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martes, 6 de agosto de 2013

LA DIOSA MADRE EN LAS ISLAS CANARIAS-IV





(Libro inédito)


Eduardo Pedro García Rodríguez


CAPITULO-IV

LA DIOSA MADRE EN LA ANTIGÜEDAD

Desde los albores de la humanidad, cuando el hombre empezó a tener conciencia de sí mismo, como ser pensante y diferenciado del resto de los animales.

 Cuando comenzó a ser consiente de que caminaba erguido y no precisaba  subir a los árboles para otear  el horizonte, quizás cuando comenzó a dominar las primitivas y toscas herramientas, las armas de piedras y palos que le permitía acorralar y cazar a los animales de los que se alimentaba y además, les permitía defenderse mejor de sus congéneres en las luchas por la posesión de los mejores terrenos para la caza. Quizás cuando el hombre se encontraba en este estado de la evolución, dejo de ver a sus semejantes como una posible fuente de proteínas, comenzó a sentir piedad por los muertos de su clan, y se dedicó a enterrarlos en lugar de comérselos, a partir de ese momento surgieron las religiones en el mundo, y se formularía por primera vez las sempiternas preguntas de ¿Quienes somos? ¿De donde venimos? ¿A donde vamos?
          

     Una de las representaciones más antigua de la Diosa-Madre

              Transcurridos unos milenios, el hombre observó con curiosidad y respeto supersticioso que muchas de las plantas comestibles se reproducían con facilidad, simplemente dejando en el suelo las semillas y enterrándolas con sus pisadas o las de los animales bajo ciertas condiciones meteorológicas. Podemos afirmar que a partir de estas observaciones, el hombre dejó de ser cazador-recolector para convertirse en sedentario, al obtener de la agricultura, no solamente lo necesario para alimentarse sino que además producía excedentes. Al obtener alimentos con cierta facilidad y en cantidad, tuvo tiempo para construir templos que dedicar a las deidades que suponía bienhechoras de sus cosechas, y con ellas, surgieron las sacerdotisas y posteriormente los sacerdotes, casta ésta última que supo aprovechar las inquietudes espirituales de sus semejantes para vivir a costa de ellos en un principio y para explotarlos posteriormente de manera inmisericorde.
 

Diosa-Madre arcaica

En cuanto los clanes comenzaron a hacerse sedentarios, fueron surgiendo rudimentos de organización en estas comunidades primigenias. En esta etapa de la humanidad, el hombre aún no había dejado  toda su actividad como cazador o pastor trashumante, centrando su trabajo como agricultor solamente en la parte más dura de la labor, es decir en roturar la tierra, dejando en manos de la mujer la siembra de las semillas y la posterior recolección de la cosecha. Este rol básico desarrollado por la mujer en el sostenimiento de la comunidad, además de mantener la continuidad de la especie humana le proporcionaba una manifiesta preponderancia dentro del grupo social, y con ello, la dirección material, y sobre todo

espiritual, del clan tal como hoy en día sucede en determinadas sociedades cuya principal actividad económica es además de la agricultura,  la  caza o el pastoreo.

Antes de la implantación de la agricultura, en el paleolítico, ya habían expresiones artísticas de la Diosa-Madre,  pintadas, grabadas, o en relieves en las paredes rupestres, así como esculturas exentas, generalmente estos yacimientos se componen de antropomorfas o de figuras humanas acompañadas de rebaños de animales en movimiento. Las figuras exentas, son figuras animalísticas o antropomorfas exclusivamente femeninas.

El final del Paleolítico Superior está marcado por la transformación de los cazadores recolectores en agricultores-ganaderos, así se constata en una Palestina que parece estar ya en esa época densamente poblada, la presencia de material de trituración destinado probablemente a facilitar el consumo de cereales. En el Natufiense, al tiempo que se multiplicaban los emplazamientos en Palestina y en el norte de Siria, aparecen por primeras vez verdaderas aldeas y se aprecia una presencia muchísimo más importante de los cereales, crecimiento motivado por una mayor actividad agrícola, encontrándose también leguminosas, guisantes y lentejas. Al final del siglo VIII y principios del VII a.d.n.e., no se nota la generalización de nuevas técnicas de producción agrícolas en la región del Próximo Oriente, aunque se constata el uso de plantas y animales domésticos. (Zeba, 2002:3)

La principal preocupación de aquellos primitivos hombres era que lo que habían sembrado creciera y diera frutos. Lo más importante para ellos era la tierra, el sol, la lluvia y el viento. Son innumerables los vestigios de arte rupestre tanto en pinturas como en grabados que nos han dejado aquellos primeros agricultores, que inducen a pensar que adoraban al cielo y la tierra en forma de una divinidad que era al mismo tiempo la diosa del sol y del rayo, también rendían culto a los muertos y a los antepasados. Todos estos cultos se centraban en la Diosa Madre. El nacimiento de aquella religión primaria tuvo un origen biológico, teniendo un desarrollo evolucionario natural, aparte de las asociaciones morales y toda influencia espiritual. Los animales más elevados tenían temores, pero no ilusiones por lo tanto no tenían religión. El hombre crea sus religiones primitivas a partir de sus temores y mediante sus ilusiones.



 Representaciones de Diosas-Madre

Tal como recoge el  libro Urania: “La adoración  aparece mucho antes de  que la mente del hombre sea capaz de formular los conceptos más complejos de la vida aquí y la del más allá, que merecen llevar el nombre de religión.


             La religión primitiva era totalmente intelectual en su naturaleza y se basaba enteramente en circunstancias asociacionales. Los objetos de adoración eran siempre sugestivos; consistían en las cosas de la naturaleza que estaban cerca, o que tenían gran influencia en la experiencia común de los primitivos hombres de mente simple.

Una vez que la religión progresó más allá de la adoración de la naturaleza adquirió raíces de origen espiritual, pero siguió sin embargo estando condicionada por el medio

ambiente social. Los objetos de la adoración de la naturaleza, los conceptos del hombre imaginaron una división del trabajo del mundo supermortal; había espíritus de la naturaleza para los lagos, los árboles, las cascadas, la lluvia y cientos de otros fenómenos.

En uno u otro momento el hombre mortal ha adorado todo lo que se encuentra en la faz de la tierra, incluyéndose a sí mismo. También ha adorado todo lo que se pudiera imaginar en el cielo y por debajo de la superficie de la tierra. El hombre primitivo temía todas las manifestaciones de poder, adoraba todo fenómeno natural que no podía comprender. La observación de las poderosas fuerzas de la naturaleza, tales como tormentas, inundaciones, terremotos, avalanchas, volcanes, fuego, calor y frío, impresionaban grandemente la mente humana en expansión. Las cosas inexplicables de la vida aún se llaman <<actos de Dios>> y <<dispensaciones misteriosas de la Providencia>>.”

Teniendo en cuenta que el culto a la Diosa-Madre o Tanit, comenzó a prestarse de manera reglada durante el desarrollo de las sociedades agrícolas en Mesopotamia, creemos oportuno dar un somero repaso histórico a algunas de las culturas que tuvieron su desarrollo en esta zona del Oriente Próximo.

Los sumerios eran un pueblo de lengua aglutinante, primitivos habitantes del sur de Mesopotamia, de los que desconocemos su origen. Sumer es el nombre de la parte sur de la llanura Mesopotámica, regada por los ríos Tigris y Eufrates. La historia antigua de esta región está reflejada en diversas fuentes, como son los mitos y epopeyas sumerias y la lista sumeria de reyes de Nippur. La cultura sumeria que conocemos como tal estaba compuesta de elementos propios y extraños, lo que induce a aceptar todas las hipótesis sobre su génesis, aunque hay que contar con que antropológicamente no podemos hablar de una raza sumeria propiamente dicha. Esta cultura supo desarrollarse utilizando los medios que les proporcionaba el entorno, así, el material predominante en su desarrollo fue el barro, con él hicieron sus construcciones y los escribas lo usaron para plasmar sus escritos simultaneándolo con el papiro y el pergamino, sobre todo en épocas más cercanas.

El culto urbano de la Diosa Madre comenzó a tomar auge en la cultura sumeria, fue en esta sociedad donde se empezó a reglamentar el culto y donde el ejercicio del Sacerdocio comenzó a ser monopolizado por los varones. Al reglamentar el culto, los sacerdotes sumerios fueron reconvirtiendo a los paredros de la Diosa Madre en dioses independientes, creando así las bases de un panteón más amplio y complejo, pero basado siempre en una triada, es decir tres dioses principales, el resto eran secundarios o mediadores. Si bien en un principio, correspondían a necesidades básicas espirituales de la comunidad, posteriormente, fueron ampliando el número de deidades y rodeándolas de arcanos complicando así los misterios del culto, haciéndolo menos  comprensible para los creyentes, quienes precisaban de las interpretaciones de los sacerdotes para entender las complejas reglas creadas en torno al culto, éstos se habían erigido en mediadores entre las Divinidades y los hombres, actuado de trasmisores de la Divinidad con los fieles, indicando las necesidades y deseos de los Dioses, que en el fondo no eran otras que las propias necesidades y apetencias del clero y los gobernantes políticos, constituyendo la Base de una religión más intelectualizada  que en siglos posteriores pasaría a denominarse religión de Estado.

Así, los sumerios crearon un panteón desde donde propugnaban que el universo estaba gobernado por una serie de dioses vivientes de forma humana, pero inmortales y poseedores de poderes sobre humanos. Estos seres según creían, eran invisibles a los ojos mortales y  guiaban y controlaban el cosmos según un plan prefijado y por leyes rigurosamente dictadas por los dioses e interpretadas por los sacerdotes.

Según el panteón sumerio existían cuatro divinidades principales, (tres dioses y una diosa) conocidas como los dioses creadores. Estos dioses eran An, el dios del cielo; Ki, la Diosa de la tierra; Enlil; el dios del aire y  Enki, el dios del agua. El universo sumerio se componía de estos cuatro elementos considerados los más importantes. Por ello sostenían el cumplimiento cabal de la palabra divina en el acto de creación. La divinidad creadora solamente tenía que pensar en su designio o proyecto y pronunciar el nombre de la cosa que se pretendía crear. Para mantener el cosmos en un movimiento continuo y armonioso y evitar la confusión y el conflicto, los dioses el me, crearon una serie de reglas y leyes universales e inmutables que todos los seres estaban obligados a obedecer.

            Como complemento de las divinidades creadoras y próximas a éstas en importancia, estaban las tres divinidades celestiales: Nanna, dios de la luna; Utu, dios del Sol; e Inanna, la reina de los cielos. Inanna era también la diosa del amor, la procreación y la guerra. Nanna era el padre de Utu e Inanna. Los poetas sumerios compusieron numerosos mitos sobre las hazañas de Inanna. Otro dios de gran importancia era Ninurta, la divinidad a cargo del violento y destructivo viento del sur. Uno de los dioses más queridos por los sumerios era el dios pastor Dumuzi, el bíblico Tamuz. Damuzi era originalmente un gobernante mortal cuya boda con Inanna aseguró la fertilidad de la tierra y la fecundidad procreadora. Esta boda sin embargo, según un mito sacado a la luz hace poco acaba en una completa tragedia cuando la diosa, ofendida por la insensible conducta hacia ella, le impuso a Dumuzi la obligación de encargarse del otro mundo durante seis meses al año: de ahí los meses áridos y estériles del caluroso verano. En el equinoccio de otoño, que señala el comienzo del nuevo año sumerio Dumuzi volvía a la tierra. El reencuentro con su mujer hacía que toda la vida animal y vegetal se revitalizara y se hiciera fértil una vez más. Cada año nuevo, los sumerios celebraban la boda entre Dumuzi e Inanna. El momento culminante de la celebración era una unión ritual en la que el rey encarnaba a Dumuzi; a Inanna la encarnaba una de sus sacerdotisas principales. Como se puede apreciar el rito de Dumuzi e Inanna, es una versión más intelectualizada de los mitos de la fertilidad usados por otras sociedades anteriores a la sumeria.

El panteón sumerio, contaba con otra serie de dioses menores que eran los encargados de los ríos, las montañas y las llanuras; de las ciudades, campos y granjas; y de útiles tales como piquetas, moldes para ladrillos y arados, elementos que por su importancia en la sociedad sumeria fueron deificados.

Cada una de las divinidades importantes era patrona de una o más ciudades destacadas sumerias. Los sumerios construyeron grandes Templos en nombre del Dios que era venerado como el divino protector y regidor de la ciudad. Los ritos del Templo estaban a cargo de muchos sacerdotes y sacerdotisas, cantantes, músicos, prostitutas sagradas y eunucos. Diariamente se ofrecían sacrificios a las deidades.

Los sumerios creían que los seres humanos estaban hechos de barro y que el propósito de la creación era abastecer a los dioses con comida, bebida y protección, para que pudiesen dedicar todo el tiempo libre a sus actividades divinas. La vida era considerada como el bien más preciado de la humanidad, aunque sometida a las amenazas de la incertidumbre y la inseguridad. Según la creencia impuesta por los sacerdotes sumerios, cuando los seres humanos morían, sus espíritus descendían al mundo inferior, donde la vida es más desgraciada que sobre la tierra. Como podemos apreciar, todo el sistema religioso estaba

orientado de modo que unos pocos intelectuales mantenían sometido a su servicio a la mayoría de la población, sistema que fue asumido y mantenido por culturas posteriores tales como la egipcia, la cananea y la judía.

Como ejemplo del origen sumerio de la religión judía podemos exponer el pasaje de la descendencia de Abraham (Gn. 15). Hasta esas fechas se atribuía a la Diosa-Madre el hecho misterioso de la concepción. A partir de Abraham esta atribución es conferida a un Dios masculino que algunas traducciones interesadas del antiguo testamento nos presenta como Yahvéh cuando realmente en las escrituras originales se refieren a “El” denominación con que los sumerios designaban a Dios. Lo cierto es que Abraham concierta un pacto (Gn.15) con Dios “El” y recibe de él la garantía de la descendencia. Sin embargo, Abraham no deja de buscar por sus propios medios. Por eso toma una concubina, según lo permitía la ley mesopotámica (Ley de Hammurabi), intento que él mismo dará por fallido, por los inconvenientes familiares que le trajo. Esta negación injusta del hijo que le dio la esclava Agar, también será trasladada a la voluntad de Dios (deidad que sustituye a la Diosa-Madre). Consideran siempre como voluntad divina el resultado de los hechos por donde se definió la historia.

El enfrentamiento entre las seguidoras de la Diosa Madre y los sacerdotes de otras deidades, se mantuvo durante siglos, pero el arraigo que la Diosa Madre mantenía desde tiempos ancestrales entre las sociedades agrícolas, acabó imponiéndose ante los nuevos dioses y diosas, y aunque tuvo que compartir culto con ellos, en el transcurso de los siglos acabó absorbiendo los atributos de la mayoría  de éstos.

El paso del Neolítico a la historia propiamente dicha, es una época intermedia que solemos denominar protohistoria, durante la cual pasamos a encontrar una sociedad más numerosa y compleja, jerarquizada y ya con escritura. El proceso es conocido sólo a grandes rasgos y con gran imprecisión, aunque parece claro, según ultimas investigaciones, que la civilización que hasta ahora se atribuye a los sumerios, parece que no es solamente de ello. La protohistoria mesopotámica, en un periodo que comprendería aproximadamente del 5.800 al 2.900 a.d.n.e. se divide en varios periodos u horizontes culturales, caracterizados por una serie de elementos específicos. Por ejemplo, la primera cultura cerámica que se ha encontrado en Mesopotamia norte: Hassuna (5.800-5.500), Samarra (5.600-5.000), Tell Halaf (5.500-4.500) Mesopotamia sur: El Obeid I (face Eridú), El Obei II, Uruk (3.750-3.150), El Jemdet Nars (3.150-2.900) Es probable que los pobladores de esta segunda fase ya no fuesen totalmente sumerios.

La cultura de esta época parece prolongar la de los periodos protohistóricos de Uruk y Jemdet-Nasr. Su cronología  abarca del 2.900 al 2.334 (hasta el principio del Imperio Acadio.) La subdivisión que para este periodo nos ofrece Henri Frankfort, es la siguiente:

a.-Dinástico arcaico I o Protodinástico I: Aproximadamente desde 2.900 a 2.700, hasta la aparición de las tablillas arcaicas de Ur. I Dinastía de Kish.

b.-Dinástico arcaico II o Protodinástico II: desde 2.700 hasta 2.600, coincidiendo con la aparición de murallas en las ciudades. I Dinastía de Ur.

c.-Dinástico arcaico III o Protodinastico III: desde 2.600 hasta 2.334, datado por los archivos de Shurupak. Aquí se distinguen dos épocas: de 2.600 a 2.500 y de 2.500 a 2.334. En esta época gobiernan en la Ciudades Estado de Sumer las más antiguas dinastías que conocemos

pero, a pesar de ser un tiempo de auge y prosperidad, la característica principal, fue la lucha de estas ciudades  (Kish y Ur) entre sí por obtener el predominio político de la región. Así no podemos hablar de un imperio sumerio, sino de las sucesivas hegemonías de las diferentes ciudades.

El culto a los dioses fue potenciado como medio de asegurarse la hegemonía de unas ciudades sobre otras, tal como recoge el  libro Urania: “La adoración  aparece mucho antes de  que la mente del hombre sea capaz de formular los conceptos más complejos de la vida aquí y la del más allá, que merecen llevar el nombre de religión. La religión primitiva era totalmente intelectual en su naturaleza y se basaba enteramente en circunstancias asociacionales. Los objetos de adoración eran siempre sugestivos; consistían en las cosas de la naturaleza que estaban cerca, o que tenían gran influencia en la experiencia común de los primitivos hombres de mente simple.

En este estado evolutivo-siglo más o menos- la organización social giraba en torno al matriarcado, y el panteón lo monopolizaba la Diosa Madre, diosa de la fertilidad, tanto para los seres humanos como para los animales y las cosechas. Veamos algunas citas recogidas por la eminente investigadora Francisca Martín-Cano: El culto era cuidado exclusivamente por mujeres, en la creencia de que sólo el principio femenino regía la Fertilidad. Según Campbell, (1991: 242) quien afirma que: “La Diosa es la única divinidad visualizada en aquel entonces”,  y Pirenne en (1982:43): confirma “En  torno a la Diosa Madre, antes de la restauración del régimen patriarcal, parece haberse formado el primero de estos sistemas. Representaba a la vez la tierra y el cielo, la diosa madre es el universo entero, la diosa principal”, acerto compartido por Van Lysebeth (1990:124): “La Mujer ha sido la primera religión del hombre, y la primera divinidad fue la diosa-madre”, abunda en el tema el eminente profesor Mayr (1989:57) quien nos dice: “Aunque no es posible demostrar un “matriarcado” (ginococracia) político..., sin embargo aparecen desde el paleolítico en todas partes símbolos religiosos-artisticos de diosas madres y de fertilidad-fecundidad; las cuales entran en paralelidad con los dioses patriarcal-masculinos a partir del 4000 a. C., siendo suplantadas por éstos...”.

Con el desarrollo de la agricultura, se activa el desarrollo del culto a la Diosa-Madre, y los mitos de la religión evolucionan hacia una religión agrícola, donde la Diosa-Madre personifica la naturaleza, y protagoniza la historia de la agricultura en diferentes mitos, junto a un paredro mortal, bien hijo o hija o esposo o amante.

“Los mitos de las religiones agrícolas tienen el mismo esquema, basados en que su origen es la historia de la agricultura: en diferentes mitos aparece una Diosa principal, Diosa Madre Salvadora (lluvia, planta) que protagoniza la historia de la agricultura, junto a su paredro,-a: ser mortal (identificado con la semilla que se enterraba), que moría y en el caso del paredro varón, sufría la castración por accidente o voluntariamente, sin posibilidad de intervenir en la fecundación. Tras los lloros de la Divina Madre (lluvias), el paredro era devuelto a la vida (la semilla germinaba en flor), y tras resucitar era Deificado (hasta que se convertía en fruto, símbolo de la nueva cosecha)

Por lo que las representaciones artísticas, de animales y humanos, seguirían representando a los personajes del panteón sagrado, ahora incluyendo los otros protagonistas de la religión agrícola.” (Martín-Cano. 2001:4)

Como hemos apuntado es en Mesopatamia donde comienza la lucha soterrada de los varones por desplazar a la mujer en la dirección de los asuntos religiosos. Así, a pesar de que el panteón básico sigue siendo dominado por la Diosa-Madre, el desarrollo de la Astronomía y las ciencias matemáticas hacen que surjan nuevas deidades más urbanas, más acordes con los usos “más civilizados” y van añadiendo al rico legado recibido de las antiguas civilizaciones que forman el fondo religioso y se perpetúan en las creencias Mesopotámicas, las divinidades masculinas. El convencimiento de que los astros, sobre todo el Sol y La Luna, eran seres superiores al hombre, los indujo a convertirlos en dioses. La participación que atribuían a los dioses en los negocios humanos les hizo buscar cierta relación entre la situación y brillo de los astros y el destino de los pueblos y del hombre.

Los Dioses mayores eran el Sol, La Luna y los cinco planetas que se ven a simple vista. Los más conocidos son Marduk o Belo, dios de Jupiter y de Babilonia, e Isthar, diosa del planeta Venus, que representaba la guerra y el amor y era especialmente venerada en Nínives. Los dioses eran considerados como seres terribles que sólo protegían a los pueblos que los adoptaban, y que veían con agrado que sus fieles exterminaran al resto de los hombres. Extremos estos que después sería asumidos por la religión judaica. En las inscripciones los Reyes, al referir sus azañas bélicas, siempre dicen que han emprendido la guerra para vengar a sus dioses, castigando a sus enemigos, y se jactan de las torturas y suplicios que han impuesto a los vencidos, estos extremos se vienen practicando hasta nuestros días por la mayoría de las religiones actuales. 



Mapa histórico de Mesopotamia


El cuidado del culto a la Diosa-Madre, en un principio estuvo a cargo exclusivamente de Sacerdotisas, quienes la representaban en la tierra, y celebraban las ceremonias para propiciar la lluvia y otros dones, pero dado que otro de los protagonistas agrícolas era el paredro divino (semilla), bien femenino o masculino, era necesario, para asegurar la cosecha, que representantes de igual sexo en la tierra, participasen en las ceremonias de fertilidad. Así, durante el transcurso del desarrollo de los cultos a la Diosa-Madre, los hombres comenzaron a participar de los mismos

junto con las Sacerdotisas, ello motivó que los varones en sus deseos de ser reconocidos como servidores de la Diosa-Madre, se sometieran a determinados procesos de transformación de sus personas, vistiendo como las Sacerdotisas, cubriéndose con joyas femeninas, pintándose el rostro con colores minerales, fingiendo embarazos e incluso simulando tener menstruaciones. De esta manera pretendían engañar a la Diosa, y conseguir así ser deificados.

Estos para completar la transformación y asemejarse a las mujeres, no dudaron en castrarse, convirtiéndose en eunucos, posiblemente esta costumbre se prolongó en el tiempo, siendo práctica usual la mutilación de los genitales en los paredros de la Diosa-Madre que protagonizaban mitos de castración en diferentes panteones: Atis, Combabo, Osiris, Damuzi o Duzi, Adonis, Eshmund, Tammuz, Gugalanna, Orión, Pwyll,... Se auto mutilarían para imitar al Dios impotente y llegar a ser sus representantes o personificaciones en la tierra.

Probablemente, de esta época data una costumbre muy arraigada en las zonas campesinas de la Islas Canarias conocida como “El Sorrocloco”, que se mantuvo vigente hasta bien entrado el siglo XIX de nuestra era: El hombre en su deseo de formar parte del misterio sagrado de la maternidad, sustituía a la mujer en el lecho en cuanto ésta paría, y permanecía acostado junto al recién nacido durante tres días, recibiendo los cuidados y atenciones que correspondían a las parturientas, así, escuchaba los elogios que  por parte de parientes y vecinos se dirigían al recién nacido, al tiempo que eran regalados con el caldo y la carne de las mejores gallinas y palomas, además de exquisiteces de dulces y chocolate.

En casi todas las grandes culturas, han existido eunucos y varones que se han disfrazado de mujeres para ejercer el Sacerdocio. Están documentados según Martín-Cano, en: Egipto, Etiopía y Sudán, Mesopotamia, Asiria, Canaán, Israel, Palestina, Asia Menor, Italia, Grecia, La India, China, etc. En cada una de estas culturas, los Sacerdotes travestidos eran conocidos por un nombre determinado, según la denominación local de la Diosa-Madre, así tenemos que: los Sacerdotes que cuidaban del culto de Diosa Inanna, se llamaban: Kurgarras, los de la Diosa Arguinpasa: Enarées. Los de la Diosa Ceres Megales: Megabices. Se llamaban Megabiros en honor de la Diosa Artemisa Efesia. Además estaban los Galles, Cabarnes, Coribantes, Curetas o Curas, Dáctilos Ideos, Cabiros, Telquines o Telequines Telchines, Semiviros de diferentes Diosas. Y aún se da el de Bardaja o Berdache travestí en América: entre los Araucanos de Chile, entre los Sioux o Dakotas, entre los Californianos del norte y entre los lenguas siouan: los Omaha, los Crow, los Mandan, los Winnebago. Otros Sacerdotes travestidos se convierten en mujeres, tras recibir instrucciones de la Diosa a través del sueño: como el Nadle de los Navajos, los Chamanes Dayaks de Borneo de la Gran Diosa-Madre Ini.

En las Célebes de Indonesia, los Sacerdotes travestidos se llaman Tjalabi “Mujeres de Imitación”. Los Hijras de la India “se castran mientras contemplan una imagen de la diosa Bahachura Mata y repiten su nombre para identificarse con ella”. Además entre los Esquimales Netsilik y entre los Chukchi / Chukches/ Tchukchi/ Tehuktchi de Siberia, los varones-Chamanes “Hombres Blandos” fingen volverse mujeres y se visten y comportan como ellas, e incluso contraen matrimonio con un varón. Según Kay y Voorhies (1978:96): “El Chamán, una vez transformado (en mujer), tomará un amante masculino, y puede a casarse con él.”  Y en Egipto, el Dios Set es conocido por sus tendencias homosexuales, este Dios está casado con la Diosa Anat. Se la representa como una mujer que se comporta como un guerrero y se viste como un hombre, características heredadas de sus orígenes no egipcios. Sin embargo esta particularidad le permite integrarse en el panteón egipcio en calidad de  esposa de Set. De hecho éste último muy conocido por sus tendencias homosexuales como hemos dicho, una esposa algo viril e incluso colérica y agresiva, no puede dejar de ser afín a su temperamento. Además a Set se le puede identificar fácilmente con Baal, de quien Anat puede ser la hermana o la esposa. (Demitri Meeks et al, 1996:80)

PAÍS
SACERDOTES EUNUCOS TRAVESTIDOS
DIOSA MADRE A QUE ESTÁN DEDICADOS
Mesopatamia
Kurgarras
INANNA
Cáucaso
Enarées
ARGIMPASA

Asia Menor-Éfeso
Megabices/Megalobices
CERES MEGALES
Asia Menor-Éfeso
Megabiros
ARTEMISA EFESIA
A.M. (Galacia,Frigia,Tróade),
Grecia,Italia,Creta,
Rodas,Chipre

Galles, Cabarnes, Coribantes,Curetas/
Curas,Dáctilos,Ideos, Cabiros,Telquines/telequines/Telchines,
Semiviros
CIBELES/MAGNA
MATER CIBELES, IDEENA, RHEA, MINERVA TELCHINA,
DEMETER/CERES
Grecia-Italia
Metragirtas/Metagirtas
CIBELES (Metroón), “Piedra”, “Madre”
Araucanos, Sioux,
California
Bardaja/Berdache
ANOGITE/ Anuk Ite
Navajos
Nadle
ESTSAN ATLEHI “Madre de Todos”
Chukchi de Siberia
Hombre Blando
DZULI
Dayaks de Borneo
Chamanes
INI
Islas Célebes
Tjalabai “Mujeres de Imitación”
LUMINU UT
La India
Hijras
BAHACHURA MATA
Fuente:   Francisca  Martín -Cano Abreu.

Está comúnmente admitido por los investigadores que en la Prehistoria no existían Chamanes varones,  siendo cometido privativo de las mujeres el cuidado del culto a la Diosa-Madre, dirigiendo las ceremonias religiosas celebradas en cavernas, antros o edificios-Templos o al aire libre al lado de las fuentes, ríos o en la cima de una montaña, y realizaban los sacrificios en altares en los Templos, así como el chamanismo, la medicina, profetisas y adivinadoras, la formulación de oráculos antes de emprender una guerra o una aventura migratoria, e incluso la dirección política de una comunidad, que iba tomando formas urbanas,  tal como apunta Campbell, en Martín-Cano: “...Desde el octavo milenio antes de nuestra era en adelante, fue tomando forma un nuevo orden de existencia humana, basado no en forrajear y cazar sino en plantar y recolectar cosechas, con la buena Madre Tierra como principal aportador del sustento. Fue en esos tiempos, entre esos pueblos, donde se  desarrollaron los ritos de fertilidad que han conformado los ritos básicos de todas las civilizaciones basadas en la agricultura desde entonces: rituales que tenían que ver con el arado y la siembra, la siega, el aventado y los primeros frutos.”

En principio-continúa Martín-Cano, la finalidad de las fiestas sagradas era pedir a la Diosa- Madre, Diosa de las cosechas, que cuidara de todos los fenómenos de los que dependía la agricultura, en todas las etapas del proceso agrícola, desde que la semilla se enterraba en el suelo (el Útero de la Diosa Madre tierra), para que enviara la lluvia que permitía a la semilla germinar en vegetación y la Naturaleza se llenara de flores (futuros frutos). Y que culminaba cuando la Diosa daba a luz los frutos, en tiempo de recolección de vegetales y frutos: en verano y en invierno.

En principio exclusivamente eran fiestas de mujeres, en consonancia con la creencia de que sólo el Principio femenino regía la Fertilidad, cuando el panteón estaba dominado por la Diosa Suprema. En palabras de Campbell Las Mascaras de Dios: Mitología primitiva (1991, 96): “La Diosa es la única divinidad visualizada en aquel entonces.”  Y aún en época celta era exclusivo el sacerdocio femenino, según la cita aportada por Capmbell de Macculloch en (1991, 488): “<<...el viejo culto de la Diosa del Fuego”...Brigit (=Flecha potente y certera)...” ”debe haberse originado en un periodo en el que los celtas adoraban más a diosas que a dioses, y cuando el conocimiento –el arte de la curación, la agricultura, la  inspiración- estaba en manos de mujeres más que en la de los hombres. Tenía un sacerdocio femenino y quizás los hombres estuvieran excluidos de su culto, como sugiere la capilla de tabú en Kildare.>>”

“...Y a la par el varón empezó a desempeñar cargos sacerdotales al servicio de  Diosas y de su paredros, como representante en la Tierra del mismo. Dado que el paredro (con numerosos nombres en las múltiples regiones) en algunos panteones protagonizaban mitos de castración, los varones se convertían en eunucos para poder participar en los ritos sagrados, y así representar y personificar en la Tierra al paredro castrado.

En Egipto los sacerdotes eunucos personificaban en la tierra a Osiris, paredro castrado de la Diosa Isis. En regiones asiáticas a Atis, paredro de la Diosa Civeles o a Eshmun, paredro castrado de la Diosa Astronoe o a Adonis, paredro castrado de la Diosa Baaltis o a Combado, paredro castrado de la Diosa Afrodita o  Dumuzi/Damu/damuzi/Tammuz/Thamuz/Gugulanna, paredro castrado de la Diosa Innana o de la Diosa Ninni-Ishtar. En las regiones griegas a Orión, paredro castrado de la Diosa Artemisa. En regiones irlandesas a Pwyll, paredro castrado de la Diosa Rhiannon,...” 

En las grandes culturas de la antigüedad los ritos de fertilidad fueron de gran interés, por lo cual es digno de destacar, el papel de divinidades mesopotámicas y sirio-cananeas, como Isthar, Asdherat, Anat, Ashtar, la representación egipcia de la Diosa Isis (en el mito de Osiris, de quien la luna busca sus restos en el Nilo, quedando para siempre sumergidos sus genitales, signo de fertilidad) o (posteriormente) la representación griega de Afrodita y romana de Venus. “La Diosa de la fecundidad”, encontrada en Ras-Shamra, nos muestra a la Diosa Minet el Beida, amamantando a dos machos cabríos, en directa alusión a la procreación y fertilidad materna en culturas que se ubican en el contexto del antiguo testamento... (Jorge Salomó Flores. (”La Fertilidad y el Arte”:3)

Una escultura de similares características a la descrita por el autor anteriormente citado existió en un templo  ubicado en la isla de Tamaránt (Gran Canaria), de la que nos ocuparemos en el capitulo correspondiente.







 






































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