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sábado, 3 de agosto de 2013

LA DIOSA MADRE EN LAS ISLAS CANARIAS-II





(Libro inédito)


Eduardo Pedro García Rodríguez




CAPITULO-II-III

ORIGENES DEL PUEBLO GUANCHE-MAZIGIO

Viene de la página anterior.



ANTONIO CUBILLO FERREIRA: De todas maneras queda abierta a la investigación la etimología de la voz Bimbache. El abogado e investigador tinerfeño Antonio Cubillo Ferreira, tuvo la amabilidad de dirigirme unas líneas en las que me manifiesta su disconformidad con la traducción efectuada por el señor Bonnet de la voz Bimbache, y me expresa su planteamiento en los siguientes términos:

            “...De acuerdo con lo que dice sobre la piedra Zanata y sobre mí estimado amigo el Profesor Muñoz. Noto sin embargo al leer su art. que admite la traducción del Sr. Buenaventura Bonnet para el significado de Bimbache y Bincheni. Aquí el Sr. Bonnet se equivoca en la partícula BEN aunque por otro lado acierta sobre el origen de los Bimbaches. En efecto, Ben significa Hijo de... en las lenguas semitas pero no en el Bereber donde hijo se dice AITU y también AIT. Pero ¿qué ha sucedido con los muchos BEN... que existen en Canarias como antropónimos o como topónimos.? Cuando los castellanos llegaron a Canarias se encontraron con un pueblo y una lengua que tenía la consonante W y en el castellano esta letra no existía. Sin embargo ellos debían traducirla o copiarla tal como la oían, por ello unas veces empleaban la G y otras la B castellana. Publiqué de esto en una publicación hecha hace unos años donde empecé estudiando el castellano del s. XV para ver como los conquistadores oían a los guanches y como lo escribían.

En Canarias existía una variante dialectal donde A se pronunciaba cerrada convirtiéndose en E. Para decir “el de Taiga..” decían los guanches WA-N-TAIGA y los castellanos oían: BENTAIGA y al escribirlo sustituían la W por una B de donde salía una palabra empezando así BEN...

WA-N en bereber significa “el de...” y el plural se dice WIN, es decir “los de.” Aquí se da el mismo fenómeno para el oído de los conquistadores y escribían BIN

En lo de BINCHENI, es fácil de ver de donde viene: WIN-CHINET, es decir los de la isla de Chinet, podría ser una solución. ¿Y como se llega a Bincheni?. Fácil, en guanche si dice WIN-CHINET tiene un efecto eufónico que tiende a transformarse con el tiempo, por evolución natural de la lengua en WINCHENIT, que es más fácil de pronunciar con inversión de la I en E y cuando los conquistadores llegaron ya se había producido la evolución, pero ellos y escribieron BINCHENI, con la caída de la –T-, final.

Lo de Binbache, hasta el momento no sé de donde viene. Desde luego no tiene nada que ver con el nombre de la isla que era HERO. Pudiendo ser que era otro grupo humano venido de otra parte, o que estaban en otra parte de la isla y se diferenciaban de los primeros por otro origen; no se por el momento.

Tengo mis ideas sobre la población del Hierro y los escritos del Hulan, que podríamos discutir personalmente...”.

Creemos que en algún tiempo la isla ostentó el nombre de “isla de Tanit” impuesto por los fenicios y que posteriormente fue sustituido por los romanos por el de Hero o Hera, que es uno de los nombres que los romanos daban a la Diosa fenicia Tanit. Este tema lo trataremos más ampliamente en el capítulo dedicado a la Diosa Tanit en Canarias.

FRAI ALONSO DE ESPINOSA: “...Los naturales guanches viejos dicen que tienen noticias de inmemorable tiempo, que vinieron a esta isla sesenta personas, más no saben de donde, y se juntaron e hicieron su habitación junto a Icod (Tenerife) que es lugar de esta isla, y el lugar de su morada llamaban en su lengua Alzanxiquian abcanahacxerac, que quiere decir: << Lugar del ayuntamiento del hijo del grande>>.

Destas opiniones puede seguir el lector las que le pareciere y más le cuadrare; que la mía es que ellos son africanos y de allá traen su descendencia, así por la vecindad de las tierras, como por lo mucho que frisan en costumbres y lengua, tanto que el contar es el mismo de unos que de otros. Allégase a estos también que los manjares son los mismos, como el gofio, leche, manteca, etc. Sean los que quisieren, desde que hay gente en estas Islas hay memoria de más de mil quinientos y tantos años”.(Espinosa, 1980:33)

El fraile Espinosa, en este apartado como en los otros de su libro es bastante impreciso, dejándonos la impresión de que como en el caso de Abreu Galindo, es mucho más lo que se deja en el tintero que lo que escribió sobre el pueblo Guanche. Esta actitud es comprensible si tenemos en cuenta que fue objeto de persecución por parte de sus correligionarios de confección y componentes del denominado “Santo Tribunal de la Inquisición”, quienes le sumariaron y mantuvieron en prisión en Guiniwada (Las Palmas) En estas circunstancias no era fácil hablar y mucho menos escribir.

FRAI ABREU GALINDO: “...Y que esto sea verdad, que hayan venido de África los primeros pobladores de estas de islas, lo da a entender la proximidad que hay de la tierra firme de África con estas islas; pues entre ella y África y la primera isla, que es Fuerteventura, solamente hay diez y ocho leguas, poco menos. También me da entender que hayan venido de África, ver los muchos vocablos en que se encuentran los naturales destas islas con las tres naciones que había en aquellas partes africanas, que son berberiscos y azanegues y alárabes. Porque Telde,  que es la más antigua población de esta isla de Gran Canaria, y Gomera, y Orotava en Tenerife, son nombres que se hallan en el reino de Fez y Benemarín. Y en Cabo de Aguer están unas huertas que llaman las huertas de Telde, no muchas leguas distante[s] de la ciudad de Tagaste, donde estuvo enterrado el cuerpo de San Agustín; en la cual huerta está una casa pequeña con una puerta chica entre unas tapias, y una parras de almuñecar junto a una acequia de agua, con que se riegan muchas huertas. Y dentro de esta casa, en la pared, está el sepulcro de San Agustín, en la pared frontera como se entra por la puerta, con una loza negra encima. La cual capilla, aunque es poseída de infieles, es por ellos venerada para conservarla y no deshacerla , según me informé de personas que tratan en aquellas partes.

Esta ciudad de Tegaste, está tres leguas  cercanas del mar y cercana a Fuerteventura y junto al monte Atlas, en las faldas dél, por donde desciende muchos ríos y arroyos. Hay unos pueblos que llaman de este nombre Telde, de manera que en los nombres parece conformar, y en muchos vocablos apelativos, los estas islas son los africanos.

Y dello se pueda colegir qué nación haya venido a cada isla, conforme a la consonancia de los vocablos. Atenta la cual, parece que a Lanzarote, Fuerteventura y Canaria arribó la nación de los alárabes, entre los africanos estimadas en más; porque en estas tres islas llamaban los naturales a la leche aho, al puerco ykfe; a la cebada tomosen; y ese mismo nombre tienen los alárabes y berberiscos.( Frai J. De Abreu Galindo,  1977)

LEONARDO TORRIANI: “Si queremos buscar el origen de tanta antigüedad, sobre la cual no nos ha dejado memoria ningún escritor, en ningún idioma, salvo los griegos y los latinos, tenemos que dar vuelta muy atrás, y averiguar cuales fueron, entre los nietos de Noé o, si no fueron los nietos de Noé, quiénes fueron, según otras opiniones, como en su lugar se dirá. Lo que, por las muchas diferencias, no dará sastifacción a todos; pero que cada uno se quede con la opinión que más le gustare, que no tiene mucha importancia ni, por mi parte, tengo preferencia alguna entre todas ellas.

Moisés, en el capítulo X del Génesis, al tratar de la generación de los hijos de Noé, que habían nacido antes del diluvio, dice que Jafet tuvo a Gomero, a Magog, a Madai, a Javan, a Tubal, a Masch y a Tiras; Gomero hubo a Azquenaz, a Rifat y a Teorgoma; javam hubo a Elisa, a Tarsis, a Cethim y a Dodanin, los cuales repartieron  a las gentes en toda su región, y a cada uno dentro de su nación, según su lengua y familia. Beroso Caldeo, en su libro de las antigüedades, pretende que Jafet condujo colonias a África, las cuales, según opinión común de los africanos, fueron hijos de Gomero, su primogénito;  y por ello en nuestros días muchos pueblos de África se llaman gomeros.

También dice Beroso que en la partición hizo Noé entre sus nietos de las partes de la tierra, a Gog le tocó la  feliz Arabia Sabea, con Sabo, su padre; a Tritón la Libia; a Cur, la Etiopía; a Getulo, la Getulia; y a Jafet el viejo, el África atlántica;  y como según Moisés, le tocaron las islas según sus regiones, les habrán tocado también éstas, que están frente al Atlas; y entre ellas, La Gomera, y aquellos pueblos se dijeron gomeros.

Estamos persuadido de ello, porque Gomero dió su nombre a todos los lugares adonde su abuelo Noé había antes enviado colonias formadas por sus hijos. Prueba de ello es que, cuando Noé envió a Asia, en las Indias Orientales a algunos de los hijos de Gomero, Gallo, en la ciudad que ellos edificaron,    fue llamada Comera, y aquellos pueblos se dijeron comeros, como se halla en Tolomeo y en otros geógrafos, aunque, corrompido la palabra y cambiando la “g” en “c”, no dijeron Gomera sino Comera. Bedis, ciudad en la costa del mar Mediterráneo, edificada por los africanos, fue dicha por los españoles Veléz de la Gomera; según Tito Libio, en el libro X de la historia de la fundación de Roma, Clausio, ciudad de Toscana, fue llamada Comersolo y edificada por pueblos comeros. Lo mismo se podría decir de todas las regiones y ciudades del mundo que tomaron,  su nombre de quienes las fundó o restauró.

Además de todo esto, se prueba que las antiguas habitaciones de estas islas fueron hechas por descendientes de Gomero, porque los moradores de las mismas vivían en cuevas bien labradas y abiertas con mucha industria en los montes, debajo de la tierra; por lo cual se puede suponer que observan la ley dada por Noé después del diluvio. Según Beroso, era esta

ley que nadie fabricase casa alta ni ciudad alguna, y que todos tuviesen en carros (o sea tierras portátiles), como lo hacen muchos de los pueblos africanos, y en cuevas, como lo hacen éstos y usan los que moran en el monte Atlas y otros de África; a cuya mucha antigüedad alude Vetruvio Polión, en el segundo libro de su Arquitectura.

Además, por su prohibición de Noé, no podían fabricar más de una sola torre que entre ellos consideraban como metrópoli; y de ellas se ven dos hoy día en estas islas, una muy vieja en la ciudad de Gáldar, en Gran Canaria, y la otra en La Palma, que menciona Plinio; y con él consuenan Dionisio de Halicarnaso, Diodoro y otros más.

Algunos pretenden que estas islas se quedaron después desiertas y casi desconocidas, durante muchos años, y que más tarde las volvieron a descubrir Juba y las pobló con númidas, así como, según Plinio, parece que también halló otras islas, frente a Autolola, provincia de Etiopia en la costa del océano Occidental, en donde había dispuesto que se tiñese la púrpura getúlica.

...Otros, siguiendo por otros rumbos, creen que una de estas islas fue  poblada por cartagineses, por aquello que escribió Aristóteles en su libro De las maravillas del mundo; el cual cuenta que ciertos mercaderes cartagineses, navegando por muchos días más allá de las del estrecho de Hércules, encontraron una isla que hasta entonces no había sido descubierta, habitada solamente por fieras y llena de árboles maravillosos: que parece que es lo mismo que escribió Plinio, donde dice: <<Allí los árboles crecen hasta 140 codos; y las islas están infectadas por las fieras>>. Esta isla dice Aristótoles que es abundante en grandes ríos, y que es fértil y abundosa en toda clase de productos, y muy alejada de la tierra firme de África. Se cree que esta es la Gran Canaria, por la cantidad de agua que tiene, y de árboles maravillosos; y aunque Aristótoles la ponga muy alejada de África, no supo la distancia mejor que los que después de él escribieron.”

Esta es la visión que de los primeros poblamientos de las islas nos ofrece el Ingeniero genovés Leonardo Torriani, en su Descripción de la Islas Canarias. Aunque el autor está imbuido de un etnocristianismo propio de su siglo, donde todo estaba recogido y explicado en la Biblia, por consiguiente los pueblos debían descender todos de Noé. El lector, como bien apunta Torriani, podrá sacar sus propias consecuencias.

JOSÉ DE VIERA Y CLAVIJO: Uno de los historiadores de Canarias más enaltecido por los estamentos oficiales y oficialistas, es el realejero José de Viera y Clavijo. Desde nuestro punto de vista, este autor que indudablemente poseía una notoria capacidad intelectual,  sus planteamientos históricos están grandemente influidos por un etnocentrismo exacerbado, y además por el ambiente social y cultural en que transcurrió su vida, tanto en la metrópolis, como en las Islas. En términos generales, su obra histórica sobre las Islas Canarias, está cimentada en autores anteriores sin que aporte elementos nuevos, fruto de una investigación concienzuda. Quizás el aporte más significativo de D. José a la historiografía Canaria, sea su extensa lista de Obispos y Capitanes Generales, a los cuales además, no duda en maquillar, extremos estos fácilmente contrastables consultando a otras fuentes.

Veamos la visión que de los primeros pobladores de estas islas nos ofrece el “Fenix” de las letras Canarias según le definen algunos almibarados autores oficiales.

“El verdadero origen de los antiguos habitantes de nuestras islas es tan incierto y está tan cubierto de tinieblas como el de casi todas las naciones del mundo; con todo, si yo fuera  menos sincero y pretendiese publicar sobre mi palabra noticias decisivas, no habría para mis lectores cosa más categórica. Por que yo podría dar dos hijos a Noé, y con nombres de Crano y Crana y, trayéndolos felizmente  a Gran Canaria, los establecería en esta isla en calidad de reyes y pobladores. En igual forma podría yo precisar a su sobrino Gomer, hijo de Japhet, a que, abandonando las comodidades del continente, emprendiese con ellos la misma peregrinación  ultramarina, cuyo considerable servicio por premio la isla de la Gomera, a donde pasaría recibir la investidura, seguido puntualmente de doce mujeres y de doce hombres. No pasaría aquí el rápido engrandecimiento de esta casa, pues para que pudiese contar otra testa coronada, formaría yo de la isla del Hierro otro pequeño estado y le erigiría en reino, para colocar sobre su trono a Hero, uno de los hijos segundos de Gomer.

Pobladas tan ilustremente estas islas por unos personajes los más gloriosos de la estirpe posdiluviana, dejaría yo desiertas las otras, hasta que llegase el tiempo más a apropósito de introducir de introducir en ellas algunas gentes cuya memoria de ningún modo fuese injuriosa a la de sus vecinos; Así, para poblar la de La Palma, me aprovecharía de la terrible sequedad que en el transcurso de veintiséis años padeció toda la península de España, época del fabuloso reinado de Habis o Habides, e inspiraría a muchos españoles el saludable pensamiento de trasmigrar hasta esta isla, como a un asilo donde podrían redimir sus vidas de una muerte indigna del carácter español y establecer en ella una colonia considerable.

Todavía haría por Tenerife mayor fineza. Yo no la cedería a nación menos heroica que la romana, ni concedería el honor de poner primero el pie en ella a otro caudillo de menos mérito y reputación que Quinto Sertorius; pues solamente de este grande hombre me prendaría para que, acompañado de sesenta personas escogidas, desmontase el terreno y echase los primeros fundamentos de la población en las inmediaciones de Icod.

En fin, yo haría justicia a nuestro continente de África, reservando las Islas de Fuerteventura y de Lanzarote para refugio de ciertos africanos, quienes, habiendo perdido los dedos y las lenguas en castigo  de no sé qué rebelión contra los romanos sus opresores, se hallaron en medio del océano a discreción de unas ligeras barcas que, sin timón, remos ni velas, se hicieron el objeto de una providencia especial.

Pero cuando yo escribiese así y apoyase estas importantes noticias con la autoridad de Viana o Núñez de la Peña, ¿me perdonaría alguna persona cordata de este abuso de la razón? Entiendo que nada ha deslucido tanto nuestra historia de las Canarias como la fábula de semejantes pobladores. Crano y Crana, hijos de Noé, establecidos en la isla de Canaria, no es más que una ilustre quimera. Gomer y su hijo, reinando en las de la Gomera y el Hierro es opinión pueril. Los españoles, huyendo hasta La Palma a causa de la obstinada sequedad de su país, es una novela.

...Más aunque estos arbitrios de poblarlas tengan tantos inconvenientes, no hay duda que, si un genio inventor quisiese tomar otros recursos de igual naturaleza, jamás le faltarían, sabiéndose que muchos interpretes y expositores del capítulo 10 del Génesis y del 27 de Ezequiel se inclinaron a que nuestras islas son las mismas que se llaman Elisias en la Sagrada Escritura, cuyo nombre tomaron por haberlas poblado Elisa, hijo de Javan y biznieto de Noé por Jafet. Véanse aquí los términos en que se explica Benedicto Pereira: <<A mi no me parece fútil (dice) la opinión de lo que conjeturan que el mismo Elisa en persona, o sus descendientes, pasado todo el Mediterráneo y llevados más allá del estrecho de Gibraltar, aportasen a las islas afortunadas y que estas tomasen el nombre Elisias de su primer poblador, lo que daría margen a los poetas para que en sus fábulas dijesen que allí estaba el sitio de los bienaventurados llamándole Campos Elíseos>>.

Es verdad que el profeta Ezequiel, hablando de las islas de Elisa, hace memoria de una circunstancia  que, a lo que parece, no se verifica en las Canarias. Dice, pues, que los fenicios extraían de ellas el jacinto y la púrpura. Pero ¿en donde tenemos hoy esta púrpura y este jacinto? El autor de las Excelencias de nuestras islas, conociendo la dificultad, supone, con los expositores de aquel texto, que por jacinto no se ha de entender piedra preciosa,  sino cierto color hiacintino, purpúreo o violado, procedido de algún pececillo testáceo o de alguna yerba de especial virtud para tinte. Y, aunque no poseemos en nuestras riveras o (por mejor decir) no conocemos las ostras marinas el múrice con que se comunicaba el color a la antigua púrpura, todos saben que tenemos la orchilla, aquella apreciable y famosa yerba que producen casi todos los peñascos de nuestras islas y que hace uno de los principales ramos de su comercio, por la cualidad de comunicar un hermoso color purpúreo o hiacintado a cualquier tejido de seda o de lana. En efecto Plinio coloca nuestras islas cerca de las que llama Purpurarias; y sabemos que las peñas de estas costas del mar Atlántico estuvieron como cubiertas de una prodigiosa cantidad de púrpuras. La púrpura getúlica es famosa en la antigüedad.

...La opinión primera que es de Hornio, tiene a la primera vista un gran carácter de solidez. Nadie ignora que después de la entrada triunfante de los hebreos en las tierras de Canaan, conducidos por Josué, viéndose sus moradores (conocidos por fenicios) sin otras posesiones que las estrechas orillas del mar, volvieron los ojos a la marina y se aplicaron con más ardor que nunca a hacer florecer su comercio. El colmo de fortuna, de riqueza y de poder a que los elevó esta política hará siempre el asombro  de la historia antigua, pues ellos no sólo recorrieron todo el Mediterráneo y sus islas hasta penetrar nuestro océano Atlántico y ser como sus primeros señores, sino que también enviaron colonias al África, a Cádiz, y a otros países, sin hablar de Cartago, del que hicieron una Metrópoli.

Procopio dice que en su tiempo se veían todavía cerca de la ciudad de Tánger, en Numidia, dos columnas de mármol con la inscripción siguiente en lengua fenicia: <<Nosotros somos de aquella gente que, huyendo del insigne salteador Jesús, hijo de Navé, nos pusimos en salvo>>. Y S. Agustín añade que muchos paisanos del África, preguntados de que nación o pueblo descendían, daban por repuesta, en lengua púnica, cananos, esto es, de cananeos. Este establecimiento de los cananeos o fenicios a lo largo de toda la costa africana, que todavía es la opinión de los árabes y de muchos católicos, abrió camino al citado Hornio para hacer venir a algunos a las Islas Canarias y transportarlos a la América. El África, habitada por una nación acostumbrada a poblar nuevos países, por una nación cuyo carácter y pasión dominante era la de las navegaciones más atrevidas, por una nación, en fin, que ciertamente hacía sus visitas con alguna frecuencia a las islas Afortunadas y que hallaba en ellas un terreno muy pingüe y delicioso, ¿había de quedarse sin enviar a ellas algunas colonias? Parece imposible. En efecto el nombre de Canarias y de Gomera, que tenían otros pueblos de las faldas del monte Atlante, pareció a nuestro autor una prueba bastante decisiva del establecimiento de los cananeos en ellas...”.

Creemos que no estaba muy desinformado el autor Hornio, citado por D. José Viera y Clavijo, en cuanto a las vicisitudes del pueblo cananeo, efectivamente,   en el antiguo Testamento, habitantes originales de la tierra de canaan, según el libro de los Jueces, como hemos anotado anteriormente, los israelitas durante el segundo milenio fueron subyugando gradualmente a las ciudades cananeas. HacIa finales del reinado de Salomón, rey de Israel, los cananeos habían quedado prácticamente asimilados al pueblo hebreo, dentro del cual parecen haber ejercido una influencia religiosa reaccionaria. La propia religión cananea se basaba en la adoración de las divinidades Baal y Astarot (Ashtoret, Astarté, Tanit). E incluso, los especialistas bíblicos modernos creen que el idioma hebreo tiene su origen en fuentes cananeas, y que el fenicio era una forma primitiva de hebreo. Los estudios recientes indican que antes de la conquista del sur de Canaan, cananeos y fenicios constituían un único pueblo, y los que hoy conocemos como fenicios se desarrollaron posteriormente como pueblo diferenciado.



AGUSTÍN MILLARES TORRES: Quizás uno de los planteamientos más originales sobre el poblamiento de las Islas Canarias, nos lo proporciona el insigne historiador canario D. Agustín Millares Torres, en su monumental obra Historia General de las Islas Canarias. De ella vamos a extraer algunos pasajes referidos al poblamiento de las islas. No deja de ser significativo el hecho de que cada autor al situar la procedencia de sus preferencias a los primitivos canarios, siempre aluden a una población anterior, en el caso de D. Agustín, esta se componía de una raza miserable de la edad de piedra. Pero en fin, veamos algunos fragmentos del planteamiento que sobre los primeros habitantes nos ofrece nuestro historiador.

“...Pero dejando a un lado esta hipótesis que creemos, sin embargo, muy verosímil y abandonando la casi improbable –geológicamente hablando – de suponer este Archipiélago unido al continente o formando parte de la Atlántida o de un continente terciario sumergido, que la opinión más acertada nos parece es aquella que hace derivar la verdadera colonización de las exploraciones egipcias dos mil años aproximadamente antes de la era vulgar, aún concediendo, como concedemos, que en ellas se encontrara ya establecida la raza miserable de la edad de piedra.

La existencia de un pueblo ocupando el Oeste de Egipto, extensa zona conocida con el nombre de Libia, se halla probada hoy por los anales egipcios 4.000 años antes de J.C. Llamábase  este pueblo tamahou, palabra que aún, dicen, se conserva en la lengua de los kábilas occidentales con las variantes de tamahoug y tamehag, que nos recuerda el tamerán de los canarios.

Sabido es también que aquel pueblo invadió diferentes veces Egipto y suministró tropas mercenarias a algunas de sus dinastías. Antes de esas invasiones, el tipo líbico o bereber estaba ya fijado por la mezcla de la raza autóctona con otra venida del norte, cuyo paso a través de la Europa central y de las islas del Mediterráneo está así mismo demostrado en la historia, siguiendo la línea de construcción de los dólmenes. De esta fusión nació el tipo rubio de que hablan las inscripciones egipcias, tipo que vemos figurar en sus grabados y pinturas y constituye el tomahou invasor y conquistador del reino de los faraones.

Este pueblo, pues, dueño de las costas del Mediterráneo y del Atlántico fue el que extendió sus excusiones hasta las Afortunadas y las colonizó, fundiéndose con la raza primitiva que, en número muy escaso, ocupaba entonces el Archipiélago. En efecto, el lenguaje, los usos, las costumbres, todo acusa un origen líbico-egipcio claramente definido, como más adelante tendremos ocasión de comprobarlo con otros datos, pudiendo remontarnos para fijar aquella época hasta la cuarta, quinta y sexta dinastías y en el momento histórico de una civilización que, aún hoy, es el asombro del mundo ilustrado.

No debe, sin embargo, ser extraña esta colonización a las subsiguientes visitas de los pueblos fenicios, tirios, etruscos y cartagineses que, en sus excursiones sucesivas y a seculares distancias, dejaron sobre el suelo afortunado familias más o menos numerosas que se fundieron luego con el tipo indígena. Confirma esta hipótesis la observación de los cráneos donde se encuentra mezclado el tipo árabe o semita con el líbico-egipcio y el de Cro-Magnon, fusión o mezcla que reúne mayor o menor suma de ejemplares según las islas ofrecieron más o menos fácil acceso a las hordas inmigrantes.

El tipo rubio dominante en las Canarias, al emprenderse su conquista, era el mismo que había invadido Egipto en la época remota antes señalada, pasando primeramente por Sicilia y las numerosas islas del Archipiélago de Grecia, para venir a fundirse con los berebéres y constituir una dinastía poderosa que levantó las pirámides y llevó su avanzada civilización hasta los confines del gran desierto.

Pero, de todos modos, lo que nos parece fuera de toda duda por el estudio y examen comparado de aquellos mismos cráneos es que, sobre la antigua raza autóctona-cuyo parentesco con la de Cros-Magnon se halla científicamente establecido-, se superpuso otra, venida del litoral africano, que nos revela el tipo rubio proveniente de las llanuras asiáticas por el norte de Europa, tribu que, penetrando en el litoral líbico, llevó sus conquistas hasta las últimas estribaciones del Atlas.

Esta inmigración respecto al Archipiélago canario pudo manifestarse en son de conquista, porque en la apartada época en que debió tener lugar ya habían alcanzado los reyes egipcios una dominación extensa, poseyendo una floreciente marina que surcaba el mar Rojo y el Atlántico y dominaba el Mediterráneo, y es de suponer que, dentro de su sistema político, entrara como oportuno y necesario el establecimiento de colonias permanentes para servir de punto de apoyo a su comercio y a la extensión de su poder marítimo.

De esta manera encuentra satisfactoria explicación  el hecho misterioso de esta civilización, por decirlo así, retrograda, que habiendo sido reflejo de la egipcia en los albores de su importación, fue debilitándose paulatinamente con el forzado aislamiento de los indígenas, con su falta de estímulo y tal ves por hallarse en contacto con otra raza más ruda e ignorante, dueña anterior del suelo.

Las inscripciones jeroglíficas, los embalsamamientos, el sistema agrícola y de irrigación, el lenguaje, las costumbres y los restos de su teogonía, todo nos revela recuerdos de aquellas civilizaciones asiáticas que sólo la falta de movimiento estacionó e hizo más tarde retrogradar, hasta alcanzar la situación excepcional en que la Europa del Renacimiento encontró a estos indígenas.

...Por lo expuesto nos será fácil deducir que con arreglo a los datos suministrados por las ciencias antropológicas y etnográficas, la raza indígena Canaria debió existir en el Archipiélago durante ese desconocido periodo de la edad de Piedra revelado por la Paleontología, siendo probable que su inmigración principiara a verificarse en los cruelísimos rigores de la época glacial, que obligó a una parte de la raza de Cro-Magnon a huir del centro de Europa hacía climas más templados, facilitando la misma superficie helada su trasmigración.

Después, sobre esta raza salvaje y miserable que tal vez no llegó a ocupar toda el área habitable de las siete islas, vino la invasión de los tamahou de Libia en la época de su brillante dominación egipcia, llevando consigo un reflejo de sus usos y costumbres, de sus creencias, lenguaje e industria, a la colonia o colonias que se fundaron en cada una de las mismas islas del grupo.

Olvidada luego esta lejana conquista cuando otras dinastías de diverso origen llegaron a dominar en Egipto, volvió el Archipiélago a ser descubierto y colonizado en parte por los tirios y fenicios, hasta el momento en que después de varios eclipses – señalados en la historia por las alternas civilizaciones de los pueblos comerciantes del Mediterráneo-, Juba alcanzó la gloria de hacer su descripción, legando este importante recuerdo a las edades subsiguientes.”

Indudablemente, es Agustín Millares, con Buenaventura Bonnet, quienes nos proporcionan la visión más acertada sobre los primitivos poblamientos de las islas, y sobre sus primeros moradores, conforme a la luz de los datos que nos van proporcionando las modernas investigaciones arqueológicas, antropológicas, geonómicas, etnográficas y lingüísticas, así como otras ciencias aplicadas a la investigación histórica, como tendremos oportunidad de ver.

JUAN BETHENCOURT ALFONSO: “...Dividido dicho imperio (Imperio Atlántico o ibero-libio) por las columnas de Hércules destacábanse al N. de África el Egipto, de tal antigüedad y lejano progreso que su historia positiva alcanza a más de cuatro mil años antes de Cristo, fecha en que ya conocían según el P. Fidel Fita el arte de la navegación y la escritura sobre papiro. La generalidad de las tribus y demás naciones del extremo del septentrional del continente situadas a su Oeste, a pesar de tener sus desinencias peculiares, por lo que aparece en las inscripciones  hay fundado motivo para creer que los egipcios les daban el nombre genérico de Rebu; pero como en su idioma no existía la l, por lo cual los extranjeros podían leer la r como l pronunciando lebu, de aquí el término de libio que aplicaron los griegos a los moradores de Cirene por ser los que conocieron. Por esto dice el Dr. Meyer  en su interesante <<Historia del antiguo Egipto>>



<<...todas estas tribus, a las cuales pertenecen también los habitantes de los oasis, son estrechamente afines entre sí y forman con los habitantes del Noroeste de África, los númidas y los moros, un gran grupo de pueblos que conocemos con los nombres de libios o moros, o con el más moderno de berberiscos>>.



A parte de la recíproca influencia orgánica de los egipcios y demás pueblos del N. de África, como se deduce del excelente trabajo de Schmidt, <<Del  cráneo del antiguo y del moderno egipcio>>, hay testimonios históricos demostrativos de las relaciones y de la compenetración de dichas razas, entre sí y con otras de la orilla opuesta del Mediterráneo.

En las inscripciones de las tumbas tebanas del tiempo de Tutmosis III, y sucesores, aparece que al Egipto pagaban tributos la Nubia, los oasis libios, los chenus y utentius (también libios) con otros territorios del Oeste, <<las islas del gran mar>> y <<los países que están detrás del gran mar>>; y en los Anales del referido soberano dibujados en las paredes del templo de Karnak, confirmase el pago de estos tributos por <<las islas del gran mar>> <<todos los países ocultos>>, <<todas las islas de los fenchus o Kaft (fenicia), la Nubia,

Punt, los oasis libios, la Marmárica y otros territorios libios, los chenus y utentius, <<los países que están detrás del gran mar y los países de delante>>  <<los habitantes de las arenas>>, <<los bárbaros de la Nubia>>... <<los habitantes del Oeste y Este son vasallos tuyos>>.

El rey Seti I figura realizando una expedición guerrera hacia el Oeste, contra las tribus libias de los tehenus, que probablemente se le rebelaron. Pasa por el primer soberano que introdujo la costumbre de  reforzar el ejército egipcio con mercenarios. Ya bajo el solio de  Ramasces II (Ransés) existían fuerzas permanentes de libios, de negros y de <<hombres vigorosos procedentes de muy lejos por mar>>; pero fueron los libios los que llegaron a constituir casi el ejército nacional. Durante siglos a ellos se debió principalmente la defensa del reino, no ya contra las distintas invasiones que sufrió de las regiones costaneras de Europa, de las islas del Mediterráneo o del Asia, sino de gentes de su propia raza que más de una vez cayeron sobre Egipto. Ramesces III logró rechazar con dichos contingentes una de las tantas irrupciones libias que se había apoderado de las poblaciones de los territorios occidentales del Nilo, ocupando durantes años el distrito de Kanopos. Mas como siguieron aumentando de día en día los mercenarios libios, concluyeron por hacerse dueños del reino el año 939 antes de nuestra era.

Pero, de todos modos, lo que nos parece fuera de toda duda por el estudio y examen comparado de aquellos mismos cráneos es que, sobre la antigua raza autóctona - cuyo parentesco con la de Cros-Magnon se halla científicamente establecido –, se superpuso otra, venida del litoral africano, que nos revela el tipo rubio proveniente de las llanuras asiáticas por el norte de Europa, tribu que, penetrando por el litoral líbico, llevó sus conquistas hasta las últimas estribaciones del Atlas.

Esta inmigración respecto al Archipiélago canario pudo manifestarse en son de conquista, porque en la apartada época en que debió tener lugar ya habían alcanzado los reyes egipcios una dominación extensa, poseyendo una floreciente marina que surcaba el mar Rojo y el Atlántico y dominaba el Mediterráneo, y es de suponer que, dentro de su sistema político, entrara como oportuno y necesario el establecimiento de colonias permanentes para servir de punto de apoyo a su comercio y a la extensión de su poder marítimo.

De esta manera encuentra satisfactoria explicación el hecho misterioso de esta civilización, por decirlo así retrograda, que habiendo sido reflejo de la egipcia en los albores de su importación, fue debilitándose paulatinamente con el forzado aislamiento de los indígenas, con su falta de estímulo tal vez por hallarse en contacto con otra raza más ruda e ignorante, dueña anterior del suelo.

Las inscripciones jeroglíficas, los embasalmamientos, el sistema agrícola y de irrigación, el lenguaje, las costumbres y los restos de su teogonía, todo nos revela recuerdos de aquellas civilizaciones asiáticas que sólo la falta de movimiento estacionó e izo más tarde retrogradar, hasta alcanzar la situación excepcional en que la Europa del renacimiento encontró a éstos indígenas.

...Por lo expuesto nos será fácil deducir que con arreglo a los datos suministrados por las ciencias antropológicas y etnográficas, la raza indígenas Canaria debió existir en el Archipiélago durante ese desconocido periodo de la edad de Piedra revelado por la Paleontología, siendo probable que su inmigración principiara a verificarse en los cruelísimos rigores de la época glacial, que obligó a una parte de la raza de Cro-Magnon a huir del centro de Europa hacia climas más templados, facilitando la misma superficie helada su trasmigración.

Después, sobre esta raza que tal vez no llegó a ocupar todo el área habitable de las siete islas, vino la invasión de los tamahou de Libia en la época de su brillante dominación egipcia, llevando consigo un reflujo de sus usos y costumbres, de sus creencias, lenguaje e industria, a la colonia o colonias que se fundaron en cada una de las mismas islas del grupo.

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