiosa muy fuerte. Esta resistencia tenía parcialmente sus raíces en la visión cíclica de la historia.

La relación entre la religión cristiana y la religión guanche era - equivalente a la relación entre los conquistadores y los conquistados - una relación de desequilibrio y de asimetría. Los misioneros de la iglesia católica presentaron el cristianismo como la única religión verdadera e insistieron en que los guanches abandonáramos nuestra religión antigua.

Consideraron la religión de los antiguos canarios como adoración diabólica de los ídolos paganos. En la catequización, el método principal fue el llamado método de “tabla rasa”. Los misioneros trataron de destruir totalmente la religión precolonial para reemplazarla con la religión catolica. A pesar de su intolerancia, los misioneros tuvieron que hacer concesiones para poder convertir rápidamente la población guanche al catolicismo.

La contradicción principal entre la religión catolica y la religión guanche se manifestó más claramente en el nivel ideológico, o sea, en una contraposición entre los sistemas de creencias.

            Esto apareció especialmente en la contradicción entre el monoteísmo cristiano y el politeísmo de la religión autóctona. Esta incompatibilidad fue parcialmente neutralizada por el culto a los santos, que desempeñó un papel fundamental en la catolizacion de los guanches.

El culto católico a los santos contenía grandes similitudes ideológicas y estructurales con la religión politeista de los naturales. Esto facilitó a los guanches aceptar la nueva religión que subrayaba el dominio de un solo dios. En la formación del culto a los santos, las "apariciones" de los santos y las identificaciones entre los dioses precoloniales y los santos católicos ocuparon un papel central.

La existencia de genios benéficos o maléficos, o simples intermediarios entre las Deidades Superiores y los hombres es consustancial en todas las religiones conocidas del planeta. En este capítulo vamos a tratar de los genios y algunos dioses mediadores en la religión de nuestros ancestros, pero antes, y para que tengamos unos conceptos generales sobre estos entes que en las religiones judeo-cristianas son tratados bajo el nombre genérico de demonios y ángeles entre los cuales el catolicismo ha incluido a muchos dioses y Diosas por ellos denominados como paganos, vamos a dar un somero repaso a la demonología, conforme la interpretan  (p. Ej. Guayota, Gabiot, Hirguan etc.) Algunas de las religiones más populosas o extendidas en nuestro planeta.

RELIGIONES UNIVERSALES: La creencia en ángeles, demonio, genios, delfos, hadas y en general en seres intermediarios entre las deidades y los hombres, ha desempeñado, con alcance universal en la historia de las religiones, un papel importante, sobre todo en la religiosidad popular. Está presente en el poli-demonismo de varios sectores prehistóricos, en las religiones China, brahmánica, hindú, irania, Babilonia, asiria, egipcia, celta, germana, azteca, incaica, guanche, judía, católica, islámica, etc.

PRESICIONES TERMINOLÓGICAS:

El término castellano Ángel enlaza, a través del latín angelus, con el griego angelos o mensajero. Con acierto observa S. Gregorio Magno (In Evangelia homiliae, 34, 8: PL 76, 1250 e): “angelus nómen est officii, non natura”. Por eso entre los griegos son llamados ángelos los enviados para trasmitir un mensaje tanto si son hombres (Homero, Iliada, 5, 804: 13, 2: Heródoto, 1, 99, etc.) como dioses: Hermes, Iris,

Némesis, etc. (Homero, Iliada, 2, 786; Odisea, 5, 29; Platón, Leges 4,717, etc.) La palabra démones (del griego daimon, daimones, en latín daemón), etimológicamente significa “distribuidor” en el sentido activo de su raíz dai-; y, en el pasivo. “lo distribuido, el lote” bueno o malo que corresponde a cada persona, significado que, en parte coincide con el del latín genius, “los genios”, p. ej. En sentido amplio, lo “congénito”, y facilitó su posterior relación con el valor técnico de ángel. Tanto los ángeles, designación preferentemente bíblica, como los démones, pueden ser buenos o malos. El texto latino más antiguo que habla explícitamente de la sinonimia de los ageli-daemones es de Labeo, siglo I, a.d.n.e. (S. Agustín, Ciudad de Dios, 9, 19), al comparar los démones grecoromanos con los ángeles de otras religiones, alusión implícita al judaismo. Pero ya en el siglo IV a.e.a. se había iniciado un proceso degradatorio de la palabra daimon, que terminó por conservar sólo, o al menos de modo predominante, su significado maligno. De ahí que los cristianos la escogieran como designación de los ángeles malos, los demonios. A fin de evitar el riesgo de una equiparación entre ángeles y demonios del cristianismo y sus homónimos paganos, aquí se prefiere emplear la terminología “demones buenos y malos” de sabor evidentemente elénico; por tanto, al usar la palabra démones, se hace referencia a una realidad, no siempre personificada ni personal, que ha sido nombrada con vocablos dispares en los distintos idiomas y religiones: angelos, daimones, pneuma, dynamis, etc., griegos; ginn, de origen preislámico; ha.watif, ha – fazza, árabes y de varios pueblos semitas; ifrit, knumén Erebuti, etc., egipcios; Karibu-Lititu. Sédu. Lamasu, pazuzu, la demon lamastu, los “siete sabios” protectores, los “siete malignos” mensajero; de Anu, entre los sumerios, acadios, babilonios y asirios; Toura (Costa del Marfil); Sebau (pigmeos); Niang (Madagascar); Yang (los izirai del Vietnan): los daeva y, según algunas de sus interpretaciones, los siete Amesha spenta iranios; asuras, nagas (india); guayot o guayota, Gabiot, aranfaibo, hukanak, Heaud, Tibicena, Iruene o Haguaram, de los guanches, los venerados como Kami en el shinto japonés; Manes y, en parte, los genii romanos, si bien éstos no parecen ser realidades distintos del individuo cuyo “genio” son, sino más bien “fuerza” familiar etc.; o sea, todas las realidades sacrales que aparecen en función de seres intermedios e intermediarios entre los dioses y los hombres tanto en su naturaleza como por su misión.

 

BREVE ESTUDIO EN LA INTERPRETACIÓN DE LOS DÉMONES: 

 

Resulta muy difícil, por no decir imposible, trazar la evolución semántica de los démones, y esto incluso en cuanto a sus dos polos: el término aquo y ad quem. En casi todos los casos se trata de dilucidar si su noción pasó de una realidad concebida como fuerza abstracta e impersonal-mana, orenda, de algunos pueblos primitivos- a la seres personales o al revés. Así, p- ej., en la religión griega según unos (M.P. Nilsson, A. Tovar, etc.), los démones en un principio eran algo indeterminado, simple manifestación de una potencia actuante sobre los hombres;  vaga personificación del destino y, por fin, conjunto de seres personificados. Para otros (H.I. Rose, E.R. Dodds, K. Prümm, etc.), al parecer más en consonancia con los documentos conservados, recorrieron el camino inverso. Mientras la moira, con significado básico similar (“parte, lote”), describió la trayectoria que parte de la idea de un sino impersonal hasta convertirse en un hado personal, los démones evolucionaron en sentido opuesto, siendo la etapa final el significado de suerte, destino no personificado. Ante la imposibilidad de solucionar de modo apodíctico esta problemática, se limitará este trabajo a destacar sólo dos interpretaciones, sin que el orden de su enunciado implique la consideración de etapas históricamente progresivas en el desarrollo del concepto de los démones en las diversas religiones.


Interpretación racional. De acuerdo con el valor pasivo de su etimología, que contrasta con la condición personificada del activo, el demon tiene, a veces, significado como hemos visto de lote bueno o malo, enviado desde fuera e inserto en el hombre mismo. Cuando Teognis (Elegías, 1,637) y Sófocles) Antígona, 791 ss.) llaman demonios peligrosos a la esperanza, al espíritu de aventura, al temor y a Eros, subyace la mentalidad homérica, según la cual estos sentimientos, dotados de vida propia, no pueden ser considerados simplemente como partes del yo, pues no están sometidos al control del hombre y lo empujan, como enemigos metidos en la ciudadela corporal, a comportamientos extraños. Esta humanización resalta su carácter abstracto en los pasajes en los que daimón figura en plano de igualdad junto a suerte (Aristófanes, Aves ,544; Esquines, 3, 157; Demóstones, 18,303, etc.). Heráclito los humaniza aún más, al concretar: <<el carácter es para el hombre su demon>> (Fragmento, 119, Diels), y Epicarno (Fragmento, 17, Diels) especifica: “...su demon bueno, para algunos también malo”. Al amparo de este proceso, Platón (Timeo, 90 e) identifica el demon de cada uno con su inteligencia, y los esticos (Ecpiteto, Plásticas, 3, 22, 53) con su conciencia.

Interpretación personal sobrehumana. Sobre la interpretación precedente prevaleció, con mucho, su catalogación entre los seres de perfiles personificados e individualizados, intermediarios entre dioses-hombres, compañeros de éstos para custodiarlos (démones buenos) o para perjudicarlos (démones malos). Pero de los démones entendidos así se habla en los apartados siguientes.




NATURALEZA Y MISIÓN DE LOS DÉMONES: 

Seres intermedios e intermediarios entre dioses y hombres. Es, sin duda,  su nota más universal, común a todos (buenos y malos) y en cualquier religión. La afirmación de Platón (Fedro, 246 e), que presenta a Zeus “rodeado de dioses y démones”, la de Procio (In Timeum, “ 90 c), que extiende a cualquier dios el cortejo de démones, o la postura de los “siete sabios” (sumerios, babilonios), o la de los angelos órficos alrededor del trono de la divinidad (Orphicorum, fragmento, 248, citado por Clemente Alejandrino, Strommata, 5.1253 3), y la los angeli en torno a Juno (Inscripción tardía de Dacia, F. Cumont, o.c. en bibl.,159), vale para la divinidades supremas de la religiosidad babilonia, egipcia, irania, guanche etc. Hasta conocemos el nombre de algunos de ellos, p.ej. “Eratos, uno de los démones que están entorno a Dionisios” (Pausanias, 1, 2, 5).Tanto los démones buenos como los malos, que rodean el trono del dios del infierno, p. Ej. Los 15 démones en torno a Nergal (asirios, babilonios) y los “siete malignos” (sumerios, babilonios), o integran la corte del principio del mal, p. Ej. Los devas iranios, etc., sirven a su respectivo señor, guardando a los hombres conforme a su condición protectora o maléfica. Plutarco les asigna este puesto casi con urgencia de anillo sin el cual quedaría roto el lazo de unión entre los dioses trascendentes y los hombres (De defectus oraculorum, 10, 415). Ya en época tardía sus propiedades semejan una mezcolanza de cualidades divinas y humanas “moradores de la zona media entre el cielo y la tierra, más débiles que los dioses, más fuerte que los hombres... inmortales, pero pasibles como los mortales...”; algunos testimonios los hacen mortales, sí bien pueden llegar a vivir 9.000 años (Platón, Banquete, 202 e; Máximo de Tiro, 8, 8: 9, 3; Apuleyo, De deo Sócratis, 13, 147; Plutarco, De delectus oraculorum,3-6 y 12, 13; Isis et Osiris, 25; De Genio Socratis, 7-12; Porfirio, Fragmento, 23, 1 h; etc.)

            Precisamente las diferentes especies de démones provienen de la distinta proporción de la mezcla entre lo divino y lo sensible, de suerte que cuanto más cerca se hallan de la tierra son más imperfectos en sí y más perjudiciales para los hombres (Plutarco, neoplatónicos, etc.).

Guardianes de los hombres. Un segundo aspecto de los démones es su vinculación a un individuo determinado de ordinario  desde su nacimiento (Hesiodo, Erga, 314; Focíclides, Fragmento, 15; Pindaro, Olímpicas, 13, 105; etc.); casi siempre en posición antagónica a causa del enfrentamiento entre un demon bueno y otro malo, cada uno trata de determinar el destino de su encomendado. Por medio del bueno la divinidad ayuda a los mortales: “El gran propósito de Zeuá dirige el demon de los hombres a quienes ama” (Pindaro, Píticas, 5, 122 ss.). La asignación de un demon bueno y malo a cada persona, presente en la religiosidad sumeria, babilonia, egipcia, etc., dentro del área elénica actúa con vigor intensificando en la doctrina de los estoicos y de los neoplatónicos, así como en la creencia popular: “Euclides Socraticus duplicem omnibus omnino nobis genium dicit adpositum” (Cesorino, De die natali, 3, 3). Y el comediógrafo Menandro (Fragmento, 18 y 550) recoge la fe ya popularizada: “Junto a cada hombre, apenas nacido, está un demon, buen mystagogo, iniciador-guía en el misterio de la vida...”. Los árabes y distintas tribus semitas completan el número y su posición. Cada individuos tiene cuatro haffaz o demones buenos encargados de su custodia y colocados los diurnos a la derecha e izquierda, los dos nocturnos a la cabeza y pies. Los Yinn o démones malos acechan y aprovechan especialmente los momentos del relevo, cuando al amanecer y atardecer retornan los custodios a la corte de la divinidad. De ahí la necesidad de la oración al salir y ponerse La Sol.

Estos démones individuales ejercen una misión de custodia no sólo en cuanto a plasmadores del destino bueno o malo de orientación más o menos fatalista, sino también, sobre todo en algunos autores, p. ej. Jenócrates (Aristóteles, Tópicos, 2, 6, 112 a, 37; Estobeo, 4, 40, 2; 5, 925, Hense),  con función de evidente  matiz ético en orden a favorecer la conducta virtuosa o viciosa. La misión de guarda vigilante les mereció la designación de phylaces, guardianes de los hombres (Hecíodo, Erga, 121 f-122; Platón, República, 617 e; Política, 271 d). Esta tarea no siempre se circunscribe a un individuo; existen también démones tutelares de localidades de polis-Estado (Platón, Leges, 4,712-14). Algunos démones han pasado a la historia debido a importancia de los confiados a su guarda, p.ej. los de Alejandro Magno, César, Bruto, Casiotodo, el de Sócrates; pero éste no puede quedar reducido a la categoría de un custodio igual al de los restantes mortales. El mismo Sócrates lo considera concedido “quizás a alguien, tal vez a nadie de los pasados” (Platón, República, 6, 496 e). Su misión es negativa. La voz interior de su demon nunca da órdenes a Sócrates, a no ser las prohibitivas (Platón, Apología, 31 d; Fedro, 242 b-c; Alcibíades, 1, 103 a, 105 d, 124 c; Jenofonte, Apología, 5)

Si se calla, Sócrates obra tranquilo, pues así sabe que acierta Psicopompos o compañeros de las almas en el viaje de ultratumba. Guardianes de los hombres mientras viven sobre la tierra, le acompañan en su viaje al más allá, Platón (Fedón, 107 c-d-, 108 a-b; República, 10 617 e, 620 e, etc.) concede al demon custodio la misión de llevar el alma al Hades. Más tarde, sacados de las entrañas de la tierra los Campos Eliseos-residencia ultraterrena de las almas buenas[1]- y colocados en las zonas celestes, el demon la acompaña en su ascenso a las mansiones etéreas (Proclo, In Rem publicam, 2, 52; Jámblico, De mysteriis, 2, S; Porfirio en S. Agustín, Ciudad de Dios, 10, 9,2, etc.) No obstante,  en la creencia greco-romana esta función pscopómica suele corresponder a algunos de los angelos catactonios o mensajeros de los dioses subterráneos, p. ej. a Hécate y, muy en primer lugar, a Hermes-Mercurio (Hotacio, Odas, 1, 24, 15-18, etc.). Expresivas como pocas son las pinturas de la tumba de Vibia (Catacumbas de Praetestato), esposa de un sacerdote de Sabacio, que es conducida por Mercurius Nuntius, mensajero, traducción del griego angelos, ante el tribunal de ultratumba; a continuación el angelus bonus la introduce en el banquete de los bienaventurados. Es de época e influjo judio-cristiano.

Relacionados con la mántica y astrología. Los démones controlan “todas las clases de presagios” y los “portentos de los magos” (Apuleyo, De deo Socratis, 6; platón, Banquete, 202 e; Teages, 129 d; Plutarco, De defectu oraculorum, 411 418, etc.). Pero si están relacionados con todas las especies de mánticas, mucho más con la astrología, hasta en su sentido material, debido a su identificación con los astroplanetas o al menos de ser considerados éstos como mansión suya, especialmente en la demonología babilonia y árabe (los siete arcángeles y los siete planetas), en los Oracula Chaldaica del S. III d.n.e., en varios neoplatónicos (Jámbico, Proclo, etc.), en el Corpus Herméticum (L 6, 10—21; 4, 8, etc.). A cada individuo corresponde una estrella y un demom buenos o malos.

Causantes de mentiras, enfermedades, endemoniamientos, etc. Se puede afirmar que en la antigüedad la responsabilidad de cualquier acontecimiento desagradable, sobre todo si no encajaba en el comportamiento ordinario de los hombres, recaía sobre algunos de estos seres sobrehumanos. Los démones producían las fiebres (Plinio, Historia Natural, 2, 16; Filóstrato, Vita Apollonil, 4, 10), la esterilidad, sequías, hambres, etc. (Porfirio, Abstinentia2, 40), perturbaciones mentales (Hipócrates, Virg. 8, 466 Littré; Euripides, Hipólito, 241,), las mentiras y otras calamidades, sí bien el aspecto ético de su influencia-salvo excepciones-es de época tardía (Porfirio, Corpus Herméticum; y, sobre todo, Celso) probablemente por influencia cristiana. No obstante, su maleficio típico es la posesión; entran el cuerpo humano con la sangre, carne comida o aire respirado (Porfirio, Abstinentia, 2, 36 ss.), toman posesión de sus órganos como las fieras de su presa, convirtiendo al poseso en sujeto destrozado por el sufrimiento y contorsiones.[2]

ORIGEN DE LA CRENCIA EN LOS DÉMONES:

Es difícil explicar cómo se ha originado en la humanidad la creencia en los démones. E líneas generales, cabe decir que es una consecuencia de la percepción por parte del hombre de las realidades espirituales. El hombre reconoce que el universo no se agota en lo que ve y toca, sino que existe un más allá; así se abre al conocimiento de la inmortalidad, de la Diosa (o de Dios) y a la advertencia de la posibilidad de unos seres inferiores a la Diosa ( o Dios) pero superiores al hombre, a los que-en la medida en que su conocimiento de la Diosa estuviera mezclado de deficiencias y errores tendió a colorear con rasgos divinos, etc. Más en concreto pueden señalarse algunas causas inmediatas de la demonología tal y como de hecho existe:

Necesidad de enlaces entre los dioses trascendentales y los hombres. Aunque una constante religiosa de la antigüedad, la telúrico-mistérica, se caracteriza por la inmanencia de la divinidad, otra, la étnico-política, se distingue por el sentido localista “la Diosa arriba altísima” y trascendente de sus deidades. En esta última aparecen los démones como anillos de conjunción entre los dioses celestes y los hombres terrestres. De ahí su condición de seres intermediarios por su naturaleza y misión, así como su residencia en los astros y la creencia de que los espacios etéreos están llenos de démones, moradores del aire como los peces del agua, etc. (Platón, Epinomis, 984 f; Diógenes, Vitae Philosophorum, 8, 129-32-pitagóricos- Plutarco, Isis et Osiris, 25; Apuleyo, De deo Sócratis, 139; Porfirio, en S. Agustín, Ciudad de  Dios, 10, 9). Si existen démones teriomórficos o telúricos es sólo en cuanto psicopompos o por efecto del sincretismo.

Recurso etiológico. Algunos démones surgieron o, al menos aseguraron su existencia por servir para explicar los impulsos irracionales que tientan al hombre contra su voluntad o las situaciones familiares, sociales, etc. extrañas: peste, hambre etc. (Simónides de Amorges, 7, 102; Sófocles, Edipo Rey, 28, etc.) El hombre explicó estos y otros fenómenos raros, tanto naturales como astrales, recurriendo a unos seres similares a él, pero mucho más poderosos: los démones.

Antropomorfismo. Es la atribución a los dioses de unos mensajeros semejantes, aunque mucho más rápidos, a los heraldos de los reyes, caudillos etc., de importancia hasta  sagrada en la antigüedad babilonica, egipcia, griega etc. A su vez, por reacción, la falta de fuerza de los dioses olímpicos, demasiado humanizados y estéticos, facilitó la demonización de la religión ya decadente. Antropomórfica es también la condición híbrida de algunos démones “hijos de dioses y de ninfas o de seres similares” (Platón, Apología, 27 d; los démones a quienes se concede el signo gráfico de la divinidad, p. ej. –dingir-sumerios il o ilu- acadios-; los “hijos mensajeros de Anu” -asirios, babilonios, etc.
Degradación de algunos dioses y dualismo. Al ser vencido un pueblo, sus divinidades, si no eran absorbidas por la religión de los vencedores, solía quedar condenadas a una vida subterránea; y, en muchos casos, consideradas enemigas, se convertían en démones maléficos, componentes del cortejo del principio del mal, p. ej. los daevas iranios, la serpiente encarnación de la suprema divinidad telúrica, los asuras y los nagas de las originarias indias, así como el aranfaibo; el iruene; el gabiot y guayota; guacancha; orojan, hirguan de las Islas Canarias etc.

Demonización de los espíritus de los muertos. Algunos textos presentan una escala de seres minuciosamente jerarquizado: dioses olímpicos, marinos, subterráneos (Hades), démones buenos, démones malos, héroes, antepasados, hombres actuales (Platón, Leges, 4, 717ª; Epinomis, 984f; Procio, In Timaeum, 299e-f; Porfirio, De regressu animae fragmentae, en S. Agustín, Ciudad de Dios, 10, 9). Pero según otros, este escalafón no excluye la posibilidad de ascenso de las mejores almas humanas a démones, héroes o dioses (Plutarco, De delectu oraculorum, 415 f. Y aunque los estoicos y, en general, la filosofía, niegan la identificación de los démones con los héroes, una constante del pensamiento helénico afirma la de algunos; p. ej.  Hesiódo llama démones a los espíritus de los muertos en la edad de oro (Erga, 121 ss.); Heródoto a Zalmolxis (4,94, 1, y 96, 2); Esquilo al rey Darío (Persas, 5, 641 ss.); Posidonio, Apuleyo y los neoplatónicos a las almas de los muertos en general; si bien Procio (In Timaeum, 290 a ss., 42 e; In Cratilum, 128) distingue tres clases de démones: los angelos, los démones propiamente dichos y los héroes. f) Sincretismos. En toda el área del Oriente Medio se operó, en este punto, un intercambio de ideas más o menos profundo. A modo de ejemplo, en la demonología helénica confluyen representaciones demonológicas  primitivas de los pueblos preindoeuropeos del Egeo, otras más precisas y organizadas del Oriente, corrientes místicas principalmente el orfismo, el dualismo y los daevas iranios, la angeología judeo-cristiana, etc., de suerte que la demonología helénica es un aspecto más del sincretismo religioso característico del helenismo y de la dominación romana.

Residuos e influjo de la Biblia. Aunque no se intenta determinar los residuos de los primitivos planteamientos bíblicos, no se puede negar el influjo ejercido por las creencias  judía y cristianas, tal como aparecen en la Biblia, en los siglos anteriores al cristianismo y en los posteriores, respecto de la angelología árabe y, en cuanto a la elénica, respecto de los angelos catactónios, demonologia de los Oracula Chaldica, hermetismo, gnósticos, neoplatónismo (Porfirio, jámblico, Procio, Máximo de Tiro), etc. 5. Epífanias y representación de los démones. Recidente en el aire y enlaces entre los dioses celestes, antropomórficos y los hombres terrestres, los démones buenos suelen ser representados en forma humana pero alada (“siete sabios” sumerios, acadios, Hermes griego y Mercurio latino con alas incipientes en los pies y hombros etc.);  ha veces también con cabeza igual a la de las aves,  aladas moradoras de la zonas etéreas y ellas mismas angelos de los dioses (Homero, Iliada, 8, 247; 24, 292, 315; Teogonis, 549; Plutarco, Pyth oracula, 22, etc.)  En cambio, los démones malos, probablemente por degradación de las deidades telúrico-mistéricas prefieren las epifanías y representaciones teriomórficas, completas o parciales p. ej. los nagas indios de cabeza humana y cuerpo de serpiente, a veces monstruosas (démones minoicos, asírios, etc.) o también grotescas. Polignoto pintó un demon “que devora los cadáveres y deja sólo los huesos...Su color es entre negro y azul. Como la mosca de la carne, enseña los dientes y está dentado sobre una piel de lince” (pausanías, 10, 29, 7). Los animales preferidos son las serpientes, el dragón “siete malvados” asírio-babilonios, el (o la) sekhmet egipcio, los nagas, etc.) y el macho cabrío en las Islas Canarias (después de la catolización) Dahomey, Irlanda, etc.

CULTO A LOS ANTEPASADOS: 

El mundo religioso de la sociedad guanche, debió ser en extremo complejo, a pesar de que las referencias que sobre el mismo nos han llegado son pocas y confusas debido a la imposición traumática del catolicismo, cuya misión primordial fue la erradicación furibunda e irracional de todo vestigio de la milenaria religión profesada por  el pueblo  guanche, los pocos documentos que hasta nosotros han llegado, especialmente los conservados a través de la tamusni, y las escasas referencias recogidas por los cronistas, aunque estas están expuestas desde un punto de vista etnocristiano y etnocentrista, nos dejan vislumbrar un mundo espiritual y una concepción del universo y de la función que el hombre desarrolla en él, mucho más elevada que la que portaban aquellos bárbaros fanáticos cuya religiosidad se basaba en unas simples prácticas externas, (teatrales) carentes de conceptos elevados de la moral y la ética.

La riqueza  religiosa y espiritual del antiguo pueblo canario, está modelada por milenios de práctica en torno a los designios de la Diosa-Madre Chaxiraxi, cuyos aspectos iremos desarrollando en páginas sucesivas. La estricta observancia que de los postulados religiosos y morales hacía la sociedad guanche, quedó recogida por algunos autores los cuales no dudaron en calificarla como una raza de valientes a la vez que  pacíficos pastores, de costumbres moderadas y puras, modelo de honradez,  lealtad, pundonor, moderación y formalidad, trabajadores compasivos, y extremadamente respetuosos con los ancianos,  y sumamente hospitalarios. Estas virtudes son reales, no son un producto literario, pues las mismas forman el sustrato ético y moral de la población Canaria actual, a pesar de la avalancha de “cultura” globalizadora que en estos últimos tiempos nos invade con una virulencia mucho más activa que, aquella que sufrimos hace más de quinientos años, y que lamentablemente, aún continuamos padeciendo y soportando, quizás como justo castigo y penitencia por haber permitido el que unas hordas extranjeras nos arrebataran el sagrado culto a nuestros dioses ancestrales.

Es por ello que debemos orientar nuestra alma, hacía  el encuentro con los espíritus de nuestros antepasados, para que en estrecha comunión con ellos, hagamos aflorar el cúmulo de virtudes que nos han trasmitido, que están latentes en nuestro ser,  y que nosotros hemos  mantenido en parte oculto, por el temor que han incrustado en nuestras almas, las practicas represoras de una religión deshumanizada, absolutista y, básicamente amoral, que nos ha sido impuesta con la fuerza de las armas.

           Al contrario que la creencia monoanimista, propugnada por otras religiones, la Iglesia del Pueblo Guanche sostiene que el hombre tiene dos almas: el alma vital, que mantiene en correcto funcionamiento las funciones orgánicas (respiración, circulación de la sangre etc.) y responsable a su vez del calor corporal y de la capacidad de movimiento, así como del conocimiento del entorno donde nos movemos; y el alma libre, que está localizada debajo de la parte superior del cráneo y que alberga la conciencia, la capacidad de entendimiento y decisión, y la voluntad.

         Mientras que el alma vital permanece de forma indisoluble unida al organismo, el alma libre es puramente espiritual, independiente del cuerpo, al igual que los espíritus y los dioses. Cuando las funciones orgánicas se hallan desactivadas, como en el sueño, durante un desmayo, en el delirio, etc., el alma puede separa de su envoltorio físico y pude viajar al otro mundo, a otros planos espirituales. Lo que allí ve y experimenta lo trasmite al hombre en forma de sueños y visiones. Tras la muerte se va al más allá o mejor dicho, al Sol con los antepasados para reencarnarse entre los suyos pasadas de tres a cuatro generaciones. Ya que el hombre no es inmortal pero sí su alma libre. (Klaus E. Müller et al, 2000: 481-ss.)

         Los espíritus, son almas libres de los antepasados, que desempeñan un papel importante entre los poderes del más allá junto a otros espíritus y dioses que forman la Corte de la Gran Diosa-Madre Chaxira, Magek-Achuguayu-Tanit-Tara-Diosa Celeste-Moneiba-Abora-Orahan. Chayuga. Puesto que la autoridad aumenta con la edad, cuando más edad se tiene más perfección se alcanza y por consiguiente más puro son los espíritus, tanto los Libres  como los Vitales. Así, pues los antepasados desde los más antiguos fundadores del pueblo guanche-mazigio, disfrutan ante la Diosa Madre Chaxiraxi del rango más alto, por encima del más viejo de sus descendientes, aunque por debajo de los dioses, los cuales a su vez están por debajo de la Diosa Superior y Creadora, como la más poderosa de todos. Los espíritus, al igual que los ancianos con vida, aconsejan a los suyos, en sueños, se preocupan de que sigamos buen camino, nos brindan la fertilidad de nuestros animales, vigilan nuestros campos y nos guían en nuestras profesiones y empleos. Y sobre todo, vigilan que nos mantengamos fieles dentro del orden trasmitido de generación en generación. Quienes somos negligentes recibimos advertencias en forma de signos y pequeñas desgracias, los que no llevamos una vida honesta, nos veremos afectados por enfermedades graves, accidentes, pérdidas materiales o la misma muerte. Así pues, todos debemos poner un desmesurado interés en nuestras relaciones con los espíritus de nuestros antepasados, manteniendo unas relaciones fluidas, sin perturbaciones, para ello debemos guardar un culto reverente. No descuidando  hacerles con regularidad ofrendas de ramas, flores o lo que buenamente y con amor podamos ofrecerles. Debemos tenerlos presentes en nuestras fiestas y celebraciones familiares, y en las comunitarias, si danzamos o cantamos hagámoslo en su honor, cuando tomemos moderadamente unas copas o participemos en una comida, hagámoslo en su honor, pues ellos siempre están entre nosotros.

          Los espíritus de nuestros antepasados, están íntimamente ligados a sus descendientes más próximos, al entorno donde ellos moraron en vida, y al grupo  donde desenvolvieron su actividad cotidiana. Se preocupan especialmente por proteger a los suyos, siempre que estos se comporten de forma adecuada y les rindamos correctamente los rituales, tal como hemos expuesto más arriba, así nos veremos protegidos del peligro y de los estímulos negativos. Los hombres jóvenes para adquirir su espíritu protector personal, deben mantener una búsqueda  que en ocasiones puede ser larga, y nada fácil debido a los impulsos propios de la edad, pero esta búsqueda puede ser mucho más fácil si pone en ello verdadero empeño, observando una vida honesta y haciéndose aconsejar de personas mayores, entendidas y de buena vida.

           También debemos cuidar a los espíritus protectores de la región, ellos cuidan y protegen a los ganados, los campos, los montes y las aguas y el aire, en en general todos aquellos lugares donde desarrollamos nuestras actividades. Estos espíritus han pasado por diversas etapas de perfeccionamiento y la Diosa los ha investido como entes mediadores, por lo que generalmente no están muy próximos entre sí, y los más  perfectos y puros son los que guían a los dirigentes y, a los kankus y maguadas. A estos importantes seres mediadores se deben honrar a diario, y de manera especial durante la celebración del año nuevo guanche, en las fiestas del  Beñesmer, y muy especialmente en las de la Sol Anciana.

          El mundo de los espíritus dentro de la teogonía de nuestros antepasados, es complejo y ha sido como hemos dicho poco estudiada. La información que nos ha llegado es poca y confusa debido a que las creencias y ritos de la religión guanche fue brutalmente reprimida como hemos dicho por el fanatismo cristiano, sí bien el pueblo guanche se esforzó por conservar sus prácticas religiosas, el transcurso del tiempo y los nuevos métodos de penetración empleados por la iglesia católica, obligó a los detentadores de los ritos guanches a sincretizar dentro de los ritos catolicos sus creencias como único medio viable para la supervivencia de las mismas. En la actualidad, aún perduran y se practican determinados ritos de nuestra religión ancestral, pero estos son celosamente guardados por un número muy limitado de familias que son depositarias de éste legado  religioso, las cuales observan un total hermetismo sobre los mismos, traspasado estos conocimientos entre miembros de una misma familia, preferentemente de abuelos a nietos, y de tíos a sobrinos manteniendo así, el culto primitivo, y también los aspectos hereditarios del sacerdocio.

              Este aspecto secreto del culto, mantenido durante generaciones ha venido hurtando a la curiosidad del investigador y del curioso muchos de los pormenores del culto guanche a los espíritus, así, en este estado de la cuestión, no es de extrañar que algún investigador haciendo uso de su profundo academicismo, diga con razón: “Resulta difícil comprender de las fuentes escritas  qué idea tuvieron los guanches acerca del espíritu de sus muertos, a donde iban en que lugar residían y, en general toda, todo lo relativo a su concepción sobre este aspecto siempre difícil de explicación para el comunicante, así como para quien recibe la información. En este caso, probablemente, la trasmisión de estas ideas resultaría más difícil para los informantes que serían muy reservados a la hora de manifestar sus opiniones sobre cuestiones siempre tan difíciles de comunicar, como por el deseo expreso de no desvelar hechos íntimos, seguramente en una cierta aureola de misterio, así como también por la propia formación religiosa de quien la recibe.” El Padre Espinosa, recopilador de la información de los guanches, trasmite así su idea acerca del alma “...más ni conocían inmortalidad de las almas” A. Espinosa, 1980: 35). Esta “aureola de misterio” a que hace referencia el Sr. Tejera, no debiera sorprenderle ya que el propio Espinosa da la explicación cuando nos dice: “Esto es lo que de las costumbres de los naturales he podido, con mucha dificultad y trabajo, acaudalar y entender, porque son tan cortos y encogidos los guanches viejos que, si las saben, no las quieren decir, pensando que divulgarlas (a extranjeros) es menosprecio de su nación...”). (Fray Alonso de Espinosa, 1980: 45)

Por otra parte, debemos tener en cuenta que por la época en que escribió su obra Espinosa, y aún muchos siglos después, la iglesia católica negaba el que los guanches, los mazigios; los indios, e incluso las mujeres del propio orbe cristiano tuviesen alma, concepto

éste netamente cristiano, por lo cual para el resto de la humanidad que estaba fuera de la órbita de influencia del catolicismo, eran poco más que animales.

“Decían que el alma no tenía pena o gloria; más conocía haber infierno, y que solamente era para el demonio llamado guaiota y al infierno llamaban Echeyde, y que habitaba en el volcán del pico del Teyde así le llamaron  isla del infierno.” (A. Sedeño, 1983: 29)
De este pasaje de Sedeño, podemos deducir que guiota o guayota no es un demonio tal como lo conciben los católicos, un diablo cuyo reino se basa en las llamas eternas donde se achicharran aquellos que no siguen los preceptos de la iglesia católica. Es en todo caso, un espíritu mediador entre la deidad y los hombres, que asume sobre sí los aspectos negativos de la comunidad. Tiene sus dominios en el Echeyde, es decir es un espíritu protector de los hombres y de lugar,  cuyos dominios son territoriales son el gran volcán, causa perenne de inquietud entre la población, por la amenaza que supone las erupciones del mismo, siendo misión del genio protector Guayota el velar por mantener al volcán Teide calmado.

Además de su consideración de lugar fatídico por su propia naturaleza volcánica,  el Teide era considerado un lugar de estacionamiento para los espíritus que no habían observado una vida honesta, sin que ello suponga una concepción de purgatorio o infierno según el dogma católico, mas bien se producía un periodo de tiempo durante el cual el espíritu estaba sometido a un proceso de purificación antes de emprender el viaje a la Sol, tal como apunta el profesor Tejera Gaspar: “...Señalando además el lugar en que de hallan los espíritus de estas personas que han tenido una mala actuación en su vida, desde luego en un sentido seguramente diferente al que se le atribuye en la cosmogonía cristiana, pero que no somos  capaces de comprender en su totalidad. Este lugar aludido (Echeyde) se emplaza en el Teide, confirmando su asimilación con una idea fatídica o “Ser malo” conque se identifica las fuerzas del mal, como hemos estudiado en éste mismo capítulo...” (Antonio Tejera Gaspar, 1987:49)

Como hemos dicho el concepto de infierno no es el mismo para los guanches y para los católicos. Para nuestros antepasados, este concepto se refiere a lugares fatídicos, sitios con connotaciones poco deseadas bien porque las energías telúricas de estos lugares sean negativas o bien porque en ellos hayan sucedido hechos luctuosos que afectan a la comunidad, adquiriendo así la calidad de lugar fatídico, este aserto queda corroborado por el hecho de que gran número de lugares y más concretamente barrancos de nuestras islas ostentan el topónimo castellanizado de infierno, sin que ello presuponga ni está recogido en ninguna fuente que estos barrancos estén considerados como lugares de estacionamientos temporales de espíritus o maxios.

El concepto de “alma” tal como lo interpretan el clero católico, es muy diferente de la concepción que del  “espíritu” o maxio tiene el guanche, por ello para el guanche, cuando el cuerpo físico muere el espíritu le acompaña, y éste, como parte integrante del ser, siente simbólicamente las mismas necesidades que el cuerpo físico, hambre, sed, congojas y penas, y siente alegrías y felicidad, ya que para el guanche, la muerte no supone una separación de la comunidad, sino un cambio de estado, un pasar a otra vida, es ir a morar a la Sol  de quien es hijo su espíritu, en cuyo estado tiene las mismas emociones, las mismas actividad  e incluso las mismas necesidades que en este plano físico, por lo que este nuevo estado no supone una pérdida de contacto con los suyos y con la comunidad, contacto que mantienen mediante el Espíritu Vital.

 En ese nuevo estado del ser, el espíritu precisa comer y beber - aunque en menor proporción -, consiente de ello los vivos cuidan de los muertos aportándoles regularmente comida y bebida en las tumbas. Este rito mortuorio estuvo vigente en Canarias hasta mediados del siglo XIX,  los deudos dejaban en las tumbas de sus seres queridos raposas de papas, botas de vino, gofio, quesos, leche, baifos y gallinas, y en general frutos de la tierra, productos que después eran aprovechados por los párrocos hasta que un iluminado Obispo prohibió estas practicas por considerarlas paganas, lo que de rebote produjo un considerable quebranto para las despensas de los párrocos, y sustancioso aumento de las rentas episcopales, pues las ofrendas en “especies” se sustituyeron obligatoriamente por misas dedicadas a los difuntos. Hoy en día aquella piadosa práctica se limita por imposición de la iglesia católica a la colocación en los sepulcros unos ramos de flores.

El viaje de los maxios o espíritus. ”Los guanches y, con toda probabilidad el resto de las poblaciones insulares creían que los espíritus de sus antepasados iban a parar al Sol, astro que, que como se estudia en otro lugar, consideraban como Ser Superior por excelencia y era, por tanto, objeto de adoración. Este mito solar se sintetizaría de la siguiente manera: creían que los espíritus de sus antepasados iban a parar al Sol, y cada mañana a su salida por el Este aparecían por el firmamento, realizando el itinerario diurno hasta que finalmente desaparecían, para de nuevo regresar al día siguiente. En muchas culturas este viaje de las almas en su morada solar se ha simbolizado con un carro; en Tenerife este medio se ha sido sustituido por pájaros y, en islas como el Hierro, se asimiló a una casa.

Es posible que nuestra lectura resulte excesivamente forzada y los argumentos no aparezcan suficientemente contrastados, pero queremos que se entienda como hipótesis de trabajo dentro de la cosmovisión guanche que hemos venido exponiendo.” (Antonio Tejera Gaspar, 1987:51)

En este planteamiento del profesor Tejera Gaspar, sobre el viaje de la barca (o pájaro) solar creemos ver un claro paralelismo con el  viaje de la deidad egipcia Ra (Magek). El demiurgo solar, por medio de una sucesión de creaciones, pone en marcha un universo cerrado, animado por un mecanismo exacto completamente a su servicio. Un himno, por ejemplo, ofrece una descripción teórica de su acción y de su poder en el seno de este especio:

“Yo te saludo, Ra, en el momento de [tu] salida, Aton, en el momento de tu puesta. Sales cada día, brillas cada día, apareciendo glorioso, rey de los dioses. Tú eres señor del cielo y Señor de la tierra; has creado a los seres de arriba y a los de abajo. Dios único que al ser por primera vez, que ha hecho al país y creado a los seres humanos, que ha el Nun [...], que ha hecho las aguas y hace vivir a todo lo que en ellas se encuentra, que ha levantado las montañas y dado la existencia a los hombres y a los rebaños [...] joven divino muchacho, heredero de la eternidad, que se ha engendrado y dado a luz así mismo, absolutamente único en diversas formas.” (Dimitri Meeks et al, 1965:163) Este carácter solar, aquí atribuido a Ra, es aplicable a Magek en cualquiera de las representaciones que tiene en las diferentes Islas Canarias. En nuestras Islas, como en Mesopotamia y Egipto se adora a la Sol, como una de las manifestaciones de la Diosa-Madre como tendremos oportunidad de ver. El Dios Ra, (en nuestro caso Magek) materializado en e la Sol, aparece por oriente todos los días y después de hacer su recorrido diurno desaparece hacía la tierra de los muertos por occidente para iniciar -como también creen las religiones mesoamericanas- su viaje nocturno por el mundo subterráneo donde  habitan los muertos; un viaje que recorre la deidad en “Barcas Mágicas” no visibles para los humanos.

En cuanto a la comunicación con el Más Allá, veamos algunas de las relaciones que dioses semi-dioses y espíritus mantienen con el otro mundo dentro del panteón egipcio: “Las opiniones sobre el origen de la creación del Más Allá  no son unánimes. Por lógica, este lugar abría sido creado para Osiris y, a continuación, para todos aquellos, dioses u hombres, destinados a permanecer en él. Sin embargo, que en la génesis del mundo de desechos, muertos que por no haber vivido en el momento fundamental de la aparición de la luz, a los que había que alojar en algún sitio. De hecho según algunas tradiciones,  el demiurgo solar abría creado el Más Allá para su reposo nocturno. Así pues, “el imperio subterráneo de los muertos procedía de una idea”, es decir, de una invención, que el demiurgo abría llevado a cabo con mucho trabajo. Cuando el tiempo cíclico se establece, la Sol sólo pasa por el Más Allá en un breve viaje nocturno que “hace que la oscuridad sea aceptable” para los habitantes de esos lugares. Como los habitantes del Más Allá no pueden soportar la plena luz, la Sol por iniciativa propia, reduce la intensidad de su resplandor cuando viaja por esos dominios, hasta el punto de aparecer “oscuro y nublado”. Cuando penetra en esos lugares los habitantes del Más Allá deben renunciar a la tibieza de sus cuerpos y de sus respiraciones, signos de la vida terrestre; la Sol les calienta cuando pasa cerca de ellos y los despierta a la vida durante un breve instante. El otro mundo es el lugar donde “los rostros están invertidos” y las cosas son difícilmente accesibles. Los mismos dioses no conocen bien el camino que Osiris siguió para llegar hasta el Más Allá y temen penetrar en los caminos que pudieran conducir hasta allí. Las almas de los muertos también tienen dificultades para llegar al Más Allá, pues deben atravesar la tierra y superar diversos obstáculos. En algunos textos, los dioses del cielo y del Más Allá están separados como si no tuvieran posibilidad de encontrarse, eso demuestra hasta que punto es difícil el Más Allá y los otros sectores de la creación se comuniquen entre sí, Es verdad que acercando el oído al suelo, a veces se pueden escuchar unas llamadas que provienen de debajo de la tierra, pero el vínculo que se establece de esa forma es muy débil.” (Dimitri Meeks et al. 1965:132-33)

Aquí encontramos otro paralelismo entre las prácticas religiosas egipcias y las de nuestros antepasados guanches, éstos empleaban un medio para comunicarse con los espíritus de sus ancestros cuando la comunicación era urgente y no podían o no querían esperar a efectuar otros rituales más complejos; el método consistía en valerse de cualquier hendidura profunda del terreno y, a través de ella comunicarse con los espíritus de sus mayores fallecidos, cuando no disponían de grietas naturales, simplemente abrían un hoyo en el terreno, y tendidos en el suelo hablando a través de él se comunicaban. Así mismo, tenían otro medio de comunicación con los espíritus, consistente en los llamados bucios de piedra, éstos son unas rocas que se encuentran en determinados lugares y que han sido perforadas por agentes naturales en forma de bocinas, las cuales eran usadas como amplificadores de la voz para comunicarse con los espíritus de los antepasados, en la actualidad, existe un ejemplar en Igueste de Candelaria, conocida precisamente como el “bucio de los guanches.” Es posible que determinadas piedras de origen volcánico, perforadas, de manera natural y otras trabajadas por el hombre que han sido encontradas en cuevas, estuvieran dedicadas al fin mencionado.





[1] Este concepto, está recogido para el Pueblo Guanche, por el caballero Scory, quien afirma la creencia guanche de que los espíritus de los antepasados que había observado una vida honesta, moraban en un valle paradisíaco, el cual estaba situado en La Jardina, lo que hoy es La Laguna o Aguere.
[2] En la isla Chinech (Tenerife,) está recogido el paralelismo de el “saxo arrimado”, el que precisaba de la intervención especializada del sacerdote Samar para su expulsión a las profundidades de Chinechi. (El Infierno, según la tradición guanche localizado en el interior del Volcán Teide)

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