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jueves, 5 de septiembre de 2013

LA DIOSA MADRE EN LAS ISLAS CANARIAS









(Libro inédito)


CAPITULO-XXI-II

           
Eduardo Pedro García Rodríguez

 LA DIOSA MADRE  TERRENAL SEGÚN JESUS DE NAZARETH

 

El Evangelio Esenio 

ROLLOS



Jesús dijo: “Ustedes no entienden las palabras de la Vida, porque están en la Muerte.

La oscuridad, oscurece sus ojos, y sus oídos están tapados por la sordera. Pues les digo que no les aprovecha en absoluto que estudien las escrituras muertas si por sus obras niegan a quien se la ha dado. En verdad les digo que Dios y sus leyes no se encuentran en lo que ustedes hacen. No se hallan en la glotonería ni en la borrachera, ni en una vida desenfrenada, ni en la lujuria, ni en la búsqueda de la riqueza, ni mucho menos en el odio a sus enemigos.

Pues todas estas cosas están lejos del verdadero Dios y de sus ángeles. Todas estas cosas vienen del reino de la oscuridad y del señor de todos los males. Y todas estas cosas las llevan en ustedes mismos; y por ello la palabra y el poder de Dios no entra en ustedes, pues en el cuerpo de ustedes y en sus espíritus habitan todo tipo de males y abominaciones. Si desean que la palabra y el poder del Dios Vivo penetre en ustedes, no profanen sus cuerpos ni sus  espíritus; pues el cuerpo es el templo del espíritu, y el espíritu es el templo de Dios.

Purifiquen, por tanto, el templo, para que el Señor del templo pueda habitar en él y ocupar un lugar digno de él.

“Y retírense bajo la sombra del cielo de Dios, de todas las tentaciones de sus cuerpos y de sus espíritus. Que vienen de Satán”.

“Renuévense y ayunen. Pues en verdad les digo que Satán y sus plagas solamente pueden ser expulsados por medio del ayuno y la oración. Vayan por su cuenta y ayunen en solitario, sin descubrir su ayuno a hombre alguno. El Dios Vivo lo verá y grande será la recompensa de ustedes. Y ayunen hasta que Belcebú y todos sus demonios les abandonen y todos los ángeles de nuestra Madre Terrenal vengan a servirles. Pues en verdad les digo que a no ser que ayunen, nunca se librarán del poder de Satán ni de todas las enfermedades que de Satán vienen. Ayunen y oren fervientemente, buscando el poder del Dios vivo para que ustedes se curen. Mientras ayunan, eviten a los hijo de los hombres y busquen los ángeles de nuestra Madre Terrenal, pues quien busca hallará”.


“Busquen el aire fresco del bosque y de los campos, y en medio de ellos hallarán al ángel del aire. Quítense el calzado y las ropas y dejen que el ángel del aire abrace sus cuerpos.

Respiren entonces larga y profundamente, para que el ángel del aire penetre en ustedes. En verdad les digo que el ángel del aire expulsará de sus cuerpos toda inmundicia que lo profane por fuera y por dentro. Y así saldrá de ustedes toda cosa sucia y maloliente, igual que el humo del fuego asciende en forma de penacho y se pierde en el mar del aire. Pues en verdad les digo que sagrado es el ángel del aire, quien limpia cuanto está sucio y confiere a las cosas malolientes un olor agradable. Ningún hombre a quien no deje pasar el ángel del aire podrá acudir ante la faz de Dios. Verdaderamente, todo debe nacer de nuevo por el aire y por la verdad, pues el cuerpo de ustedes respira el aire de la Madre Terrenal, y el espíritu de ustedes respira la verdad del Padre Celestial.

“Después del ángel del aire, busquen el ángel del agua. Quítense el calzado y las ropas y dejen que el ángel del agua abrace todos sus cuerpos. Entréguense por entero a sus acogedores brazos y, así como el aire penetra en la respiración de ustedes, que el agua penetre también en sus cuerpos. En verdad les digo que el ángel del agua expulsará de sus cuerpos toda inmundicia que los mancille por fuera y por dentro. Y toda cosa sucia y maloliente fluirá fuera de ustedes, igual que la suciedad de las vestiduras, lavadas en el agua, se va y se pierde en la corriente del río. En verdad les digo que sagrado es el ángel del agua que limpia cuanto está sucio y que confiere a todas las cosas malolientes un olor agradable. Ningún hombre a quien no deje pasar el ángel del agua podrá acudir ante la faz de Dios. En verdad que todo debe nacer de nuevo del agua y de la verdad, pues el cuerpo de ustedes se baña en el río de la vida terrenal y el espíritu de ustedes se baña en el río de la vida eterna. Pues recibe la sangre de nuestra Madre Terrenal y la verdad de nuestro Padre Celestial”.

“Pero no piensen que es suficiente que el ángel del agua les abrace sólo externamente.

En verdad les digo que la inmundicia interna es, con mucho, mayor que la externa. Y quien se limpia por fuera permaneciendo sucio en su interior, es como las tumbas bellamente pintadas por fuera, pero llenas por dentro de todo tipo de inmundicias y de abominaciones horribles. Por ello, en verdad les digo, que dejen que el ángel del agua les bautice también por dentro, para que les libre de todos los antiguos pecados y para que así mismos internamente sean tan puros como la espuma del río jugueteando a la luz del sol”.

            “Busquen, por tanto, una gran calabaza con el cuello de la longitud de un hombre; extraigan su interior y llénenla con agua del río caldeada por el sol. Cuélguenla de la rama de un árbol, arrodíllense en el suelo ante el ángel del agua  y hagan que el extremo del tallo de la calabaza penetre en las partes  ocultas de ustedes, para que el agua fluya a través de todos sus intestinos. Luego descansen arrodillándose en el suelo ante el ángel del agua oren a Dios vivo para que les perdonen todos sus antiguos pecados; y oren también al ángel del agua para que libere los cuerpos de ustedes de toda inmundicia y enfermedad. Dejen entonces que el agua salga del cuerpo de ustedes, para que se lleve de su interior todas las cosas sucias y fétidas de Satán. Y verán con sus ojos y olerán con las narices de ustedes todas las abominaciones e inmundicias que mancillan el templo de los cuerpos de ustedes; igual que todos los pecados que residían en el cuerpo, atormentándolos con todo tipo de dolores. En verdad les digo que el bautismo con agua les libera de todo esto. Renueven el bautismo con agua todos los días durante el ayuno hasta el día que vean que el agua que expulsan es tan pura como la espuma del río, Entreguen entonces el cuerpo a la corriente del río y, una vez en los brazos del ángel del agua, den gracias al Dios vivo por haberles librado de los pecados de ustedes. Y este bautismo sagrado por el ángel del agua es el renacimiento a la nueva vida. Pues los ojos de ustedes verán a partir de entonces y los oídos oirán. No pequéis más, por tanto, después del bautismo, para que los ángeles del aire y del agua habiten eternamente en ustedes y les sirvan para siempre”.

            “Y si queda después dentro de ustedes algunos de sus antiguos pecados e inmundicias, busquen al ángel de la luz del sol. Quítense el calzado y las ropas y dejen que el ángel de la luz del sol abrace todo el cuerpo de ustedes. Respiren entonces larga y profundamente para que el ángel de la luz del sol les penetre. Y el ángel de la luz del sol expulsará del cuerpo de ustedes toda cosa fétida y sucia que lo mancille por fuera y por dentro. Y así saldrá de ustedes toda cosa sucia y fétida del mismo modo que la oscuridad de la noche se disipa ante la luminosidad del sol naciente. Pues en verdad les digo que sagrado es el ángel de la luz del sol, quien limpia toda inmundicia y confiere a lo maloliente un olor agradable. Nadie a quien no deje pasar el ángel de la luz del sol podrá acudir ante la faz de Dios. En verdad que todo debe nacer de nuevo del sol de la Madre Terrenal, y el espíritu de ustedes se baria en la luz del sol de la Madre Terrenal, y el espíritu de ustedes se baria en la luz del sol de la verdad del Padre Celestial.

            “Los ángeles del aire, del agua, y de la luz del sol son hermanos. Les fueron entregados al Hijo del Hombre para que le sirviesen y para que él pudiera ir siempre de uno a otro.

            “Sagrado es así mismo, su brazo. Son hijos indivisibles de la Madre Terrenal, así que no separen ustedes aquello a quienes la tierra y el cielo han unido. Dejen que estos tres ángeles hermanos les envuelva cada día y habiten en ustedes durante todo el ayuno.

            “Pues en verdad les digo que el poder de los demonios, todos los echados e inmundicias, huirán con presteza de aquel cuerpo que sea abrazado por estos tres ángeles. Del  mismo modo que los ladrones huyen de una casa abandonada al llegar el dueño de ésta, uno por la puerta, otro por la ventana y un tercero por el tejado, cada uno por donde se encuentra y por donde puede, así mismo huirán del cuerpo de ustedes todos los demonios del mal, todos los antiguos pecados y toda las inmundicias y enfermedades que profanan el templo que es el cuerpo de ustedes. Cuando los ángeles de la Madre Terrenal entras en los cuerpos de ustedes, de modo que los señores del templo lo poseen nuevamente, entonces huirán con presteza todos los malos olores a través de la respiración de ustedes y de la piel de ustedes, y las aguas corrompidas saldrán por la boca, por la piel y por las partes ocultas y secretas. Y todas estas cosas las verán con los propios ojos de ustedes, las olerán con la nariz de ustedes y las tocarán con sus manos. Y cuando todos los pecados e inmundicias hayan abandonado el cuerpo de ustedes, la sangre se les volverá tan pura como la sangre de nuestra Madre Terrenal y como la espuma del río jugueteando a la luz del sol. Y el aliento se les volverá tan puro como el aliento de las flores perfumadas, y la carne tan pura como la carne de los frutos que enrojecen  sobre las ramas de los árboles; la luz de sus ojos tan clara y luminosa como el brillo del sol que resplandece en el cielo azul. Y entonces les servirán todos los ángeles de la Madre Terrenal. Y la respiración, la sangre y la carne serán una con la respiración, la sangre y la carne de la Madre Terrenal para que el espíritu de ustedes se haga también uno con el espíritu del Padre Celestial. Pues en verdad nadie puede llegar al Padre Celestial sino a través de la Diosa Terrenal. Del mismo modo que un niño recién nacido no puede entender la enseñanza de su padre mientras su madre le haya primero amamantado, bañado, cuidado, dormido y alimentado. Mientras el niño es pequeño, su lugar está junto a su madre y a ella debe obedecer. Cuando el niño ya ha crecido, su padre le lleva a trabajar al campo a su lado, y el niño regresa junto a su madre solamente cuando llega la hora de la comida y de la cena. Y entonces el padre le enseña, para que se adiestre en los trabajos de su padre. Y cuando el  padre ve que su hijo entiende su enseñaza y hace bien su trabajo, le da todas las posesiones para que éstas pertenezcan a su amado hijo y para que éste continúe la obra de su padre, En verdad les digo que feliz es el hijo que acepta el consejo de su madre y lo sigue. Cien veces más feliz en el hijo que acepta y sigue también el consejo de su padre, pues se les dijo, “Honra a tu padre y a tu madre”. Pero yo les digo, Hijos del Hombre: Honren a su Madre Terrenal y guarden todas sus leyes, para que sean largos los días de ustedes en esta tierra, y honren a su padre celestial para que sea de ustedes en los cielos la vida eterna. Pues el Padre Celestial es un centenar de veces más grande que todos los padres por sangre y descendencia, y mayor es la Madre Terrenal que todas las madres por el cuerpo. Y más querido es el Hijo del Hombre a los ojos de su Padre Celestial y de su Madre Terrenal que lo son los niños a los ojos de sus padres por sangre y por descendencia y de sus padres por el cuerpo. Y más sabias son la palabra y la Ley del Padre Celestial y de la Madre Terrenal que las palabras y la voluntad de todos los padres por sangre y por descendencia, y de todas las madres por el cuerpo. Y también de más valor es la herencia del Padre Celestial y de la Madre Terrenal, el reino eterno de la vida eterna y celestial, que todas las herencias de los padres de ustedes por sangre y por descendencia, y de las madres por el cuerpo”.

            “Y sus verdaderos hermanos son todos aquellos que hacen la voluntad del Padre Celestial y de la Madre Terrenal, y no la de sus hermanos de sangre. En verdad les digo que sus verdaderos hermanos en la voluntad del Padre Celestial y de la Madre Terrenal se amarán un millar de veces más que sus hermanos de sangre. Pues desde los días de Caín y Abel, cuando los hermanos de sangre trasgredieron la voluntad de Dios, no existe una verdadera fraternidad por la sangre. Y los hermanos actúan entre sí como extraños. Por ello les digo, amen a sus verdaderos hermanos en la voluntad de Dios un millar de veces más que a los hermanos de sangre”.

                        Pues el Padre Celestial es amor.
                       
                        Pues la Madre Terrenal es amor.

                        Pues el Hijo del Hombre es amor.

“Por el amor el Padre Celestial y la Madre Terrenal y el Hijo del Hombre se hacen uno. Pues el espíritu del Hijo del Hombre fue creado del espíritu del Padre Celestial, y su cuerpo del cuerpo de la Madre Terrenal. Háganse por tanto, perfectos como perfecto son el espíritu del Padre Celestial y el cuerpo de la Madre Terrenal. Y amen así al Padre Celestial, igual que Él ama el espíritu de ustedes. Y amen así a la Madre Terrenal, igual que ella ama el cuerpo de ustedes. Y amen así a sus verdaderos hermanos, igual que el Padre Celestial y la Madre Terrenal les aman. Y entonces les dará el Padre Celestial su santo espíritu, y la Madre Terrenal les dará a ustedes su cuerpo santo. Y entonces los Hijos de los Hombres se darán amor unos a otros como verdaderos hermanos, el amor que recibieron de su Padre Celestial y de la Madre Terrenal; y todos se convertirán en consoladores unos de otros. Y habrá amor y alegría sobre la tierra. Y será entonces la tierra como los cielos, y vendrá el reino de Dios. Y entonces vendrá el Hijo del Hombre en toda su gloria, para heredar el reino de Dios. Pues los Hijos de los Hombres dividirán su divina herencia, el reino de Dios. Pues los Hijos del Hombre viven en el Padre Celestial y en la            Madre Terrenal, y el Padre Celestial y la Madre Terrenal viven en ellos. Y entonces con el reino de Dios llegará el fin de los tiempos. Pues el amor del Padre Celestial da vida eterna a todo lo que está en el reino de Dios. Pues el amor es eterno. El amor es más fuerte que la Muerte”.

“Aunque hable con las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, mis palabras son como el sonido del latón o como el tintineo de un platillo. Aunque diga lo que ha de venir y conozca todos los secretos y toda la sabiduría; y aunque tenga una fe tan fuerte como la tormenta que mueve las montañas de su sitio, si no tengo amor no soy nada. Y aunque dé todos mis bienes para alimentar al pobre y le ofrezca todo el fuego que he recibido de mi Padre, si no tengo amor no hallaré en ello provecho alguno. El amor es paciente y el amor es amable. El amor no es envidioso, no hace el mal, no conoce el orgullo; no es rudo ni egoísta. Es ecuánime, no cree en la malicia; no se regocija en la injusticia, sino que se deleita en la justicia. El amor lo defiende todo, el amor lo cree todo, el amor lo espera todo, y el amor lo soporta todo; nunca se agota; pero en cuanto a las lenguas, cesarán, y en cuanto al conocimiento, se desvanecerá. Pues poseemos en parte la verdad y en parte el error, más cuando venga la plenitud de la perfección, lo parcial será aniquilado. Cuando el hombre era niño hablaba como un niño, entendía como un niño, pensaba como un niño; pero cuando se hizo hombre abandonó las cosas de los niños. Porque nosotros vemos ahora a través de un cristal y a través de dichos oscuros. Ahora conocemos parcialmente, más cuando hayamos acudido ante el rostro de Dios, ya no conoceremos en parte, pues nosotros mismos seremos enseriados por Él, Y ahora nos quedan tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de ellas es el amor. <<Y ahora les hablo en la lengua viva del Dios Vivo, por medio del santo espíritu de nuestro Padre Celestial. No hay aún ninguno entre ustedes que pueda entender todo cuanto les digo. Quien les comenta las escrituras les hablan en una lengua muerta de hombres muertos, a través de su cuerpo enfermo y mortal. Por lo tanto a él le pueden entender todos los hombres, pues todos los hombres están enfermos y todos están en la muerte. Nadie ve la luz de la vida. El ciego guía a los ciegos en el oscuro sendero de los pecados, las enfermedades y los sufrimientos, y al final se precipitan todos en la fosa de la muerte”.

“Yo les he sido enviado por mi Padre para que haga brillar la luz de la vida entre ustedes. La luz se ilumina así misma y a la oscuridad, más la oscuridad se conoce sólo así misma y no conoce la luz. Aún tengo que decirles muchas cosas, más aún no pueden comprenderlas. Pues los ojos de ustedes están acostumbrados a la oscuridad, y la plena Luz del Padre Celestial les cegaría. Por eso no pueden entender aún cuanto les hablo acerca del Padre Celestial quien me envió a ustedes. Sigan pues primero sólo las leyes de la Madre Terrenal, de quien ya les he contado. Y cuando sus ángeles hayan lavado y renovado los cuerpos de ustedes y fortalecido los ojos de ustedes, serán capaces de soportar la luz de nuestro Padre Celestial. Cuando sean capaces de contemplar el brillo del sol del mediodía con los ojos fijos, podrán entonces mirar la luz cegadora del Padre Celestial, la cual es un millar de veces más brillante que el brillo de un millar de soles. Más ¿cómo podrían ustedes mirar la Luz cegadora del Padre Celestial, si no pueden soportar siquiera la luz del sol radiante? Créanme, el sol es como una llama de una vela comparado con el sol de la verdad del Padre Celestial. No tengan, por tanto, sino fe y esperanza y amor. En verdad les digo que no desearán la recompensa de ustedes. Si creen en mis palabras creerán en quien me envió, que es el señor de todos y para quien todas las cosas son posibles. Pues lo que resulta imposible con los hombres, es posible con Dios. Si creen en los árboles de la Madre Terrenal y cumplen sus leyes, la fe de ustedes les sostendrá y nunca conocerán la enfermedad. Tengan esperanza también en el amor de su padre celestial, pues quien confía en él no será nunca desfraudado ni tampoco conocerá a la muerte.

“Ámense los unos a los otros, pues Dios es amor, y así sabrán los ángeles que  ustedes van por su camino. Y entonces acudirán todos los ángeles ante el rostro de ustedes y les servirán. Y Satán partirá del cuerpo de ustedes con todos sus pecados, enfermedades e inmundicias. Vayan, renuncien a los pecados de ustedes; arrepiéntanse ustedes mismos; y bautícense ustedes mismos; para que nazcan de nuevo y no pequen más.

Entonces Jesús se levantó. Pero todos los demás permanecieron sentados, pues cada hombre sentía el poder de sus palabras. Y entonces apareció la luna llena entre las nubes desgarradas y envolvió a Jesús en su resplandor. De sus cabellos ascendían destellos, y permaneció erguido entre ellos en la luz de la luna, como si flotase en el aire. Y nadie se movió, ni tampoco se oyó la voz de nadie. Y nadie supo cuánto tiempo había pasado, pues el tiempo parecía parado.

Entonces Jesús tendió sus manos hacia ellos y dijo: “la paz con ustedes”. Y de este modo, partió como la brisa que mece las hojas de los árboles.

Y aún durante un buen rato permaneció la compañía sentada sin moverse, y luego fueron saliendo del silencio, uno tras otro, como tras un largo sueño. Pero nadie deseaba irse, como si las palabras de quien les había dejado aún sonasen en sus oídos. Y permanecieron sentados como si escuchasen alguna música maravillosa.

Pero al fin uno dijo, como si estuviera algo atemorizado: “¡Que bien se está aquí!” Otro dijo: “¡Ojalá esta noche no acabara nunca!” Y otros: “¡Ojalá pudiera estar entre nosotros para siempre!” “De verdad que es el mensajero de Dios, pues puso la esperanza en nuestros corazones”. Y nadie deseba irse a su casa diciendo: “Yo no voy a casa, donde todo es oscuro y triste. ¿Porqué hemos de ir a casa donde nadie nos quiere?”.

Y de este modo hablaron, pues casi todos ellos eran pobres, cojos, ciegos, lisiados, vagabundos, gente sin hogar despreciadas en su desdicha, que sólo habían nacido para ser motivo de lástima en las casas donde durante apenas unos días encontrasen refugio. Incluso que tenían tanto casa como familia dijeron: ‘También nosotros nos quedamos con ustedes’.

Pues todos sentían que las palabras de Quien se había ido unían a la pequeña compañía con hilos invisibles. Y todos sentían que habían nacido de nuevo. Veían ante sí un mundo luminoso, incluso cuando la luna se ocultó en las nubes. Y en los corazones de todos se abrieron flores maravillosas, de una belleza maravillosa: las flores de la alegría”.

Y cuando los brillantes rayos del sol aparecieron sobre el horizonte, todos sintieron que aquel era el sol del reino de Dios que venía. Y con semblantes alegres se adelantaron a los ángeles de Dios. Y muchos sucios y enfermos siguieron las palabras de Jesús y buscaron las orillas de las corrientes murmurantes. Se descalzaron y desvistieron, ayunaron y entregaron sus cuerpos a los ángeles del aire, del agua y de la luz del sol. Y los ángeles de la Madre Terrenal les abrazaron y poseyeron sus cuerpos por dentro y por fuera. Y todos ellos vieron cómo todos los males, pecados e inmundicias les abandonaban rápidamente.

Y el aliento de algunos se volvió tan fétido como el olor que sueltan los intestinos, y a algunos les fluían babas y de sus partes intimas surgió un vómito maloliente y sucio. Todas estas inmundicias salieron por sus bocas. En algunos por la nariz, y en otros por los ojos y los oídos. Y a muchos les vino por todo su cuerpo un sudor apestoso y abominable por toda su piel. Y en muchos de sus miembros se abrieron forúnculos grandes y calientes, de los que salían inmundicias malolientes, y de sus cuerpos fluía orina en abundancia y en muchos su orina no estaba sino seca y se volvía tan espesa como la miel de las abejas; la de los otros era casi roja y dura casi como la arena de los ríos. Muchos lanzaban fétidos pedos de sus intestinos, semejantes al aliento de los demonios. Y su hedor se hizo tan grande que nadie podía soportarlo.

Y cuando se bautizaron a sí mismos, el ángel del agua penetró en sus cuerpos, y de ellos salieron todas las abominaciones e inmundicias de sus antiguos pecados, y semejante a un río que descendiese de una montaña, salieron a borbotones de sus cuerpos gran cantidad de abominaciones duras y blandas. Y la tierra donde cayeron sus aguas quedó contaminada, y tan grande era el hedor que nadie podía permanecer en aquel lugar. Y los demonios abandonaron sus intestinos en forma de numerosos gusanos que se retorcían en el lodo de sus inmundicias internas. Y después que el ángel del agua les hubo expulsado de los intestinos de los Hijos del Hombre, se retorcieron en el suelo con ira impotente. Y entonces descendió sobre ellos el poder del ángel de la luz del sol, y allí perecieron en sus desesperadas convulsiones, pisoteados bajo los pies del ángel de la luz del sol. Y todos se estremecieron aterrorizados al mirar aquellas abominaciones de Satán, de quienes les habían salvado los ángeles. Y dieron gracias a Dios por haberles enviado sus ángeles para liberarles.

Y había algunos atormentados por grandes dolores que no parecían querer abandonarles; y no sabiendo qué hacer, decidieron enviar alguno de ellos a Jesús, pues deseaban mucho tenerle entre ellos.

Y cuando dos hubieron ido en su busca, vieron al mismo Jesús acercándose por la orilla del río. Y sus corazones se llenaron de esperanza y de alegría cuando oyeron su saludo: “La paz sea con ustedes”. Y muchas eran las preguntas que deseaban hacerle, más en su sorpresa no podían empezar, pues nada acudía a sus mentes. Les dijo entonces Jesús: “He venido porque me necesitan”. Y uno gritó: “Maestro, verdaderamente te necesitamos. Ven y líbranos de nuestros sufrimientos”. –Y Jesús les habló en parábolas-: ‘Sois el hijo pródigo, quien durante muchos años comió y bebió, y pasó sus días con sus amigos en el desenfreno y la lascivia. Y cada semana, sin que su padre lo supiese, contraía nuevas deudas, malgastando cuanto tenía en pocos días. Y los prestamistas siempre les prestaban, pues su padre poseía grandes riquezas y siempre pagaba pacientemente las deudas de su hijo. Y en vano amonestaba a su hijo con buenas palabras, porque nunca escuchaba las advertencias de su padre, quien le suplicaba en vano que renunciase a sus vicios sin fin, y que fuera a sus campos a vigilar el trabajo de sus sirvientes. Y el hijo le prometía siempre todo si pagaba sus antiguas deudas, más al día siguiente empezaba de nuevo. Y durante más de siete años el hijo continuó en su vida licenciosa. Pero, al fin, su padre perdió la paciencia y no pagó más a los prestamistas las deudas de su hijo. ‘Si sigo pagándolas siempre-dijo- no acabarán los pecados de mi hijo’. Entonces, los prestamistas, que se vieron engañados, en su cólera se llevaron al hijo como esclavo, para que con su trabajo diario pagase el dinero que había tomado prestado. Y entonces se acabó el comer, el beber y todos los excesos diarios. De la mañana a la noche mojaba los campos con el sudor de su frente, y con el trabajo desacostumbrado todos sus miembros le dolían. Y vivía de pan seco, no teniendo más que sus propias lágrimas para humedecerlo. Al tercer día había sufrido tanto por el calor y el cansancio, que le dijo a su dueño: ‘No puedo trabajar más porque me duelen todos mis miembros. ¿Por cuánto tiempo más me atormentarás?’ ‘Hasta el día en que por el trabajo de tus manos me hayas pagado tus deudas, y cuando hayan pasado siete años serás libre’. Y el hijo desesperado respondió llorando: ‘¡Pero si no puedo soportarlo ni siquiera durante siete días! Apiádate de mí, pues todos mis miembros me duelen y me abrazan’. Y el malvado acreedor le gritó: ¡Sigue con tu trabajo! Si pudiste dedicar tus días y tus noches al desenfreno durante siete años, tendrás que trabajar ahora durante siete años. No te perdonaré hasta que me hayas pagado todas tus deudas hasta el último dracma’. Y el hijo regresó desesperado a los campos, con sus  miembros atormentados por el dolor, para seguir con su trabajo. Ya difícilmente podía tenerse en pie debido al cansancio y a los dolores, cuando llegó el séptimo día, el día del Sabat, en el cual nadie trabaja en el campo. Reunió el hijo entonces el resto de sus fuerzas y se arrastró hasta la casa de su padre. Y echándose a los pies de su padre le dijo: ‘Padre, créeme por última vez y perdóname todas mis ofensas contra ti. Te juro que nunca más volveré a vivir desenfrenadamente y te obedeceré en todo. Libérame de las manos de mi opresor. Padre, mírame y contempla mis miembros enfermos y no endurezcas tu corazón’. Entonces brotaron lágrimas de los ojos del padre, que tomando a su hijo en brazos dijo: Alegrémonos, porque hoy se me ha dado una gran alegría, pues he recuperado a mi amado hijo que estaba perdido’. Le vistió con sus mejores ropas, y durante todo el día hicieron fiesta y a la mañana siguiente dio a su hijo una bolsa de plata para que pagase a sus acreedores cuanto les debía. Y cuando su hijo regresó, le dijo: ‘Ya ves, hijo mío, lo fácil que es con una vida desenfrenada contraer deudas por siete años, pero es difícil pagarlas con el trabajo de siete años’. ‘Padre, es verdaderamente duro pagarlas incluso durante sólo siete días’. Y el padre le advirtió, diciéndole: ‘Sólo por esta vez se te a  permitido pagar tus deudas en siete días en lugar de siete años, el resto se está perdonado. Pero cuida de no contraer más deudas en el tiempo venidero. Pues en verdad te digo que nadie más que tu padre perdona tus deudas por ser su hijo. Porque de haber sido con cualquier otro, habrías tenido que trabajar duramente durante sete años, como está ordenado en nuestras leyes’. Padre, a partir de ahora seré tu hijo amante y obediente, y nunca más contraeré deudas, pues sé que pagarlas es duro.

Y fue al campo de su padre y todos los días vigilaba el trabajo de los labradores de su padre. Y nunca les hizo trabajar demasiado duro, pues recordaba su propio trabajo pesado. Y pasaron los años y las posesiones de su padre aumentaron más y más bajo su mano, pues su tarea contaba con la bendición de su padre. Y lentamente devolvió a su padre diez veces más de cuanto había derrochado durante aquellos siete años. Y cuando el padre vio que el hijo trataba bien a sus sirvientes y a todas sus posesiones, le dijo: Hijo mío, veo que mis posesiones están en buenas manos. Te doy todo mi ganado, mi casa, mis tierras y mis tesoros. Que todo esto sea tu herencia; continúa aumentándola para que goce en ti’. Y cuando el hijo hubo recibido la herencia de su padre, perdonó las deudas a todos sus deudores que no podían pagarle; pues no olvidó que su deuda había sido también perdonada cuando no podía pagarla. Y Dios le bendijo con una vida larga, con muchos hijos y con muchas riquezas, pues era amable con todos sus sirvientes y con todo su ganado’.

Jesús se volvió entonces al pueblo enfermo y dijo: “Les hablo en parábolas para que entiendan mejor la palabra de Dios. Los siete años de comer y beber y de vida desenfrenada son los pecados del pasado. El malvado acreedor es Satán. Las deudas son las enfermedades.

El trabajo son los dolores. El hijo pródigo son ustedes mismos. El pago de las deudas es la expulsión de ustedes de los demonios y de las enfermedades y la curación de los cuerpos de ustedes. La bolas de plata recibida del padre es el poder liberador de los ángeles. El padre es Dios. Los sirvientes del padre son los ángeles. El campo del padre es el mundo, que se convierte en el reino de los cielos si los Hijos del Hombre trabajan en él junto a los ángeles del Padre Celestial. Pues yo les digo que es mejor que el hijo obedezca a su padre y vigile a los sirvientes de su padre en el campo, a que se convierta en deudor del malvado acreedor, y fatigarse y sudar en la servidumbre para restituir todas sus deudas. De igual modo, es mejor que los Hijos del Hombre obedezcan también las leyes de su Padre Celestial y que trabajen con sus ángeles en su reino, a convertirse en deudores de Satán, el señor de la muerte, de todos los pecados y de todas las enfermedades, a sufrir con dolores y sudor hasta haber reparado todos sus pecados. En verdad les digo, que grandes y muchos son los pecados de ustedes. Durante muchos años han cedido a las tentaciones de Satán. Han sido glotones, bebedores y putañeros, y sus antiguas deudas se han multiplicado. Y ahora deben repararlas, y el pago es duro y difícil. No se impacienten por tanto al tercer día, como el hijo pródigo, sino esperen pacientemente al séptimo día, que está santificado por Dios, y entonces acudan con corazón humilde y obediente ante el rostro de nuestro Padre Celestial, para que les perdonen sus pecados y todas sus antiguas deudas. En verdad les digo que su Padre Celestial les ama infinitamente, pues también él les permite pagar en siete días las deudas de siete años. Quienes le deban los pecados y enfermedades de siete años, pero le paguen honestamente y perseveren hasta el séptimo día, a ellos perdonará nuestro Padre Celestial las deudas de los siete años completos”.

“¿Y si hemos pecado durante siete veces siete años?”, Preguntó un hombre enfermo que sufría horriblemente. “Incluso en ese caso el Padre Celestial les perdonará todas las deudas de ustedes en siete veces siete días.

“Felices son aquellos que perseveran hasta el fin, pues los demonios de Satán escriben todas sus malas acciones en un libro, el libro del cuerpo de ustedes y del espíritu de ustedes. En verdad les digo que no hay una sola acción pecaminosa, hasta desde el principio del mundo, que no sea escrita ante nuestro Padre Celestial. Pues ustedes pueden escapar a las leyes hechas por los reyes, pero a las leyes del Padre Celestial, a esas no puede escapar ninguno de los Hijos del Hombre. Y cuando acudan ante el rostro de Dios, los demonios de Satán hacen de testigos en contra de ustedes por medio de los actos de ustedes, y Dios ve los pecados de ustedes escritos el  libro del cuerpo de ustedes y en el espíritu de ustedes, y su corazón está triste. Mas si se arrepienten de los pecados de ustedes y buscan los ángeles de Dios por medio del ayuno y de la oración, entonces, por cada día que sigan ayunando y orando, los ángeles de Dios borran un año de las malas acciones de ustedes del libro del cuerpo y del espíritu de ustedes. Y cuando la última página ha sido también borrada y limpiada de todos los pecados de ustedes, se encontrarán ante la faz de Dios, y Dios se alegra en su corazón y les perdona a ustedes todos los pecados. Y les libera de las garras de Satán y del sufrimiento; los hace entrar en su casa y ordena a todos sus sirvientes, y a todos sus ángeles, que les sirvan a ustedes. Les da larga vida, y nunca más conocerán la enfermedad. Y si en adelante, en lugar de pecar, pasan sus días haciendo buenas acciones, entonces escribirán los ángeles de Dios todas sus buenas acciones en el libro del cuerpo y del espíritu de ustedes. En verdad les digo que ninguna acción buena queda sin ser escrita ante Dios, y así ocurre desde el principio del mundo. Pues de los reyes de ustedes y de los gobernadores pueden esperar en vano la recompensa de ustedes, más nunca se hará de esperar las acciones buenas de ustedes su premio de Dios.

“Y cuando acudan ante el rostro de Dios, sus ángeles atestiguan a favor de ustedes por medio de las buenas acciones. Y Dios ve las buenas acciones de ustedes escritas en los cuerpos y en los espíritus de ustedes, y se alegra en su corazón. Bendice el cuerpo y el espíritu de ustedes, y todas las acciones de ustedes, y les da en herencia su reino terrenal y celestial, para que en él tengan la vida eterna. Feliz es aquel que puede entrar en el reino de Dios, pues nunca conocerá la muerte.

Y un gran silencio se hizo tras sus palabras. Y quines se sentían desanimados obtuvieron nueva fuerza de sus palabras, y continuaron ayunando y orando. Y quien había hablado primero exclamó: “Perseveraré hasta el séptimo día”. Y el segundo igualmente dijo: “Yo también perseveraré durante siete veces el séptimo día”.

Jesús les respondió: “Felices son aquellos que perseveran hasta el fin, pues heredarán la tierra.

Y había entre ellos muchos enfermos atormentados por fuertes dolores, y se arrastraron con dificultad hasta los pies de Jesús. Pues no podían ya caminar sobre sus pies. Dijeron: “Maestro, el dolor nos atormenta intensamente; dinos que haremos”. Y mostraron a Jesús sus pies, cuyos huesos estaban retorcidos y nudosos y dijeron:

“Ni el ángel del aire ni el del agua, ni el de la luz del sol han disminuido nuestros dolores, a pesar de habernos bautizado nosotros mismos y de haber ayunado y orado y seguido tus palabras en todo”.

“En verdad les digo que los huesos de ustedes sanarán. No desesperen, pero no busquen la curación sino en el sanador de los huesos, el ángel de la tierra. Pues de ella salieron los huesos de ustedes, y a ella retornarán”.

Y señaló con su mano donde la corriente de agua y el calor del sol habían ablandado la tierra dando un barro arcilloso, en el borde del agua. “Hundan sus pies en el fango, para que el abrazo del ángel de la tierra extraiga de los huesos de ustedes toda inmundicia y toda enfermedad Y verán como Satán y los dolores de ustedes huyen del abrazo del ángel de la tierra. Así desaparecerán las nudosidades de los huesos de ustedes, y se enderezarán, y todos sus dolores desaparecerán”.

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