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lunes, 5 de agosto de 2013

LA DIOSA MADRE EN LAS ISLAS CANARIAS-I




(Libro inédito)


Eduardo Pedro García Rodríguez


CAPITULO-III

 LOS FENO-PÚNICOS Y EGIPCIOS

Antes de acometer la difícil tarea de tratar de ubicar la época en que probablemente arribó a las Islas Canarias, el culto a la Diosa-Madre, Tara-Tanit-Chaxiraxi, Moneiba, Abora, o Diosa Celeste formando parte del bagaje religioso y espiritual de los primeros moradores, debemos conocer un poco al pueblo que propagó por todo el Mediterráneo y por el Atlántico, el culto a Tara-Tanit-Chaxiraxi Moneiba, o la Diosa Celeste, Diosa Abona, Diosa Celeste y de la Luz, que son nombres de una misma deidad venerada desde épocas protohistóricas en Canarias y que asumió en épocas  históricas todas las prerrogativas y atributos de la Gran Diosa-Madre, a la que además se le fueron añadiendo otras nuevas conforme a las necesidades espirituales y materiales que iban surgiendo en el transcurso de las diferentes etapas de civilización y culturales.

Los conocimientos que de los fenicios tenemos son bastante limitados, si bien fue el pueblo creador del alfabeto que hoy usamos, no nos han llegado obras escritas, ya que  éstas fueron destruidas por el feroz odio de los romanos y griegos, como ejemplo tenemos la destrucción de la inmensa biblioteca de Cartago o las de los templos destruidas por los romanos tras la tercera guerra púnica. Los fragmentos que de la historia de este pueblo conocemos nos han llegado a través de  terceros, especialmente de griego y romanos, estos textos portan una gran carga peyorativa, debido a que tanto griegos como romanos fueron los grandes competidores de los fenicios por el dominio de las rutas comerciales en el mundo conocido de la época, siendo además escrito desde la visión de los vencedores lo cual hace como mínimo dudosa la objetividad de los mismos. Otras fuentes de información son las proporcionadas por las excavaciones arqueológicas efectuadas en lo que fueron dominios y asentamientos de este pueblo de grandes navegantes, comerciantes y descubridores.

A principios del siglo XVIII a.d.n.e. un pueblo semita portador de cualidades guerreras y conocedor del arte de la doma de los caballos invade y conquista Egipto, fundando la XV y la XVI dinastía, a quienes los egipcios dieron el nombre de Hicsos, es decir “gobernantes extranjeros”, interpretado erróneamente como “reyes pastores”. Después de llegar a Egipto, probablemente desde Palestina y Siria, ellos y los seguidores nómadas que iban reclutando durante la marcha, capturaron Menfis, antigua capital de Egipto, situada en la cabecera del delta del Nilo, al sur de la actual ciudad del Cairo. Menfis fue fundada a comienzos del IV milenio a.d.n.e. Establecieron una fortaleza en Abaris (posiblemente la antigua ciudad de Tanis) en la frontera noroeste del delta del Nilo. Continuaron su avance dejando el territorio al norte de Menfis bajo el gobierno de un príncipe menor de la antigua nobleza, llamado Kamosis (Kamose) quien inició una revuelta para expulsar a los Hicsos. La rebelión continuó bajo la dirección de su hermano Amosis I (también conocido como Ahmés o como Ahmosis, que reinó entre 1570 y 1546 a.d.n.e.), que llevó a la expulsión de los gobernantes extranjeros, reconquistó el norte de Nubia y unió a Egipto, fundando la XVIII dinastía, conforme al relato del historiador judío Flavio Josefo. Según se desprende de las inscripciones y los fragmentos escultóricos y de cerámica, estos gobernantes extranjeros adoptaron las costumbres y parte del panteón egipcio, así como sus nombres.

            Una de las aportaciones de los Hicsos a la cultura egipcia fue la introducción del caballo y los carros de combate tirado por los mismos. Durante el gobierno de los Hicsos, Egipto pagó tributo o mantuvo relaciones comerciales con minoicos y babilonios.

El faraón Amosis I permitió que parte de los expulsados se establecieran en una estrecha franja de terreno situada entre las montañas del Líbano y la orilla Oriental de Mar  Mediterráneo. En esa zona la montaña y los valles encajonados dividen la planicie en compartimientos aislados entre sí, donde no hay sitio para la construcción de muchas ciudades ni para extensas zonas de cultivos. Las montañas de la cordillera del Líbano o Canaan, paralela a la costa, proporcionaban excelentes cedros,  materia prima para la construcción naval así como para la exportación. La orografía del terreno impedía la práctica de una agricultura extensiva que además dependía de las lluvias para su desarrollo, no obstante la tierra mayoritariamente aluvial era muy fértil, y proporcionaban trigo y cebada, hortalizas y frutales, la vid, el olivo, las higueras, los sicomoros, las palmeras datileras y las granadas. La sal, la pesca y el murex del cual se obtenía la púrpura  como hemos dicho completaban los elementos de la economía local fenicia, junto al comercio principal fuente de riqueza y en el que fueron verdaderos maestros.
 
Ante las limitaciones territoriales, los fenicios hicieron del comercio y la navegación la base de su política alcanzando tal grado de desarrollo que se hicieron imprescindibles para cualquier empresa naval de altura, tal como sucedió con el periplo ideado por el faraón Neko o Nekao II, quien desistiendo de la continuación de las obras del gran canal, que iniciado en las cercanías de la ciudad actual de Zagazig debía desembocar en el mar Rojo, debido entre otras cuestiones al altísimo coste en vidas humanas (en las obras habían muerto más de 100.000 obreros), decidió buscar una ruta navegable entre  ambos punto. Por otra parte el Padre de la historia Herodoto nos da a entender que consiguió abrir paso por dicho canal si hemos de creer su testimonio, “Cuando  el faraón Nekao hubo terminado la abertura del canal que se extiende desde el Nilo al golfo de Arabia (mar Rojo) envió a bordo de naves a hombres de Fenicia, con la misión de volver hasta las columnas de Hercules y de regresar a Egipto”.   Para ello creó una gran flota para circunvalar el continente africano encargado a la dirección de la flota a pilotos fenicios, periplo que fue completado en tres años.  Así mismo, Salomón contrató a los fenicios no sólo para sus expediciones marítimas, sino que se valió de ellos y de su flota para el transporte de los materiales para la construcción del templo de Jerusalén, quienes además aportaron artesanos especializados para las obras del mismo.

Instalados en el borde de Asia en los puntos terminales de las grandes rutas caravaneras, ellos la prolongaron en el mar con tanta eficacia, que durante muchos siglos fueron los amos indiscutibles del comercio en el Mediterráneo y en el Atlántico, sirviendo además como vehículo trasmisor de las culturas entre Oriente y Occidente, difundiendo por los países periféricos del Mediterráneo las artes, las ciencias y la religión oriental (especialmente el culto a la Diosa Madre-Tara-Tanit-Chaxiraxi, Diosa Celeste “La Señora” etc.,) junto con sus mercancías.

La estructura política fenicia basada en ciudades Estados, no les permitió crear una verdadera nación, siendo las ciudades autónomas y rivales entre sí, estando regidas por una aristocracia de ricos mercaderes y un opulento sacerdocio, quienes en ocasiones elegían a un rey, el que en determinadas ocasiones ostentaba además el poder religioso, siendo el templo el verdadero eje en torno al cual se desarrollaba la vida económica y política. El poder del templo era de tal magnitud, que constituía el nexo de unión más firme entre las diversas ciudades Estado, hasta el punto de que en el caso que alguna ciudad menor o colonia dependese de otra más importante, ésta no pagaba tributo a la misma, y sí al templo de la ciudad matriz. Las principales ciudades Estados eran Biblos, Sidón y Tiro, éstas ejercían la supremacía sobre otras. Con distintos momentos de esplendor entre el 3.000 y el 600 a.d.n.e. Biblos fue el centro principal del comercio del papiro, material usado en la antigüedad como soporte para la escritura, que se obtenía de la elaboración especial de los tallos de esta planta que crecía sólo en el río Nilo, en el bajo Egipto.

Sidón: extendió el comercio fenicio por toda la cuenca oriental del Mar Mediterráneo. Estableció factorías en Chipre, Rodas y en la mayor parte de islas del Egeo, llegando a explorar el Mar Negro.

Tiro: fue una ciudad edificada en una excelente posición defensiva lo que le permitía cierta seguridad frente a las apetencias de saqueo de los reinos vecinos, al tiempo que ejercía cierta hegemonía sobre otras ciudades Estado. Los tirios se dirigieron hacia el Mediterráneo Occidental y fundaron numerosas colonias en Malta, Sicilia, Cerdeña, en la Península Ibérica, Abdera y Gadir (Cádiz) en la isla de Eivissos, (Ibiza) Tamuda, Russadir, Rachgoun, Siga, Icosium, Mersa Madal, etc. En el África atlántica fundaron Tanger, Cotte, Kousa, Acila, Lixus, Banasa, Thamusida, Sala, Azemmour, Jadida Tir, Capo Contain, Mogador y Essaguira, y posiblemente algunas factorías en las Islas Canarias, como tendremos oportunidad de ver más adelante. De todas ellas, la más conocida por su importancia es Cartago, fundada hacia el 814 a.d.n.e., por Elisa o Dido.

Por las especiales connotaciones que pudieron existir entre la ciudad de Cartago y las Islas Canarias, vamos a dar una breve reseña sobre su fundación: Cuenta Justino basado en un relato anterior de Timeo, que durante el reinado de Pigmalión de Tiro (fines del siglo IX a.d.n.e.) se produjo en la ciudad una grave crisis; el anterior rey, Mattan, había pretendido que le sucedieran conjuntamente sus dos hijos, Pigmalión y Elisa, pero el pueblo prefirió al primero, un niño de sólo once años, contra el que debieron intrigar su hermana Elisa y el  marido de ésta, Azerbas o Zakeebaal, que era al mismo tiempo su tío y sumo sacerdote de Melkart. En cuanto Pigmalión obtuvo una cierta mayoría de edad y poder hizo a Azerbas y se apoderó de sus riquezas.

Elisa tuvo que escapar de Tiro, tras encomendarse a Melkart, y la acompañaron el jefe de la flota tiria, Bitias, y el noble Barcas, posiblemente antepasado de la familia de Anibal; recalaron primero en Chipre, donde se les unió un séquito de ochenta mujeres destinadas a la prostitución sagrada y el sumo sacerdote de Astarté, (Tanit) con la condición de que se le respetara el derecho hereditario del sacerdocio en el nuevo templo que fueran a fundar. Luego arribaron a la costa tunecina, fueron bien acogidos por sus paisanos de la antigua colonia de Utica, y negociaron con los indígenas y su rey Yarba la compra de un terreno para la nueva ciudad; llegaron al acuerdo de ocupar una parcela que pudiera delimitarse con la piel de buey; Elisa recurrió al ardid de cortar la piel en finísimas tiras con las que rodeó una colina que recibió desde entonces el nombre de Birsa, que significa en griego piel de buey. El rey Yarba admitió el engaño y se enamoró de la astuta princesa, por lo que amenazó a los fenicios con destruir su nueva ciudad si no se la entregaban como esposa;  ella prefirió el suicidarse arrojándose a una hoguera ritual antes que traicionar la memoria de su marido. Así se cumplió el ciclo fundacional, al establecerse el primer sacrificio humano del ritual que sería el más importante de los cartagineses. (Ramón Corzo, 1994:28, ss)

El término fenicio deriva del griego phoinix, cuyo significado es el de “púrpura” aplicado por éstos a los habitantes del país que históricamente eran conocidos como cananeos “tierras de  Canaan”, igual a “la tierra de la púrpura” debido a que estos cananeos como hemos indicado dominaban la industria derivada del molusco murex del cual extraían el tinte de color púrpura que aplicaban a los tejidos consiguiendo un color y tonalidades únicas en la época, y que gozaban de gran demanda en toda la cuenca del Mediterráneo.



Colonias y establecimientos fenicios en la costa atlántica africana. Frente a las Islas Canarias.
(Mapa tomado de www.unav.es/nantigua/textos. Universidad de Navarra.)


LOS SISTEMAS DE ORIENTACIÓN EN LA NAVEGACIÓN DE LOS FENICIOS Es evidente que la idea de nuestro planeta en la antigüedad no se parecía en nada a la actual, no era la de una esfera manchada de azul tal como la vemos hoy en día; entonces, el núcleo central de la Tierra plana o esférica, era un extenso piélago, el mar Mediterráneo, en que se miraban todo tipo de pueblos y culturas denominadas occidentales, rodeado por el amplio continente euroasiático, al que se agregaba por el sur una inmensa isla que podía circunnavegarse, Lybia o continente africano.

Por muy arriesgado que fuese un navegante, y muy ambiciosos sus propósitos, nunca se planteaba el adentrarse en el Mar Exterior, y sólo concebía el navegar costeando cada ves más lejos, sin perder de vista la tierra firme. Es evidente que la hazaña de enfrentarse al Mar Tenebroso sólo podía emprenderla un pueblo que había hecho de la navegación su razón de ser. Este pueblo naturalmente no podía ser otro que el pueblo fenicio.

Plinio nos indica que los fenicios habían aplicado a la orientación en el Mar los conocimientos astronómicos de los caldeos; una buena demostración de ello es que la estrella Polar de la Osa menor se llamara estrella fenicia. Con este simple elemento los fenicios navegaban con seguridad en las noches con épocas de cielos despejados. Por todo ello, entre los meses de marzo y octubre no había grandes dificultades para hacer travesías largas y cubrir el trayecto desde fenicia hasta el estrecho de Gibraltar, empleando en ello poco más de dos meses, sin embargo, las embarcaciones de la época no estaban preparadas para ofrecer una travesía

cómoda y efectuar largos recorridos sin escalas, por ello se efectuaban una serie de paradas, aprovechando las mismas para acceder a mercados que eran altamente rentables para las expediciones.

Antes incluso del conocimiento de la navegación astronómica, el Mediterráneo se podía transitar con simples sistemas de cabotaje, recalando en la costa cada noche; durante el día siempre es posible avistar la tierra desde bastante distancia excepto en la zona meridional de frontera entre Egipto y Lybia y en los sectores intermedios entre las Baleares, Cerdeña e Italia, en estas circunstancias se empleaba el simple método de seguir el curso del sol recuperando así la orientación en cualquier momento; Otros elementos de gran influencia fueron las corrientes marinas y el régimen de vientos que ayudan especialmente a la navegación en algunas rutas o pueden ser unos obstáculos; la variabilidad de los vientos de levante y de poniente en el estrecho de Gibraltar es un buen ejemplo de las contingencias que podía afrontar cualquier expedición, ya que de encontrarse el viento opuesto a la dirección del viaje, se había de esperar varios días para lograr su paso.

De todas maneras, tanto la orientación solar y la astronómica, así como el aprovechamiento de las corrientes marinas y vientos, debían estar sujetas a unos conocimientos bien imprecisos. Al intentar explicar la posición de los enclaves costeros por la existencia de condiciones naturales de la navegación se observa que hay pocas justificaciones claras; quedan zonas inexplicablemente vacías de asentamientos, donde podrían darse razones favorables, y otras de concentración notable, a pesar de las dificultades teóricas.

La acumulación de experiencias más o menos casuales posibilitó la expansión de la navegación hacia Occidente de fenicios y griegos, estos conocimientos fueron acumulados por ambos pueblos que fueron marcando rutas concretas cuyo secreto se trasmitía entre los miembros de cada pueblo. La variedad de contactos que se prueban por los hallazgos arqueológicos, nos indica un conocimiento completo de todo el Mediterráneo y consiguientemente una navegación libre.

El Mediterráneo era el espacio de las rutas habituales de los fenicios; fuera de él se mantenía la leyenda del Mar Tenebroso como medio de preservar las fuentes de materia prima que explotaban los navegantes fenicios. Estas rutas estaban tan celosamente guardadas hasta el extremo de que estaba decretada la pena de muerte para aquellos que se atreviesen a desvelar las rutas  que conducían hacia los enclaves de extracción de materias primas y de  comercio.

Una empresa que les reportó gran fama fue la circunvalación de África, algo que se intuía pero que nadie había podido comprobar. El historiador Herodoto (IV, 42) afirma que la iniciativa por demostrarlo partió del faraón Neco o Nekao II (hacia el 600 a.C.), quien renunció a la conclusión del  proyecto de excavar un canal entre el Nilo y el Mar Rojo. Este faraón concertó con los fenicios una expedición para rodear el continente con el encargo de que regresaran por el estrecho de Gibraltar. Una aventura de tamaña magnitud sólo podía llevarla a cabo un pueblo de navegantes y de inmemorial experiencia marítima como el fenicio. Lo expuesto queda demostrado por la experiencia realizada siglo y medio más tarde por el persa Sastaspes, según nos cuenta Herodoto, Sastaspes recibió el encargo por parte de Jerjes de efectuar el viaje en sentido inverso, a pesar de que era su único recurso para escapar de la condena de muerte que le había impuesto Jerjes, con una tripulación egipcia se inició la circunvalación resultando un fracaso, por lo cual se ejecutó la pena sin admitir excusas.



Comerciantes fenicios.

El viaje auspiciado y sufragado por Neco (Nekao) duró tres años, los fenicios habituados a las navegaciones de aventuras tomaron las mediadas propias para tan gran viaje:  incluyeron en la expedición a campesinos, animales vivos, aperos de labranza y semillas de granos y de hortalizas
 
. (Eduardo Pedro García Rodríguez, ¿Quienes somos los Maxigios-Canarios?,2002)

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