(Libro inédito)
Eduardo Pedro García Rodríguez
CAPITULO-VIII-I
LA DIOSA MADRE EN EUROPA
La presencia del ser humano en Europa desde los
albores de la humanidad, está ampliamente documentada en el yacimiento paleontológico
de Dmanisi, Georgia, donde se han localizado los restos humanos más antiguos
fuera del continente africano. En el dicho yacimiento los arqueólogos han
sacado a la luz tres cráneos fósiles correspondientes a tres individuos de
diferentes épocas los que hace pensar a los expertos que tres grupos humanos
diferentes emigraron juntos desde África hasta Euro Asia hace 1,7 millones de
años a través del istmo que unía África y Europa por lo que hoy es el estrecho
de Gibraltar. La existencia de este paso terrestre queda corroborada por el
yacimiento arqueológico de Fonelas, en Granada (España) de donde se han
extraído fósiles pertenecientes a jiráfidos, rinocerontes, hienas, tigres de
dientes de sable, o gacelas, hasta un total de 27 especies todas de origen
africano, cuyos restos están datados en 1,8 millones de años
En la península ibérica son singulares los yacimientos
de Atapuerca, los yacimientos conocidos más importantes de la Sierra de Atapuerca son
tres: La Galería,
La Gran Dolina
y La Sima de los
Huesos. En este conjunto, los investigadores han podido determinar la
existencia de una secuencia estratigráfica cuya cronología permite hablar de
una ocupación de la zona desde hace un millón de años, lo que supone la más
antigua conocida en Europa. De este periodo se han hallado diferentes lascas de
cuarcita de borde afilado.
Especialmente
importantes son los restos óseos hallados en La Gran Dolina, que han
permitido al equipo investigador determinar la existencia de una nueva especie
procedente de África, el Homo antecessor, que llegaría a la Península Ibérica
hace 800.000 años. Estos restos fósiles pertenecen a seis individuos,
permitiendo elaborar una reconstrucción de su aspecto. También ha sido posible
determinar una gran cantidad de datos acerca de esta población, gracias a la
gran cantidad de registro material que allí dejaron. Por ejemplo: Una mandibula
de 1,2 millones años hallada en 2007 en los yacimientos de Atapuerca
Pero el
yacimiento de Atapuerca no se agota con estos hallazgos, sino que es posible
encontrar restos de pobladores correspondientes a sucesivos periodos
posteriores, por ejemplo los restos de cerca de 32 individuos preneandertales
(300.000 años) en la Sima
de los Huesos.
Afortunadamente, los trabajos continúan y permitirán conocer en el futuro nuevos datos acerca de este impresionante yacimiento y sus pobladores.
Pero también
en la prehistoria reciente, es decir durante el Neolítico y la Edad de Bronce, en épocas
protohistóricas e históricas, se ha documentado la presencia de asentamientos.
Las
investigaciones y excavaciones que se realizan anualmente en la Sierra han evidenciado la
existencia de diversas ocupaciones humanas de especial interés. Es importante
no sólo por su antiguedad, sino también por las implicaciones de subsistencia y
de economía que se deducen del estudio de los restos de esas comunidades
humanas.
La información
obtenida en los yacimientos de la
Sierra de Atapuerca son muy importantes para el estudio de la
evolución humana en Europa.
En épocas
históricas posteriores y conforme los glaciares se fueron retirando de Europa,
los hombres del continente africano y del Próximo Oriente fueron ocupando las
tierras libres de hielo. Al principio eran cazadores que seguían a los animales
de los que se sustentaban, posteriormente, y conforme el clima en la zona se
iba haciendo más benigno, el hombre comenzó a ser sedentario practicando la
agricultura y creando las primeras sociedades urbanas en el continente, y con
ellas los ritos de adoración a la Diosa Madre.
“Se
han descubierto más de 130 esculturas
representativas de la
Diosa-Madre, apoyadas sobre rocas y sobre tierra, entre los
huesos y herramientas de estos pueblos del Paleolítico. Otras aparecieron
cuando se realizó una observación más minuciosa, cinceladas sobre los salientes
y terrazas de piedra sobre las cuevas donde muchas de estas personas vivían.
Las estatuas siempre representan figuras desnudas; son generalmente pequeñas y
con frecuencia gestantes. Algunas se asemejan a mujeres ordinarias, pero la
mayoría tienen la apariencia de madres, como si cuanto fuera femenino en ellas
se hubiese concentrado en el misterio abrumador del nacimiento. Muchas figuras
han sido salpicadas de ocre rojo, el color de la sangre que proporciona la
vida, y con frecuencia su base se va estrechando hasta formar una punta carente
de pies, como si en alguna ocasión hubieran permanecido clavadas en el suelo
con intención ritual.” (Anne Baring y Jules Cashford, “El mito de la Diosa”)
”Son
imágenes femeninas, la mayoría de ellas de formas opulentas, de nalgas y
caderas exageradas, con grandes pechos y vientres de mujeres grávidas. […] las
extremidades y la cabeza suelen ser de formas esquemáticas […] es evidente que
no tienen el propósito de reflejar fielmente la realidad (pues cuando quieren
eso, lo saben hacer muy bien, como lo demostraron en las pinturas rupestres) y
que son símbolos que tienen la finalidad de expresar algo importante. Algo muy
importante, en efecto, porque se trata de estereotipos utilizados a lo largo de
muchos milenios. […] ¿Qué significado tienen dichas imágenes? Se ha dicho de
todo: que son retratos de las mujeres de aquella época, que son imágenes
eróticas, que son sacerdotisas o imágenes de antepasados, que son figuras
mágicas para provocar la fertilidad, que expresan la visión simbólica del
principio femenino…” (Josu Naberan, “La vuelta de Sugaar”)
“En todo caso, y pese a la diversidad de modelos existentes, bien pudiera plantearse la existencia de una unidad cultural en el amplísimo territorio en el que se localizan los hallazgos. Sin embargo, el acuerdo entre los investigadores termina a la hora de dilucidar cuál puede ser el significado que puede atribuirse a estas figurillas. Según unos, cabe entenderlas como primitivas Diosas de la fertilidad, teniendo presente lo explícito de los rasgos sexuales femeninos. Partiendo de esta idea, hay quienes las consideran amuletos de uso personal (lo que explicaría la ausencia de pies o de soportes para su colocación en vertical), […] mientras que otros apuntan a que se trata de una cierta forma de autorretratos (ante lo cual tendríamos que preguntarnos porqué no los hay masculinos). Por último, no falta quien explica su existencia como manifestación del carácter matriarcal de estas sociedades paleolíticas.” (Juan Diego Caballero,)
En Rumania
cerca de la localidad de Cucuteni-Tryrillia cerca de Kiev en Ucrania, en
recientes exacciones arqueológicas se han sacado a la luz antiguos poblados
pertenecientes a las primeras civilizaciones de Europa, que presenta la cultura
de un misterioso pueblo neolítico que se cree forjó una de las primeras
civilizaciones de ese continente hace unos 7.000 años.
Las
excavaciones han descubierto estatuillas antropomorfas femeninas de arcilla y
cerámica con peculiares dibujos geométricos, que datan del 5000 al 3000 a.e.a.
Antes de que
su cultura se desvaneciera misteriosamente, los Cucuteni-Trypillia se
organizaron en grandes asentamientos. Anteriores a los sumerios y egipcios,
estos asentamientos eran básicamente proto-ciudades con edificios a menudo
dispuestos en círculos concéntricos. Se extendieron más de 350.000 kilómetros
cuadrados en lo que hoy es Rumania, Ucrania y Moldavia.
Los edificios
presentan con frecuencia las paredes y los techos decorados con dibujos
pintados en rojo y negro. El interior de las casas estaba lleno de cerámica y
estatuillas, cuyo diseño, casi moderno, se ha convertido en su marca más
característica.
Las escasas
figuras masculinas están a menudo cubiertas por máscaras, mientras que las más
numerosas de mujeres son estatuillas de aspecto amable y rostro descubierto,
con los cuerpos tatuados y largos pies.
Las primitivas imágenes de la Diosa-Madre, procedían
como es natural de los lugares de origen de los primeros pobladores, pero con
el transcurso del tiempo fueron adquiriendo formas propias conforme se fueron
desarrollando las características básicas es decir las formas sexuales marcadas
de manera exagerada prescindiendo casi siempre de los detalles del rostro pié o
manos, siendo las imágenes más antiguas a través de las cuales los seres
humanos dieron forma a un pensamiento de culto, mediante el arte de las
estatuillas conocidas como venus esteatopigias.
Se trata de pequeñas figuras de mujer
de 5 a 25 CM. de altura cuya difusión se extiende desde el sur de Francia hasta
Siberia, y desde el norte de Italia hasta el Rhin medio, siendo más escasas a
partir de los Pirineos conociéndose dos casos en la Península Ibérica,
en El Pendo y en La
Pileta. Estas figurillas aparecen hace unos 28.000-22.000
años, y son típicas del periodo gravítense, pero en el auriñiense (hace unos
30.000 años) ya se representaban en las paredes de las cuevas vulvas. Desde
entonces se han venido representando distintas formas de venus hasta el
neolítico y ya entrados los tiempos históricos. Escaseando en estos periodos
las representaciones de figuras masculinas. De otro carácter, esculpida en la
piedra, es la “Venus de Lausell”, llamada también “Venus del cuerno”,
encontrada en Lausell, en la región francesa de Dordoña, trasladada en el
bloque original actualmente se encuentra expuesta en el Museo Saint
Germain-en-Laye. Datada en el perigordiense superior, es una figura que mide 43
cm. Representa a una mujer adulta con los pechos caídos (varios embarazos sucesivos),
que porta el cuerno, símbolo de la fertilidad y
la abundancia. La coherencia entre la representación física realista de
la figura humana y el carácter simbólico de la representación, es de gran
interés por su carácter mágico-religioso.
Según la mencionada autora Sibyle von Reden “La vulva,
la puerta hacía la vida, se grababa en la roca en lugares de culto o se
esculpía en relieve.” (...) Las vulvas en forma de cauríes acompañaban a los
difuntos a la tumba, como amuleto, quizá para asegurarles la resurrección. En
un enterramiento del refugio de Laugerie-Basse (Dordoña) el esqueleto mostraba
cauríes formando pareja sobre la frente, los brazos, los muslos, rodillas y
pies del cadáver “.
En las etapas más arcaicas de numerosas regiones de la Tierra, al inicio del arte,
la religión, el pensamiento abstracto y la cultura, las manifestaciones
artísticas antropomorfas legadas por nuestros ancestros son exclusivamente de
figuras femeninas.
Estas
obras simbólicas de protagonistas femeninas, son casi siempre exhibidas
desnudas y en actitudes sexuales: nos muestran su vulva o la de su hija, o
están embarazadas, o dan a luz, aparecen ofreciendo las mamas o dando de mamar
a su bebé, o están realizando alguna ceremonia sagrada, mientras portan objetos
en las manos, o bailan, o cantan, o tocan instrumentos musicales, o se
presentan sentadas en su trono, o como amazonas, o se observan cuando cazan o
luchan, o se masturban con finalidad sagrada o hacen el amor…
Estas
arcaicas figuras femeninas, plasmación del ideal matriarcal que denotan su
autoría femenina, suelen ser de formas esquemáticas y toscas, y representan un
concepto que contrasta grandemente con las manifestaciones artísticas de la
época histórica, que son obras realizadas ya por varones.
Esta comúnmente aceptado el hecho de estas figuras dan
forma a una idea por las características similares que todas ellas poseen. A
pesar de distar unas de otras miles de kilómetros y miles de años, muestran una unidad es
decir, su diseño está estandarizado en las diferentes culturas. Algunos
estudiosos especulan con la existencia de un comercio de ideas y de
información, pero la realidad es que el hombre en sus desplazamientos llevaba
consigo su cultura sus creencias y sus ritos mágicos-religiosos, lo que hace
verosímil aceptar que el culto a la Diosa-Madre, surgió en África, cuna de la
humanidad, donde las figurillas representativas de la Diosa-Madre, denotan
una mayor antigüedad tanto por sus formas como por su factura, y desde este
continente se irradió al resto del mundo. Según Sibyle von Reden “No se puede
establecer con seguridad cuándo y donde se originó y desarrolló el culto a la Diosa-Madre, pero
probablemente llegó a Europa con las invasiones de los pueblos procedentes del
este, hace unos 35.000 años, que trajeron consigo este tipo de venus
primitiva”. En el caso de las venus esteaotopégicas para entender las
interpretaciones sobre su significación y sentido es mejor describirlas
físicamente antes.
En distintos niveles de habitación, cerca de las
paredes de las cabañas ahondadas en el suelo, excavadas en diversos países de
Europa se han encontrado aproximadamente un centenar de estatuillas de mujeres,
casi todas ellas desnudas y careciendo de adornos. (Excepto algunas excepciones)
En Gagarino (Ucrania) se encontraron siete estatuillas en ambas paredes de una
cabaña que debieron estar colocadas en nichos o cavidades de las mismas. Estas
figurillas representan a madres, mujeres maduras que destacan una evidente
obesidad y con los rasgos sexuales extremadamente marcados. Sus caderas,
vientre y pechos son desmesurados, además el triangulo del sexo aparece muy
remarcado acentuando aún más su feminidad. Parecen la fertilidad hecha cuerpo.
Al respecto nos dice el profesor Jorge Salomó Flores, (2001:1)
“El culto a la fertilidad ha centrado su atención de
manera preferente en la figura femenina. Una de las primeras imágenes que surge
en la historia del arte, corresponde a la creación de una pequeña figurilla,
esculpida en piedra calcárea de unos 16 cm. De longitud, conocida la Venus de Willendorf. Ubicada
actualmente en una vitrina del Naturhistorische Museum de Viena, destaca sus
prominentes pechos y nalgas, el triangulo púbico, el ombligo que demuestra el
cambio físico por efecto del proceso de gestación, dando cuenta del estado de
gravidez de esta mujer. Ídolo de fertilidad, cuyo destino social no está aún
claro y definido por los historiadores, antropólogos o sociólogos. El interés
de la figura se centra en la fecundidad y sus principales manifestaciones. La
figura carece de rostro, el que ha sido reemplazado
por un cuidadoso y geométrico reticulado a la nubiana. Algo similar ocurre con
las extremidades. Especial atención merece las manos sobre los pechos, que hoy
muchos han interpretado como un ejercicio de la mujer para ayudar bajar el
calostro y la leche materna. Debemos pensar que estos comportamientos eran
fundamentales para la consolidación de la vida y la especie en el neolítico
superior, etapa que la que el hombre esculpió estas primeras venusillas...”
Carecen de base, pies y piernas acaban en forma de
punta para poder ser hincadas firmemente en el suelo o en los altares. Algunas
tienen los perforados como para ir colgadas y otras conservan vestigios de
color. Lo abstracto se acentúa en las regiones del este, donde las estatuillas
toman forma de pájaro con grabados de figuras geométricas, pero quedando
siempre bien remarcado el triangulo que representa el sexo femenino, como si el
artista quisiera trasmitir lo más importante excluyendo lo carente de
importancia.
En el norte de Europa y en Rusia las hay vestidas o
cubiertas con un velo. En Siberia se hallaron dos figurillas femeninas
decoradas con fajas transversales por todo el cuerpo, a excepción de la cabeza
y parte del pecho. Se cree que esta cubierta de pieles de animales, basándose
en su apariencia, la forma de la cola y la relación entre la longitud de la
piel y la talla del cuerpo humano, en concreto de la piel de un gran felino,
quizás un león de las cavernas. Puede que las pieles dispuestas de esta manera
sirvieran de abrigo, pero también se podría haber utilizado en ocasiones
especiales en que las mujeres dirigían los ritos disfrazadas de animales, según
se desprende de testimonios de tiempos ya históricos en que encontramos
estatuillas que son reminiscencias de sus antecesoras del Paleolítico Superior.
Podemos situarnos en la época
y pensar cómo sería la vida entonces. Desde luego la supervivencia frente al
frío, cada vez más intensa en el gravetiense, debía ser muy dura.
El grupo humano dependía de los recursos que
tenía que administrar para el invierno de forma inteligente, una persona bien
alimentada tenía más posibilidades de sobrevivir que otra que no lo estuviera.
Por otra parte, era importadísimo para el grupo tener hijos sanos, y criarlos
fuertes, para asegurar la continuidad del clan, y su identidad. Algunas de
estas venus muestran signos de embarazo, y además existen relieves que parecen
mostrar el parto o el acto de fecundación. En el arte paleolítico no se
consideran los órganos sexuales como objetos eróticos u obscenos, sino que
aparecen como símbolos de la fuerza fecundadora gracias a la cual se aseguraba
la existencia del clan. Por todo ello se han atribuido a estas imágenes, las
más antiguas de la humanidad, la intención de querer plasmar una idea
mágico-religiosa, la idea de la
Gran Madre que representaba el misterio y el milagro de la
vida frente a la muerte, también es representación de la abuela del grupo
social, la protectora de los animales, e incluso ideales de belleza. El hecho
de engendrar y parir le atribuía a la mujer una fuerza creadora todopoderosa
que dominaba sobre esa muerte tan presente cada día. En esa diosa se
representaba la sexualidad, gracias a la cual el grupo se perpetuaba y se multiplicaba.
Según el
antropólogo F. Hancar, ciertas tribus de cazadores del norte de Asia producen
todavía estatuillas en forma humana. Las llaman dzuli, estas figurillas las
tallan en madera. Los ídolos de una de esas tribus son femeninos y representan
a la primera antepasada mítica, de la que creen descienden todos los miembros
de la tribu. Estos dzuli son también los espíritus protectores de la familia y
la tribu, y sus poseedores los legan a sus descendientes de generación en
generación. A estas figurillas se les confía el cuidado del hogar cuando salen
de caza y al regreso les ofrecen avena y grasa. Hancar cree explicar este
fenómeno por una especie de sedentarismo que tuvo sus inicios en el
auriñaciense, durante el cual la mujer desempeñaba un papel preponderante en la
vida de la comunidad. Estas estatuillas proceden
siempre
de lugares de habitación, lo que implica que los hombres no iban de un sitio a
otro de forma constante sino que vivían en poblados de forma más duradera.
Además, en los restos de estas chozas se han encontrado gran cantidad de
desperdicios de comida. Se piensa que en el magdaliniense no hay muchos restos
porque la actividad nómada se incrementó. La transición del nomadismo al
sedentarismo como hemos dicho depende de las condiciones ambientales
favorables, que en este caso depende de la abundancia de caza, pero los
auriñacienses no vivían en un paraíso de la caza, pero los que ocupaban los
vastos territorios del este podían establecerse de manera más o menos
permanente a orilla de los ríos a lo largo de los cuales pasaban las sendas de
emigración de animales como el Mamut. También las tempestades de nieve durante
los inviernos interrumpían las cacerías obligando a construir depósitos de
provisiones, a sacar el máximo partido a la caza y de realizar actividades no
compatibles con el nomadismo. La
Abundancia de caza y clima riguroso de la época glaciar
determinaron la nueva tendencia sedentaria de estos cazadores. Con motivo de la
división del trabajo, a la mujer le incumbía sacar el máximo partido y provecho
de la caza cuidando las reservas alimenticias, curtiendo las pieles y
protegiendo las chozas cuando salían las partidas de caza. El estatuto social
de la mujer mejoró porque con la vida sedentaria la cohesión de la tribu
derivada de la creencia en un origen común de todos sus miembros, unidos por
los lazos de consanguinidad, ya que todos descendían de la misma antepasada
mítica. La imagen de esta Diosa-Madre como símbolo de la unión íntima de los
cazadores sedentarios tiene su equivalente en las estatuillas femeninas de la
comunidad totémica de cazadores nómadas, donde la mujer tomaba parte o dirigía
las ceremonias mágicas de la caza.
En la localidad de Kostjenki, situada a orillas del
río Don (Rusia) se excavó un conjunto de moradas, los arqueólogos llegaron a la
conclusión de que las viviendas fueron abandonadas precipitadamente por sus
ocupantes, rompiendo sus estatuillas antes de partir.
El
culto a la Diosa-Madre
en la primera mitad del paleolítico superior parece un episodio aislado, pero
en el neolítico toma auge. Con la implantación de la agricultura como hemos
comentado en otro lugar, se debió de relacionar pronto la analogía de la
fecundidad de la mujer y la fertilidad del suelo. Así la diosa de la fecundidad
recibió el atributo de madre de la tierra de cuyas entrañas surge toda la vida
y a ella retorna; es decir, convertida en señora de los cielos y del subsuelo.
La representación de su imagen continuó perdurando durante milenios por las
tradiciones desde la edad de piedra.
Desde el oeste asiático hasta Europa siguieron venerando a las primitivas imágenes con
formas abstractas, reduciendo a veces el cuerpo femenino a un tronco carente de
miembros y a una cabeza sin forma de cráneo. En los países balcánicos aparecen
con frecuencia ídolos en posición sedente o en cuclillas que probablemente
sugieren el acto del parto. Las figuras más importantes de este tipo modeladas
en barro, se hallaron en las excavaciones de la colina de Çatal Hüyük o Katal
Huyuk. (Turquía) Enclave situado en la planicie central de Turquía, con el Mar
Negro y el Mediterráneo al sur, sirviendo de fronteras naturales a esta
península, donde sus moradores construyeron una verdadera ciudad, sin parangón
en el neolítico perfectamente organizada, de casas, templos, tumbas familiares
y una industria
artesanal muy prolífica. Esta maravilla de la cultura neolítica salió a la luz
en 1958 bajo la dirección del arqueólogo británico James Mellart, quien excavó
14 niveles sucesivos de construcciones datadas entre el 6.250 y el 5.400 a.
a.d.n.e., de las cuales las más profundas no habían sido exploradas nunca. El
tejido urbano más denso esta formado por casas adosadas unas a otras y, a falta
de pasajes o calles, se accede a ellas por los tejados. Los templos se
distinguen por su decoración más recargada, con infinidad de variaciones en
torno al toro. Tanto en las mesas de banquetes como en los altares se
encuentran astas de toro empotradas en la arcilla que forma el mobiliario, así
como pequeñas cabezas del mismo animal, encastradas en los muros.
Las figurillas de tierra cocida sobre todo las que
representan a la
Diosa-Madre; configuran el sistema religioso de la comunidad;
dedicado en su mayor parte, al culto a fertilidad.
La concepción de la Gran Diosa-Madre
Señora de la vida y la muerte y dueña de los seres vivos que encontró su forma
clásica en este lugar desde el VII milenio a.e.a., continuó existiendo en la
mayoría de las religiones de Europa hasta tiempos históricos.
Esta continuidad de creencias muy antiguas y de
tradiciones se reflejó en las estatuillas de arcilla de la Cultura de Halaf del V o
VI milenio a.d.n.e., que salieron a la
luz en los “Tells” de Halaf, Arpatshije, etc., en el norte de Irak.
Los vestigios de los pobladores de las orillas del río
Danubio nos hablan del resurgimiento del culto a la Diosa-Madre, con las
estatuillas femeninas encontradas en este lugar. En esta misma época (III-II
milenio a.d.n.e.) En Assur, durante las excavaciones del templo de Ischtar,
consagrado a la Diosa
de la Fecundidad,
aparecieron depósitos del tercer milenio a.d.n.e, numerosas estatuillas
dedicadas a la
Diosa-Madre.
CHIPRE: Entre
las culturas prehistóricas europeas tuvo una gran influencia en mundo de su
tiempo la de Chipre, ésta se distinguió por los logros obtenidos en el campo
material y espiritual, en ambos cabe
destacar la dedicación y veneración a la Gran Diosa-Madre,
realizando verdaderas obras de arte dedicadas a la Diosa, quizás la más arcaica
estatuilla de esta cultura es una paleolítica abstracta con brazos en cruz
tallada en esteatita de Khirokitia. En el neolítico se prodigaron las
estatuillas de barro naturalistas y otras talladas en piedra, en formas más
abstractas de gran belleza. Entre las figurillas de mujeres destacan las de
cabeza de pájaro, grandes orejas con agujeros de los que cuelgan aros como
pendientes y generalmente acompañadas de niños en brazos, la advocación de
estas figuras es la de la Diosa
de la naturaleza, como puede apreciarse en las esculturas erectas de la Diosa con niño, una con
cuerpo decorado con motivo de galones, motivos en “V” con espigas: Otra con
sola con pendientes y aspa entre las mamas: Otra sola. La Diosa Pájaro sentada
con los brazos o alas plegadas encima del vientre y piernas extendidas de
Katydata, datada en 1740 a.d.n.e.
Las figuras de la Diosa con cabeza en forma de vasija con niño en
brazos, son de origen neolítico, estas figurillas son una metáfora-según
Martín-Cano-de que la vasija forma parte del cuerpo femenino. Y con ella se
demandaría a la Diosa
el envío de la lluvia. Esta serie cuenta además con otras estatuillas una de
cuerpo cilíndrico, y collares datada en
el III milenio a.d.n.e.: Otra del año 2300 a.d.n.e.: Otra con niño y vasija a
la cabeza. La Diosa
con cuerpo en forma tronco-columna, uno de los múltiples atributos de la Diosa Tanit.
Los amuletos con forma de colgantes son una constante
en las representaciones de la
Diosa-Madre, posiblemente eran considerados propiciadores de
la fertilidad, y protectores contra los malos espíritus.
Otras figurillas destacables son una tallada en
andesita con las manos derecha vuelta hacía el cielo y la izquierda dirigida
hacía la tierra. Otras similares características también tallada en andesita,
con pulseras en brazo derecho de Soushiou, en ella convergen los rasgos
hermafroditas con órganos sexuales femeninos, pero las características del
resto del cuerpo son masculinas. Otros Ídolos con formas hermafroditas son los
Sotira Arkalies, con torsos fálicos, datados en el año 3000 a.d.n.e. Mas
recientes aunque de la época arcaica de Chipre es la vasija con sombrero,
brazos que cumplen la función de asas y collares de puntos de Akaki datada en
el año 1730 a.d.n.e. La vasija en forma de mujer con cuatro vasos semi-efericos
y mango agujereado, con su minúsculo niño de Vounous. Otra con anchas caderas
abdomen hinchado signo de embarazo adornadas con dos símbolos en “V” incisos
divididos verticalmente como mamas y con pubis con vulva incisa.
La descripción de las múltiples tallas con
representaciones de la
Gran Diosa-Madre han sido halladas, mostrando las más
diversas técnicas de elaboración, sería una tarea largo tediosa y posiblemente
aburrida para el lector, por ello, mostraremos algunas páginas con dibujos y
fotografías de algunas de las estatuillas y grabados dedicados a la misma.
Entre ellas incluimos varias de las imágenes que bajo la advocación católica se
veneran en las Islas Canarias, que son las que nos interesan especialmente.
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